/ miércoles 23 de noviembre de 2016

Desde tierras olímpicas

Una promesa que suena a broma o, incluso, a burla hacia la anterior sede olímpica: que el Centro Acuático de Tokio 2020 no incluirá una piscina en enigmático color verde.

Si una imagen puede resumir el caos que rodeó a la organización de los Juegos de Río 2016, esa es, sin duda, la de las aguas verdes hacia las que se lanzaban los clavadistas y en las que competían los waterpolistas. Claro, también tuvimos las protestas adversas al evento, las manifestaciones de policías en huelga con letreros que clamaban “bienvenidos al infierno”, las quejas por la contaminación de la Bahía de Guanabara, el caimán que invadió el campo de golf en plena competencia, el pesado tránsito carioca… pero la fotografía que mejor reflejó el desconcierto de esa organización fue la de la piscina verde; la más repetida, la más mostrada, la más viralizada en redes.

Tokio 2020 ha enfrentado numerosos problemas para definir el Centro Acuático de los próximos Olímpicos. Ante el incremento del presupuesto requerido para levantar todas las instalaciones, sus autoridades optaron por aprovechar la infraestructura ya existente tanto en esa capital como en otros sitios de Japón. Algo lógico, pese a la promesa inicial de albergar 28 de 31 disciplinas en un diámetro máximo de 10 kilómetros. Así, en octubre se planteó con insistencia que el complejo Tatsumi, para menos de cuatro mil espectadores, se usaría en detrimento de un costoso escenario nuevo.

Los últimos reportes y la presión de la Federación Internacional de Natación (Fina), apuntan a que inevitablemente se erigirá un nuevo Centro Acuático y esa es la genuina noticia… aunque parece curiosa la manera en que se planteó, afirmando que, al menos, su piscina no será verde.

La relación entre Fina y Río 2016 fue complicada. Tanto, que el organismo acudió a esos Juegos bajo protesta por las condiciones en que se entregaron los sitios de competencia. Con esa frase se reabre la vieja herida, al tiempo que se pretende diferenciar ese episodio del que desde hace un par de meses acontece en Japón: todo un pulso por el monto a desembolsarse para los deportes acuáticos.

Evidentemente, no serán en piscina verde, ni en Tokio ni en otra sede olímpica, tras el bochorno brasileño de 2016. Twitter/albertolati

Una promesa que suena a broma o, incluso, a burla hacia la anterior sede olímpica: que el Centro Acuático de Tokio 2020 no incluirá una piscina en enigmático color verde.

Si una imagen puede resumir el caos que rodeó a la organización de los Juegos de Río 2016, esa es, sin duda, la de las aguas verdes hacia las que se lanzaban los clavadistas y en las que competían los waterpolistas. Claro, también tuvimos las protestas adversas al evento, las manifestaciones de policías en huelga con letreros que clamaban “bienvenidos al infierno”, las quejas por la contaminación de la Bahía de Guanabara, el caimán que invadió el campo de golf en plena competencia, el pesado tránsito carioca… pero la fotografía que mejor reflejó el desconcierto de esa organización fue la de la piscina verde; la más repetida, la más mostrada, la más viralizada en redes.

Tokio 2020 ha enfrentado numerosos problemas para definir el Centro Acuático de los próximos Olímpicos. Ante el incremento del presupuesto requerido para levantar todas las instalaciones, sus autoridades optaron por aprovechar la infraestructura ya existente tanto en esa capital como en otros sitios de Japón. Algo lógico, pese a la promesa inicial de albergar 28 de 31 disciplinas en un diámetro máximo de 10 kilómetros. Así, en octubre se planteó con insistencia que el complejo Tatsumi, para menos de cuatro mil espectadores, se usaría en detrimento de un costoso escenario nuevo.

Los últimos reportes y la presión de la Federación Internacional de Natación (Fina), apuntan a que inevitablemente se erigirá un nuevo Centro Acuático y esa es la genuina noticia… aunque parece curiosa la manera en que se planteó, afirmando que, al menos, su piscina no será verde.

La relación entre Fina y Río 2016 fue complicada. Tanto, que el organismo acudió a esos Juegos bajo protesta por las condiciones en que se entregaron los sitios de competencia. Con esa frase se reabre la vieja herida, al tiempo que se pretende diferenciar ese episodio del que desde hace un par de meses acontece en Japón: todo un pulso por el monto a desembolsarse para los deportes acuáticos.

Evidentemente, no serán en piscina verde, ni en Tokio ni en otra sede olímpica, tras el bochorno brasileño de 2016. Twitter/albertolati

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