/ miércoles 16 de agosto de 2017

El límite en el TLCAN

La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte definirá el futuro de la economía mexicana, particularmente por el peso que tiene el intercambio con Estados Unidos: más de 500 mil millones de dólares al año entre exportaciones e importaciones, cerca del 50% del PIB de México.

Después de 23 de vigencia, el TLCAN enfrenta una renegociación, que en México se insiste en denominar modernización, que no ve hacia el futuro y que, en consecuencia, corre el riesgo de no favorecer el desarrollo económico de América del Norte.

En lugar de plantear una profundización de la vinculación económica entre las tres naciones, el punto de partida es de inconformidad y cuestionamiento sobre los beneficios del tratado, particularmente en materia laboral y de inversión productiva.

En el documento Summary of Objectives for the NAFTA Renegotiation, el gobierno norteamericano plantea que el tratado ha propiciado “problemas para muchos trabajadores” de su país y que los déficits comerciales causaron el cierre de “miles de fábricas”. El propósito expresado por el gobierno estadounidense no es avanzar en la relación con México y Canadá, sino el de evitar que sus socios comerciales sigan sacando ventaja de Estados Unidos.

De lado queda plantear cómo aprovechar la capacidad potencial de América del Norte para construir una región más competitiva y de mayor productividad. No se plantea utilizar y potenciar sus ventajas energéticas, geográficas, de capital humano y de los estrechos vínculos establecidos gracias a los encadenamientos industriales y de inversión extranjera directa que se han creado durante las últimas décadas. Lo anterior representa el principal desafío: el análisis del gobierno norteamericano no entiende que sus pérdidas fueron por carencia de un programa de Desarrollo Industrial de Competitividad Sistémica capaz de enfrentar exitosamente el avance que se registra en el Pacifico asiático, la región que ha ganado una mayor proporción de mercado en Estados Unidos, México y Canadá en proveeduría de insumos intermedios industriales.

Desde los años 70, Japón, China, Corea del Sur, Malasia, Indonesia, Vietnam, Singapur, Taiwán, Hong Kong y la India, impulsaron la aplicación de una política industrial y la construcción de infraestructura moderna para competir globalmente. En Estados Unidos se apostó por el corto plazo: mudar sus empresas manufactureras a esos países, por ello perdió empleo e inversión. El gobierno de Donald Trump quiere recuperar de México lo que perdió con Asia y por el progreso tecnológico, no lo podrá realizar, aun si impone sus condiciones.

Para México y Canadá la primera línea de defensa se encuentra en las grandes empresas de Estados Unidos, las grandes beneficiarias del TLCAN: 200 de las más grandes concentran el 50% de las importaciones que ese país realiza de ambas naciones, son las que han presionado púbicamente para que no realicen grandes modificaciones al TLCAN. No obstante, no será suficiente para que América del Norte supere los obstáculos de productividad y competitividad que lo han dejado en desventaja frente al Pacífico Asiático.

Sí el presidente de Estados Unidos no cambia de postura y sigue amagando con salirse del TLCAN, y sí los gobiernos de México y Canadá se concentran en conservar en tratado bajo su conformación actual, el resultado de la renegociación no podrá propiciar la creación de las capacidades productivas que la competencia global reclama y América del Norte seguirá perdiendo empleo e inversiones frente al Pacífico Asiático.

*Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte definirá el futuro de la economía mexicana, particularmente por el peso que tiene el intercambio con Estados Unidos: más de 500 mil millones de dólares al año entre exportaciones e importaciones, cerca del 50% del PIB de México.

Después de 23 de vigencia, el TLCAN enfrenta una renegociación, que en México se insiste en denominar modernización, que no ve hacia el futuro y que, en consecuencia, corre el riesgo de no favorecer el desarrollo económico de América del Norte.

En lugar de plantear una profundización de la vinculación económica entre las tres naciones, el punto de partida es de inconformidad y cuestionamiento sobre los beneficios del tratado, particularmente en materia laboral y de inversión productiva.

En el documento Summary of Objectives for the NAFTA Renegotiation, el gobierno norteamericano plantea que el tratado ha propiciado “problemas para muchos trabajadores” de su país y que los déficits comerciales causaron el cierre de “miles de fábricas”. El propósito expresado por el gobierno estadounidense no es avanzar en la relación con México y Canadá, sino el de evitar que sus socios comerciales sigan sacando ventaja de Estados Unidos.

De lado queda plantear cómo aprovechar la capacidad potencial de América del Norte para construir una región más competitiva y de mayor productividad. No se plantea utilizar y potenciar sus ventajas energéticas, geográficas, de capital humano y de los estrechos vínculos establecidos gracias a los encadenamientos industriales y de inversión extranjera directa que se han creado durante las últimas décadas. Lo anterior representa el principal desafío: el análisis del gobierno norteamericano no entiende que sus pérdidas fueron por carencia de un programa de Desarrollo Industrial de Competitividad Sistémica capaz de enfrentar exitosamente el avance que se registra en el Pacifico asiático, la región que ha ganado una mayor proporción de mercado en Estados Unidos, México y Canadá en proveeduría de insumos intermedios industriales.

Desde los años 70, Japón, China, Corea del Sur, Malasia, Indonesia, Vietnam, Singapur, Taiwán, Hong Kong y la India, impulsaron la aplicación de una política industrial y la construcción de infraestructura moderna para competir globalmente. En Estados Unidos se apostó por el corto plazo: mudar sus empresas manufactureras a esos países, por ello perdió empleo e inversión. El gobierno de Donald Trump quiere recuperar de México lo que perdió con Asia y por el progreso tecnológico, no lo podrá realizar, aun si impone sus condiciones.

Para México y Canadá la primera línea de defensa se encuentra en las grandes empresas de Estados Unidos, las grandes beneficiarias del TLCAN: 200 de las más grandes concentran el 50% de las importaciones que ese país realiza de ambas naciones, son las que han presionado púbicamente para que no realicen grandes modificaciones al TLCAN. No obstante, no será suficiente para que América del Norte supere los obstáculos de productividad y competitividad que lo han dejado en desventaja frente al Pacífico Asiático.

Sí el presidente de Estados Unidos no cambia de postura y sigue amagando con salirse del TLCAN, y sí los gobiernos de México y Canadá se concentran en conservar en tratado bajo su conformación actual, el resultado de la renegociación no podrá propiciar la creación de las capacidades productivas que la competencia global reclama y América del Norte seguirá perdiendo empleo e inversiones frente al Pacífico Asiático.

*Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico