/ viernes 16 de diciembre de 2022

Polímatas 

Además del virtuosismo en sus poemas, Sor Juana Inés de la Cruz dedicó parte de su vida a la gastronomía. Sus recetas, que a la postre –pun intended– serían compiladas en un libro, deleitaron lo mismo a abadesas, obispos y virreyes. La variedad de disciplinas más allá de la literatura –matemáticas, astronomía, arquitectura, idiomas o música–, sólo se podría explicar por su genuino amor por el conocimiento en sus diversas manifestaciones.

En julio pasado supe que a esto se le llama polimatía: sabiduría que abarca conocimientos diversos. Edgar Morin lo llamaría pensamiento complejo. Para esta entrega, la última del año, me desvío –aunque no tanto en realidad– de los temas que generalmente abarca este espacio. Si lo hago es por el riesgo que este tema supone para sociedades enteras.

Y es que una nueva forma de barbarie se ha normalizado en nuestra época. Se enseña en la universidad –lo digo respetuosamente en tanto profesor universitario–, se reproduce en los medios –lo digo orgulloso de formar parte de uno– y se ejerce diariamente en la vida cotidiana. Me refiero a la hiperespecialización, o a lo que el propio Morin llamó “la inteligencia ciega”. Contrario a tiempos como los de Sor Juana, hoy es un halago ser especialista en tal o cual cosa, a fuerza de cercenar todo conocimiento que en apariencia resulte inútil o inservible. No obstante, Ortega y Gasset atinó a decir que “el especialista sabe muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto”.

Esta variante de oscurantismo preocupa porque alimenta dinámicas tan actuales y peligrosas para la sociedad como la polarización, la desinformación, el maniqueísmo o la cultura de la cancelación. Así, el neurocirujano se informa de política nacional a través de memes –no necesita más. Una nutrióloga podrá decir que la sociedad es gorda porque quiere. El religioso piensa que las decisiones entre inconvenientes no existen. Al politólogo no le alcanzan sus conocimientos de mecánica para abrir un extintor de fuego.

La desinformación, por ejemplo, no podría entenderse sin la ambigüedad del mundo VICA –volátil, incierto, complejo y ambiguo. Todo puede ser o no ser en función de nuestras creencias y paradigmas. Y un paso más adelante se encuentra el relativismo. El problema empieza, no obstante, como apuntó Timothy Snyder en su libro Sobre la Tiranía, cuando la verdad y los datos duros se vuelven irrelevantes en una sociedad oracular en vez de fáctica.

Morin entiende que el conocimiento sea discriminación: selección de datos significativos y rechazo de datos no significativos. Entiende que el conocimiento separe pero también tendría que unir esos hilos conductores en las complejidades de lo real. El teólogo católico y apologista francés Blas Pascal lo plasma de manera inmejorable: “[Todas las cosas] son causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas, y que todas subsisten por un lazo natural e insensible que liga a las más alejadas y a las más diferentes”.

A la civilización le vendrá bien mujeres y hombres polímatas. Y, de paso, también a nuestra vida y oficio.

Discanto: Apreciable lector, a partir de hoy su servidor se tomará unas vacaciones –quisiera pensar merecidas. Aprovecho para agradecer su amable y generosa interacción en este espacio durante el año. Nos leeremos de nuevo, Dios mediante, el 13 de enero de 2023. Le deseo una inmejorable Navidad y un grandísimo Año Nuevo.


Consultor

carbglass16@hotmail.com



Además del virtuosismo en sus poemas, Sor Juana Inés de la Cruz dedicó parte de su vida a la gastronomía. Sus recetas, que a la postre –pun intended– serían compiladas en un libro, deleitaron lo mismo a abadesas, obispos y virreyes. La variedad de disciplinas más allá de la literatura –matemáticas, astronomía, arquitectura, idiomas o música–, sólo se podría explicar por su genuino amor por el conocimiento en sus diversas manifestaciones.

En julio pasado supe que a esto se le llama polimatía: sabiduría que abarca conocimientos diversos. Edgar Morin lo llamaría pensamiento complejo. Para esta entrega, la última del año, me desvío –aunque no tanto en realidad– de los temas que generalmente abarca este espacio. Si lo hago es por el riesgo que este tema supone para sociedades enteras.

Y es que una nueva forma de barbarie se ha normalizado en nuestra época. Se enseña en la universidad –lo digo respetuosamente en tanto profesor universitario–, se reproduce en los medios –lo digo orgulloso de formar parte de uno– y se ejerce diariamente en la vida cotidiana. Me refiero a la hiperespecialización, o a lo que el propio Morin llamó “la inteligencia ciega”. Contrario a tiempos como los de Sor Juana, hoy es un halago ser especialista en tal o cual cosa, a fuerza de cercenar todo conocimiento que en apariencia resulte inútil o inservible. No obstante, Ortega y Gasset atinó a decir que “el especialista sabe muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto”.

Esta variante de oscurantismo preocupa porque alimenta dinámicas tan actuales y peligrosas para la sociedad como la polarización, la desinformación, el maniqueísmo o la cultura de la cancelación. Así, el neurocirujano se informa de política nacional a través de memes –no necesita más. Una nutrióloga podrá decir que la sociedad es gorda porque quiere. El religioso piensa que las decisiones entre inconvenientes no existen. Al politólogo no le alcanzan sus conocimientos de mecánica para abrir un extintor de fuego.

La desinformación, por ejemplo, no podría entenderse sin la ambigüedad del mundo VICA –volátil, incierto, complejo y ambiguo. Todo puede ser o no ser en función de nuestras creencias y paradigmas. Y un paso más adelante se encuentra el relativismo. El problema empieza, no obstante, como apuntó Timothy Snyder en su libro Sobre la Tiranía, cuando la verdad y los datos duros se vuelven irrelevantes en una sociedad oracular en vez de fáctica.

Morin entiende que el conocimiento sea discriminación: selección de datos significativos y rechazo de datos no significativos. Entiende que el conocimiento separe pero también tendría que unir esos hilos conductores en las complejidades de lo real. El teólogo católico y apologista francés Blas Pascal lo plasma de manera inmejorable: “[Todas las cosas] son causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas, y que todas subsisten por un lazo natural e insensible que liga a las más alejadas y a las más diferentes”.

A la civilización le vendrá bien mujeres y hombres polímatas. Y, de paso, también a nuestra vida y oficio.

Discanto: Apreciable lector, a partir de hoy su servidor se tomará unas vacaciones –quisiera pensar merecidas. Aprovecho para agradecer su amable y generosa interacción en este espacio durante el año. Nos leeremos de nuevo, Dios mediante, el 13 de enero de 2023. Le deseo una inmejorable Navidad y un grandísimo Año Nuevo.


Consultor

carbglass16@hotmail.com