/ domingo 22 de mayo de 2016

Carlos Siula

Previsible triunfo de la extrema derecha en Austria prefigura una crisis grave con la UE

PARÍS, Francia.- La victoria del candidato de extrema derecha Norbert Hofer en la segunda vuelta de la elección presidencial de hoy en Austria amenaza con abrir una profunda crisis dentro de la Unión Europea (UE).

Los últimos sondeos pronostican que Hofer, candidato del Partido de la Libertad (FPÖ), obtendrá al menos 53 por ciento de los votos frente al candidato ecologista Alexander van der Bellen.

“Con la extrema derecha no hay debate ni diálogo posible”, anticipó el luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la UE. El apoyo popular que suscita la plataforma populista del FPÖ traduce, a su juicio, la angustia que padece una parte de la población austriaca y de otros países de la región por la policrisis que comenzó en 2008 y se agravó en los últimos años con la llegada masiva de migrantes. “¿En qué Europa viviríamos si aceptamos las ideas que postulan [los populistas]? ¿Una Europa ansiosa que se caracterizaría por el rechazo del prójimo? Esa Europa no sería la nuestra”, sentenció.

Después de esa clara reafirmación de principios, es difícil imaginar una actitud complaciente de las autoridades de Bruselas frente al nuevo poder de Viena. Si la situación evoluciona como todo parece indicar, Austria podría convertirse a corto plazo en el primer miembro de la UE gobernado por la extrema derecha. Hofer anunció que, si gana hoy, disolverá el Parlamento y convocará a elecciones legislativas, probablemente en el tercer trimestre de este año.

En ese caso, el candidato del FPÖ a la cancillería (jefatura del Gobierno) sería Heinz-Christian Strache, de 46 años, un técnico dentista que es, en realidad, el verdadero líder de la extrema derecha austriaca. “Comparado con Strache, Viktor Orban [el excesivo presidente de Hungría] es un niño de pecho”, denunció el candidato ecologista van der Bellen. Varias fotos de los años 1985-87 lo muestran con tres dedos de la mano derecha en alto, signo de reconocimiento de los grupos neonazis europeos.

HEINZ-CHRISTIAN Strache. El poder en la sombra.

Heredero del líder histórico de la extrema derecha, Jörg Haider, Strache es un católico integrista que denuncia con igual vigor a los “traidores” de la socialdemocracia y conservadores -los dos partidos que se alternaron en el poder desde 1945- y a los musulmanes, a quienes considera como “caballos de Troya del yihadismo”. Profundamente xenófobo, es hostil a la adhesión de Turquía a la UE, y partidario de cerrar las puertas del país a todos los extranjeros. Como un gran defensor del idioma alemán, además propicia “reducir drásticamente” la influencia del inglés.

La eminencia gris que se mueve detrás de ambos dirigentes es Herbert Kickl. Ese diputado de 47 años, que también era el principal consejero de Haider, está considerado como el ideólogo de la extrema derecha.

HERBERT KICKL. El ideólogo de la nostalgia.

Mucho más perspicaz que otros dirigentes de su partido -rígidos pangermanistas nostálgicos del Tercer Reich-, sus adversarios lo acusan de tratar de inocular sutilmente la ideología-nacionalista al país.

En todo caso, aunque no todos terminarán votando hoy al FPÖ, casi 70 por ciento de la opinión pública “comparte” la “mayoría de los argumentos” popularizados a través de los años por la extrema derecha. Gracias al tremendo impacto emocional provocado por los 90 mil refugiados que pidieron el asilo en 2015 más otros 750 mil que atravesaron el país en el último año para dirigirse a Alemania, una gran parte del electorado se sintió traicionada por los dos grandes partidos, el SPÖ socialdemócrata y los conservadores del ÖVP. Desde que comenzó la crisis de la migración, hace un año, la extrema derecha ganó 10 puntos en los sondeos.

Frente a la previsible llegada de la extrema derecha al poder en Austria -en un proceso de dos etapas que se prolongará probablemente hasta octubre-, la gran incógnita reside en saber cuál es el impacto que tendrá ese acontecimiento sin precedentes en Europa.

Por lo pronto, la presencia de un “cuerpo ideológicamente extraño” en el corazón de Europa agudizará la fisura que se abrió en los últimos años entre el llamado “núcleo democrático” de la UE y los países de Europa del Este que han ido deslizándose en forma progresiva hacia posiciones de derecha, populistas, totalitarias, xenófobas e incluso racistas. Ese es el caso de los cuatro países del grupo de Visegrad (Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia).

Un gobierno de extrema derecha en Viena podría sentirse tentado a resucitar -de manera informal- una alianza que recrearía el espíritu del Imperio Austro-Húngaro, cuyo territorio se extendía sobre los cuatro miembros del Grupo de Visegrad más una parte de los Balcanes. Uno de los principios que cimentó la unidad de ese imperio fue su hostilidad al Imperio Otomano, cuya expansión se detuvo frente a las puertas de Viena en 1529. [No en vano el discurso de “invasión musulmana” tiene un fuerte eco en toda esa región]. Una resurrección del Imperio Austro-Húngaro, aunque solo sea simbólica, remitiría el corazón de Europa Central -epicentro de innumerables conflictos del pasado- a las cenizas mal apagadas de la Primera Guerra Mundial.

La llegada de la extrema derecha al poder en Austria significaría, por otra parte, un estímulo para otros líderes europeos que esperan la hora propicia para dar un zarpazo al poder: Geert Wilders en Holanda, Marine Le Pen en Francia y Frauke Petry en Alemania. También hay fuertes partidos de extrema derecha en Suecia, Noruega, Dinamarca, Rumania, Bulgaria y los países bálticos (Estonia, Lituania y Letonia), aunque con menos posibilidades de llegar a breve plazo al poder.

Una polarización de esa índole marcaría un virtual fracaso de la UE, pues significaría que -después de haber vencido al nazismo en 1945 y al comunismo en 1991– Europa vuelve a dejarse tentar por los demonios que la condujeron al borde del abismo.

Previsible triunfo de la extrema derecha en Austria prefigura una crisis grave con la UE

PARÍS, Francia.- La victoria del candidato de extrema derecha Norbert Hofer en la segunda vuelta de la elección presidencial de hoy en Austria amenaza con abrir una profunda crisis dentro de la Unión Europea (UE).

Los últimos sondeos pronostican que Hofer, candidato del Partido de la Libertad (FPÖ), obtendrá al menos 53 por ciento de los votos frente al candidato ecologista Alexander van der Bellen.

“Con la extrema derecha no hay debate ni diálogo posible”, anticipó el luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la UE. El apoyo popular que suscita la plataforma populista del FPÖ traduce, a su juicio, la angustia que padece una parte de la población austriaca y de otros países de la región por la policrisis que comenzó en 2008 y se agravó en los últimos años con la llegada masiva de migrantes. “¿En qué Europa viviríamos si aceptamos las ideas que postulan [los populistas]? ¿Una Europa ansiosa que se caracterizaría por el rechazo del prójimo? Esa Europa no sería la nuestra”, sentenció.

Después de esa clara reafirmación de principios, es difícil imaginar una actitud complaciente de las autoridades de Bruselas frente al nuevo poder de Viena. Si la situación evoluciona como todo parece indicar, Austria podría convertirse a corto plazo en el primer miembro de la UE gobernado por la extrema derecha. Hofer anunció que, si gana hoy, disolverá el Parlamento y convocará a elecciones legislativas, probablemente en el tercer trimestre de este año.

En ese caso, el candidato del FPÖ a la cancillería (jefatura del Gobierno) sería Heinz-Christian Strache, de 46 años, un técnico dentista que es, en realidad, el verdadero líder de la extrema derecha austriaca. “Comparado con Strache, Viktor Orban [el excesivo presidente de Hungría] es un niño de pecho”, denunció el candidato ecologista van der Bellen. Varias fotos de los años 1985-87 lo muestran con tres dedos de la mano derecha en alto, signo de reconocimiento de los grupos neonazis europeos.

HEINZ-CHRISTIAN Strache. El poder en la sombra.

Heredero del líder histórico de la extrema derecha, Jörg Haider, Strache es un católico integrista que denuncia con igual vigor a los “traidores” de la socialdemocracia y conservadores -los dos partidos que se alternaron en el poder desde 1945- y a los musulmanes, a quienes considera como “caballos de Troya del yihadismo”. Profundamente xenófobo, es hostil a la adhesión de Turquía a la UE, y partidario de cerrar las puertas del país a todos los extranjeros. Como un gran defensor del idioma alemán, además propicia “reducir drásticamente” la influencia del inglés.

La eminencia gris que se mueve detrás de ambos dirigentes es Herbert Kickl. Ese diputado de 47 años, que también era el principal consejero de Haider, está considerado como el ideólogo de la extrema derecha.

HERBERT KICKL. El ideólogo de la nostalgia.

Mucho más perspicaz que otros dirigentes de su partido -rígidos pangermanistas nostálgicos del Tercer Reich-, sus adversarios lo acusan de tratar de inocular sutilmente la ideología-nacionalista al país.

En todo caso, aunque no todos terminarán votando hoy al FPÖ, casi 70 por ciento de la opinión pública “comparte” la “mayoría de los argumentos” popularizados a través de los años por la extrema derecha. Gracias al tremendo impacto emocional provocado por los 90 mil refugiados que pidieron el asilo en 2015 más otros 750 mil que atravesaron el país en el último año para dirigirse a Alemania, una gran parte del electorado se sintió traicionada por los dos grandes partidos, el SPÖ socialdemócrata y los conservadores del ÖVP. Desde que comenzó la crisis de la migración, hace un año, la extrema derecha ganó 10 puntos en los sondeos.

Frente a la previsible llegada de la extrema derecha al poder en Austria -en un proceso de dos etapas que se prolongará probablemente hasta octubre-, la gran incógnita reside en saber cuál es el impacto que tendrá ese acontecimiento sin precedentes en Europa.

Por lo pronto, la presencia de un “cuerpo ideológicamente extraño” en el corazón de Europa agudizará la fisura que se abrió en los últimos años entre el llamado “núcleo democrático” de la UE y los países de Europa del Este que han ido deslizándose en forma progresiva hacia posiciones de derecha, populistas, totalitarias, xenófobas e incluso racistas. Ese es el caso de los cuatro países del grupo de Visegrad (Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia).

Un gobierno de extrema derecha en Viena podría sentirse tentado a resucitar -de manera informal- una alianza que recrearía el espíritu del Imperio Austro-Húngaro, cuyo territorio se extendía sobre los cuatro miembros del Grupo de Visegrad más una parte de los Balcanes. Uno de los principios que cimentó la unidad de ese imperio fue su hostilidad al Imperio Otomano, cuya expansión se detuvo frente a las puertas de Viena en 1529. [No en vano el discurso de “invasión musulmana” tiene un fuerte eco en toda esa región]. Una resurrección del Imperio Austro-Húngaro, aunque solo sea simbólica, remitiría el corazón de Europa Central -epicentro de innumerables conflictos del pasado- a las cenizas mal apagadas de la Primera Guerra Mundial.

La llegada de la extrema derecha al poder en Austria significaría, por otra parte, un estímulo para otros líderes europeos que esperan la hora propicia para dar un zarpazo al poder: Geert Wilders en Holanda, Marine Le Pen en Francia y Frauke Petry en Alemania. También hay fuertes partidos de extrema derecha en Suecia, Noruega, Dinamarca, Rumania, Bulgaria y los países bálticos (Estonia, Lituania y Letonia), aunque con menos posibilidades de llegar a breve plazo al poder.

Una polarización de esa índole marcaría un virtual fracaso de la UE, pues significaría que -después de haber vencido al nazismo en 1945 y al comunismo en 1991– Europa vuelve a dejarse tentar por los demonios que la condujeron al borde del abismo.