/ sábado 2 de septiembre de 2023

Alfabetización informacional: ¿qué es y para qué sirve?

En una época en la que lo que más abunda son los contenidos mediáticos y digitales de todo tipo y calidades, es importante conocer qué es la alfabetización informacional y, sobre todo, ¿para qué nos puede servir en nuestra vida diaria? De acuerdo con datos de la agencia Statista sobre el uso de internet en México, en 2023 el país cuenta con poco más de 104 millones de usuarios, lo que representa 78.37% de la población. Del total de usuarios, 89.2% lo utiliza diariamente y, de esta cifra, los cuatro usos más frecuentes son: comunicarse (93.8%), buscar información (89.9%), acceder a redes sociales (89.8%) y entretenerse (88.5%). Además, con base en los datos de la Encuesta Nacional Sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2022 del INEGI, los grupos de edad que más utilizan internet están entre los más jóvenes: 18 a 24 años (95.1%), 25 a 34 años (92.8%), 12 a 17 años (92.4%) y 35 a 44 años (87.1%). El grupo que menos utiliza internet es el de 55 años o más (47.6%). Por último, en promedio, el acceso diario a internet en 2022 fue de 4.5 horas. Si quitamos las ocho horas que, en teoría, deberíamos dormir diariamente empleamos más de una cuarta parte de nuestras horas disponibles en internet y redes sociales (28.12%).

Como podemos ver, el acceso a internet es un aspecto crucial de nuestra vida cotidiana –y lo es aún más para los más jóvenes—en términos de comunicación, información y entretenimiento. De aquí la importancia de la alfabetización informacional en un entorno comunicacional que, sin duda, es el más complejo de la historia. La información es la base para poder ejercer nuestros derechos, para poder participar, exigir y decidir.

En este contexto digital, la alfabetización informacional se refiere a la capacidad que nos permite comprender la lógica, los formatos y los contenidos de la información a través de identificar su credibilidad, su calidad, su relevancia y su diferencia frente a otros tipos de contenidos que, en lugar de informar pretenden entretener o persuadir.

La pregunta central en la alfabetización informacional que debemos hacernos frente a un contenido es, “¿esto trata de informarme o de influir en mí?” El formato noticioso –que encontramos en algunos periódicos, sitios web de noticias o noticieros--es el único que, en estricto sentido, busca informarnos sin persuadirnos: esto es, simplemente alertarnos sobre un tema de un modo, en teoría, equilibrado, imparcial y documentado, aunque no es el único formato del que podemos obtener información

En este caso, podemos obtener información de formatos que pueden tomar muchos elementos del entretenimiento. Por ejemplo, un documental sobre el cambio climático o sobre el sistema solar. Y también podemos obtener información de un programa de opinión. Aunque, en estos casos –documentales, programas de opinión o columnas de opinión, como ésta--, la información que se nos brinda parte de un punto de vista particular que, idealmente basado en argumentos, datos y razones, nos quiere persuadir de que lo expuesto es razonable, útil, novedoso o relevante. De este modo, distinguir entre “noticia” y “opinión” es una habilidad clave de la alfabetización informacional: las dos pueden contener información, pero mientras la noticia sólo expone el asunto, la opinión lo califica y propone un punto de vista.

Hay otro tipo de contenidos que podría parecer información, pero no lo es. Uno es la publicidad que, en principio, debería ser muy clara en su intención de promocionar un producto o un servicio. Sin embargo, se vuelve difícil distinguirla en formatos como los “infomerciales”, piezas que buscan parecer una noticia, pero en realidad promueven algún producto o servicio, o los programas de TV enteramente dedicados a la venta.

No obstante, quizá el tipo de contenido que pueda resultar más engañoso sea la propaganda y aquí es donde la alfabetización informacional nos es más útil. La propaganda busca generar una provocación mediante el uso de contenidos parcialmente verdaderos, distorsionados, fuera de contexto o, de plano, falsos para manipularnos. A primera vista, podría confundirse con la opinión, pero la distinguen dos aspectos. Uno, a diferencia de la opinión, no busca persuadir con hechos y evidencia, sino promover un único punto de vista como verdad, sin matices, ni crítica. Dos, a diferencia de la opinión que expone razones, la propaganda presenta un mensaje exagerado y emocional en donde asuntos complejos se retratan de forma simplista, en blanco y negro.

Por ello, sobre todo ahora que tenemos un periodo electoral en puerta, hay que estar muy alerta para poder distinguir aquellos contenidos que nos informan de otros que tengan otros propósitos. Y no dejarnos llevar por mensajes propagandísticos que pretendan manipular nuestras emociones.

En una época en la que lo que más abunda son los contenidos mediáticos y digitales de todo tipo y calidades, es importante conocer qué es la alfabetización informacional y, sobre todo, ¿para qué nos puede servir en nuestra vida diaria? De acuerdo con datos de la agencia Statista sobre el uso de internet en México, en 2023 el país cuenta con poco más de 104 millones de usuarios, lo que representa 78.37% de la población. Del total de usuarios, 89.2% lo utiliza diariamente y, de esta cifra, los cuatro usos más frecuentes son: comunicarse (93.8%), buscar información (89.9%), acceder a redes sociales (89.8%) y entretenerse (88.5%). Además, con base en los datos de la Encuesta Nacional Sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2022 del INEGI, los grupos de edad que más utilizan internet están entre los más jóvenes: 18 a 24 años (95.1%), 25 a 34 años (92.8%), 12 a 17 años (92.4%) y 35 a 44 años (87.1%). El grupo que menos utiliza internet es el de 55 años o más (47.6%). Por último, en promedio, el acceso diario a internet en 2022 fue de 4.5 horas. Si quitamos las ocho horas que, en teoría, deberíamos dormir diariamente empleamos más de una cuarta parte de nuestras horas disponibles en internet y redes sociales (28.12%).

Como podemos ver, el acceso a internet es un aspecto crucial de nuestra vida cotidiana –y lo es aún más para los más jóvenes—en términos de comunicación, información y entretenimiento. De aquí la importancia de la alfabetización informacional en un entorno comunicacional que, sin duda, es el más complejo de la historia. La información es la base para poder ejercer nuestros derechos, para poder participar, exigir y decidir.

En este contexto digital, la alfabetización informacional se refiere a la capacidad que nos permite comprender la lógica, los formatos y los contenidos de la información a través de identificar su credibilidad, su calidad, su relevancia y su diferencia frente a otros tipos de contenidos que, en lugar de informar pretenden entretener o persuadir.

La pregunta central en la alfabetización informacional que debemos hacernos frente a un contenido es, “¿esto trata de informarme o de influir en mí?” El formato noticioso –que encontramos en algunos periódicos, sitios web de noticias o noticieros--es el único que, en estricto sentido, busca informarnos sin persuadirnos: esto es, simplemente alertarnos sobre un tema de un modo, en teoría, equilibrado, imparcial y documentado, aunque no es el único formato del que podemos obtener información

En este caso, podemos obtener información de formatos que pueden tomar muchos elementos del entretenimiento. Por ejemplo, un documental sobre el cambio climático o sobre el sistema solar. Y también podemos obtener información de un programa de opinión. Aunque, en estos casos –documentales, programas de opinión o columnas de opinión, como ésta--, la información que se nos brinda parte de un punto de vista particular que, idealmente basado en argumentos, datos y razones, nos quiere persuadir de que lo expuesto es razonable, útil, novedoso o relevante. De este modo, distinguir entre “noticia” y “opinión” es una habilidad clave de la alfabetización informacional: las dos pueden contener información, pero mientras la noticia sólo expone el asunto, la opinión lo califica y propone un punto de vista.

Hay otro tipo de contenidos que podría parecer información, pero no lo es. Uno es la publicidad que, en principio, debería ser muy clara en su intención de promocionar un producto o un servicio. Sin embargo, se vuelve difícil distinguirla en formatos como los “infomerciales”, piezas que buscan parecer una noticia, pero en realidad promueven algún producto o servicio, o los programas de TV enteramente dedicados a la venta.

No obstante, quizá el tipo de contenido que pueda resultar más engañoso sea la propaganda y aquí es donde la alfabetización informacional nos es más útil. La propaganda busca generar una provocación mediante el uso de contenidos parcialmente verdaderos, distorsionados, fuera de contexto o, de plano, falsos para manipularnos. A primera vista, podría confundirse con la opinión, pero la distinguen dos aspectos. Uno, a diferencia de la opinión, no busca persuadir con hechos y evidencia, sino promover un único punto de vista como verdad, sin matices, ni crítica. Dos, a diferencia de la opinión que expone razones, la propaganda presenta un mensaje exagerado y emocional en donde asuntos complejos se retratan de forma simplista, en blanco y negro.

Por ello, sobre todo ahora que tenemos un periodo electoral en puerta, hay que estar muy alerta para poder distinguir aquellos contenidos que nos informan de otros que tengan otros propósitos. Y no dejarnos llevar por mensajes propagandísticos que pretendan manipular nuestras emociones.