/ domingo 8 de agosto de 2021

Vacunación COVID-19 y la difícil relación entre comunicación y ciencia

Por Constanza García Gentil


La carrera hacia la vacunación contra el COVID-19 ha estado llena de obstáculos. Muchos países, sin importar cuánto hayan avanzado, cuentan con ciudadanos que no desean vacunarse: ya sea por desconfianza o un sinfín de razones que van desde las libertades individuales hasta las teorías de conspiración.

Sin embargo, esto denota más que un pensamiento individualista o el simple rechazo al inmunizante.

¿El problema es con la ciencia o con los errores de comunicación y desinformación sobre ella? Para poder comunicar exitosamente se necesita un código unificado de significados comunes a un grupo; hablamos de consenso en términos de lenguaje cuando existe una idea esencialmente común sobre algún símbolo.

La ciencia es exitosa como referente porque existe un código universal acerca de sus procesos y resultados. En otras palabras, es demostrable. Debido a sus métodos estrictos, se presenta como un espacio libre de pasiones o deliberaciones sin rumbo. ¿Qué significa entonces que, ante una crisis de este tamaño, surjan tantos desacuerdos sobre lo que se creía ser un código universal para las personas?

La ciencia no tiene como fin la polarización, pero sí tiene un fin. El sociólogo Max Weber consideró que uno de los fines más importantes de la ciencia es el orientar nuestro comportamiento para poner en práctica los hallazgos científicos. Los avances científicos han permitido el desarrollo, pero también han estado detrás de objetivos poco loables y hasta destructivos. La ciencia no es objetiva simplemente porque ningún proceso realizado por un ser humano puede serlo. La escritora estadounidense Rebecca Solnit define la objetividad como el hablar desde ningún lugar. Esto es imposible para un ser humano que es producto de su entorno.

Esto, aunado al hecho de que la ciencia y su desarrollo en áreas específicas es promovida y financiada por distintos entes con propósitos definidos, muestra que no es un lugar infalible ni de racionalidad pura.

El astrónomo Giordano Bruno fue quemado vivo en el año 1600 a manos de la inquisición pues se consideraba que sus ideas eran una amenaza. La justificación detrás de su ejecución fue “el deseo de servir a la libertad y promover el bien común”. En términos comunicativos, en este episodio, la ciencia no era una aliada para el bien común. Más allá de sus hallazgos en sí, fue el proceso comunicativo, la poca comprensión de ellos y el statu quo lo que derivó en su ejecución.

La desinformación resulta en una comunicación peligrosa sobre las vacunas contra el COVID-19. El diálogo y la libertad de expresión son necesarios, pero cuando sus conclusiones derivan en algo que atenta activamente contra el bien común, tienen que ser regulados. Y la única manera de hacerlo es desde las autoridades, con políticas públicas que orillen a las personas a llegar a la conclusión de que vacunarse es la mejor opción.

La ciencia en este caso también tiene un fin: el de reducir las muertes y contagios. Y, después de más de 4 millones de muertos por COVID-19 en el mundo, el fin sí justifica los medios.

Twitter: @cons_gentil


Por Constanza García Gentil


La carrera hacia la vacunación contra el COVID-19 ha estado llena de obstáculos. Muchos países, sin importar cuánto hayan avanzado, cuentan con ciudadanos que no desean vacunarse: ya sea por desconfianza o un sinfín de razones que van desde las libertades individuales hasta las teorías de conspiración.

Sin embargo, esto denota más que un pensamiento individualista o el simple rechazo al inmunizante.

¿El problema es con la ciencia o con los errores de comunicación y desinformación sobre ella? Para poder comunicar exitosamente se necesita un código unificado de significados comunes a un grupo; hablamos de consenso en términos de lenguaje cuando existe una idea esencialmente común sobre algún símbolo.

La ciencia es exitosa como referente porque existe un código universal acerca de sus procesos y resultados. En otras palabras, es demostrable. Debido a sus métodos estrictos, se presenta como un espacio libre de pasiones o deliberaciones sin rumbo. ¿Qué significa entonces que, ante una crisis de este tamaño, surjan tantos desacuerdos sobre lo que se creía ser un código universal para las personas?

La ciencia no tiene como fin la polarización, pero sí tiene un fin. El sociólogo Max Weber consideró que uno de los fines más importantes de la ciencia es el orientar nuestro comportamiento para poner en práctica los hallazgos científicos. Los avances científicos han permitido el desarrollo, pero también han estado detrás de objetivos poco loables y hasta destructivos. La ciencia no es objetiva simplemente porque ningún proceso realizado por un ser humano puede serlo. La escritora estadounidense Rebecca Solnit define la objetividad como el hablar desde ningún lugar. Esto es imposible para un ser humano que es producto de su entorno.

Esto, aunado al hecho de que la ciencia y su desarrollo en áreas específicas es promovida y financiada por distintos entes con propósitos definidos, muestra que no es un lugar infalible ni de racionalidad pura.

El astrónomo Giordano Bruno fue quemado vivo en el año 1600 a manos de la inquisición pues se consideraba que sus ideas eran una amenaza. La justificación detrás de su ejecución fue “el deseo de servir a la libertad y promover el bien común”. En términos comunicativos, en este episodio, la ciencia no era una aliada para el bien común. Más allá de sus hallazgos en sí, fue el proceso comunicativo, la poca comprensión de ellos y el statu quo lo que derivó en su ejecución.

La desinformación resulta en una comunicación peligrosa sobre las vacunas contra el COVID-19. El diálogo y la libertad de expresión son necesarios, pero cuando sus conclusiones derivan en algo que atenta activamente contra el bien común, tienen que ser regulados. Y la única manera de hacerlo es desde las autoridades, con políticas públicas que orillen a las personas a llegar a la conclusión de que vacunarse es la mejor opción.

La ciencia en este caso también tiene un fin: el de reducir las muertes y contagios. Y, después de más de 4 millones de muertos por COVID-19 en el mundo, el fin sí justifica los medios.

Twitter: @cons_gentil