/ martes 18 de septiembre de 2018

Anáhuac Global | #RegulaciónChallenge: los retos virales

Por: Laura Coronado Contreras

Françoise Sagan decía que "cuando las personas tienen libertad para hacer lo que quieren, por lo general comienzan a imitarse." Dicha frase toma una gran relevancia en nuestros días ya que cientos de jóvenes han sido parte de los llamados “social challenges”, es decir, un fenómeno que en la búsqueda de diversión, aceptación o popularidad ha puesto en riesgo la vida de muchos y nos muestra la necesidad de contar con una regulación adecuada del Ciberespacio.

Con cuatro mil millones de usuarios de Internet, indudablemente nos encontramos en un metaespacio que permite la difusión de conocimiento o el intercambio de ideas de manera instantánea. Nunca habíamos interactuado tan ágilmente y desde cualquier parte del mundo como ahora. No obstante, la popularización tanto de teléfonos inteligentes como de redes sociales ha creado múltiples aristas de lo que circula en las plataformas digitales y, especialmente, de quienes acceden a los contenidos.

La “era de los retos” no es del todo nueva. En etapas de desarrollo de la personalidad como la adolescencia, el deseo de pertenecer a un grupo mimetizándose ha estado presente desde la antigüedad. Como mencionaba Aristóteles, “el imitar es connatural del hombre.” Lo preocupante es que los ídolos actuales (artistas, socialités, deportistas e “influencers”) parecieran más preocupados por sumar seguidores que en las repercusiones de su conducta en una sociedad que ve a los jóvenes como consumidores potenciales más que como personas.

Como señalaba Georg Christoph Lichtenberg, “a la gloria de los más famosos se adscribe siempre algo de la miopía de los admiradores” y lo que pudiese ser obviamente dañino a los ojos de un adulto, para un adolescente cuyo criterio se está formando pudiera resultarle atractivo. Ingerir detergente para lavavajillas, ponerse un gato como sombrero, aplicarse sal y hielo sobre la piel o bailar a lado de un coche en marcha son sólo unos ejemplos.

La popularidad –traducida en miles de likes- o como la llamaba Honoré de Balzac, la gloria, es “un veneno que hay que tomar en pequeñas dosis” y en un entorno en donde ambicionamos exponer nuestras vidas, generamos la necesidad de salir del anonimato. Sin embargo, ¿alguien recuerda quién y cómo inicio el mannequin challenge hace un par de años? Seguramente, muy pocos a pesar de haber sido bombardeados con políticos, empresarios y cantantes realizándolo. Por ello, podemos afirmar, como Coco Chanel lo hacía, que “todo lo que es moda, pasa de moda.”

¿Realmente es imposible que YouTube o Instagram supervisen los contenidos? ¿Vulnerarían la libertad de expresión? Si los usuarios no somos conscientes del uso que le damos a las redes sociales correremos el riesgo de que en aras de evitar peligro, los gobiernos -de manera local o regional- pretendan regular al ciberespacio creando normas poco eficientes contra realidades como la extraterritorialidad o protección global de derechos fundamentales. La diversión no debe estar confrontada con la responsabilidad, como diría Bertrand Russell, “el ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente es el último resultado de la civilización.” Ese es el reto.

*Investigadora Adscrita al Centro Anáhuac de Investigación en Relaciones Internacionales (CAIRI). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT.

Autora de: “La regulación global del Ciberespacio” y “Manual de Derecho Internacional Privado: casos prácticos” ambos por Editorial Porrúa.

Por: Laura Coronado Contreras

Françoise Sagan decía que "cuando las personas tienen libertad para hacer lo que quieren, por lo general comienzan a imitarse." Dicha frase toma una gran relevancia en nuestros días ya que cientos de jóvenes han sido parte de los llamados “social challenges”, es decir, un fenómeno que en la búsqueda de diversión, aceptación o popularidad ha puesto en riesgo la vida de muchos y nos muestra la necesidad de contar con una regulación adecuada del Ciberespacio.

Con cuatro mil millones de usuarios de Internet, indudablemente nos encontramos en un metaespacio que permite la difusión de conocimiento o el intercambio de ideas de manera instantánea. Nunca habíamos interactuado tan ágilmente y desde cualquier parte del mundo como ahora. No obstante, la popularización tanto de teléfonos inteligentes como de redes sociales ha creado múltiples aristas de lo que circula en las plataformas digitales y, especialmente, de quienes acceden a los contenidos.

La “era de los retos” no es del todo nueva. En etapas de desarrollo de la personalidad como la adolescencia, el deseo de pertenecer a un grupo mimetizándose ha estado presente desde la antigüedad. Como mencionaba Aristóteles, “el imitar es connatural del hombre.” Lo preocupante es que los ídolos actuales (artistas, socialités, deportistas e “influencers”) parecieran más preocupados por sumar seguidores que en las repercusiones de su conducta en una sociedad que ve a los jóvenes como consumidores potenciales más que como personas.

Como señalaba Georg Christoph Lichtenberg, “a la gloria de los más famosos se adscribe siempre algo de la miopía de los admiradores” y lo que pudiese ser obviamente dañino a los ojos de un adulto, para un adolescente cuyo criterio se está formando pudiera resultarle atractivo. Ingerir detergente para lavavajillas, ponerse un gato como sombrero, aplicarse sal y hielo sobre la piel o bailar a lado de un coche en marcha son sólo unos ejemplos.

La popularidad –traducida en miles de likes- o como la llamaba Honoré de Balzac, la gloria, es “un veneno que hay que tomar en pequeñas dosis” y en un entorno en donde ambicionamos exponer nuestras vidas, generamos la necesidad de salir del anonimato. Sin embargo, ¿alguien recuerda quién y cómo inicio el mannequin challenge hace un par de años? Seguramente, muy pocos a pesar de haber sido bombardeados con políticos, empresarios y cantantes realizándolo. Por ello, podemos afirmar, como Coco Chanel lo hacía, que “todo lo que es moda, pasa de moda.”

¿Realmente es imposible que YouTube o Instagram supervisen los contenidos? ¿Vulnerarían la libertad de expresión? Si los usuarios no somos conscientes del uso que le damos a las redes sociales correremos el riesgo de que en aras de evitar peligro, los gobiernos -de manera local o regional- pretendan regular al ciberespacio creando normas poco eficientes contra realidades como la extraterritorialidad o protección global de derechos fundamentales. La diversión no debe estar confrontada con la responsabilidad, como diría Bertrand Russell, “el ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente es el último resultado de la civilización.” Ese es el reto.

*Investigadora Adscrita al Centro Anáhuac de Investigación en Relaciones Internacionales (CAIRI). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT.

Autora de: “La regulación global del Ciberespacio” y “Manual de Derecho Internacional Privado: casos prácticos” ambos por Editorial Porrúa.