/ martes 22 de junio de 2021

¿Arabia Saudita feminista? Mujeres saudíes y Visión 2030

Por: Daniela Villegas


La mera idea de contemplar el abordaje de la condición de las mujeres de Arabia Saudita en la contemporaneidad suele venir acompañada de imágenes completamente contradictorias y muchas de las veces esencializantes. Por un lado, se les ubica como víctimas, excluidas de su sociedad, altamente patriarcal e islamista, o como empresarias pudientes, glamorosas y cosmopolitas que se benefician de un reino rico en petróleo.

Sin embargo, la vivencia de las saudíes es mucho más compleja que esos extremos muchas veces mostrados en la prensa internacional. La reciente noticia sobre el procedimiento legal que permitirá que las mujeres de la más conservadora monarquía de la península arábiga, puedan acceder a rentar o a tener un bien inmueble bajo su nombre y vivir solas sin la autorización de un hombre, en la figura de la tutela masculina, ha desatado una gran ola de felicitaciones entre distintos medios nacionales, británicos, franceses, así como una andanada de reflexiones en torno a las razones detrás de esta medida progresista.

“Una enmienda legal que respeta la decisión de las mujeres de independizarse” anunció el periódico saudí Makkah el 7 de junio pasado. En la edición no se menciona más que el nombre del abogado que participó de la enmienda, Nayef Al-Mansi, pero nada de su clienta, la escritora saudí Mariam Al Otaibi de 32 años, quien ganara el proceso jurídico para poder vivir sola. Desde hace tres años la escritora se encontraba en una batalla legal con su familia, que la había demandado por vivir y viajar sola, sin el permiso de su padre. Esto bajo la ley de absentismo que imperaba en Arabia Saudita.

Con el histórico fallo las autoridades sauditas eliminaron el párrafo b) del artículo 169 de la Ley de procedimiento ante los tribunales de la sharía, que señalaba que una mujer adulta soltera, divorciada o viuda sería entregada a su tutor masculino para ser reemplazado por “Una mujer adulta tiene derecho a elegir dónde vivir. El tutor de una mujer puede denunciarla solo si tiene pruebas que demuestren que cometió un delito”.

La medida a favor de las mujeres saudíes se inscribe dentro de una serie de reformas que en los últimos años les permiten trabajar, conducir automóviles y viajar sin el permiso de un tutor masculino. Gran parte de estos avances han sido instaurados por el príncipe heredero Mohammed bin Salman, desde que asumió el cargo en 2017 y como parte de su programa Vision 2030, que busca introducir reformas económicas y sociales para superar su dependencia del petróleo.

Aparejado con Vision 2030 se ha observado un rápido aumento de la fuerza laboral de las mujeres, como lo evidencia el think tank estadounidense Brookings Institute. De contarse en el año 2018 con un 19% de mujeres trabajando se ha pasado a un 33% de mujeres incorporadas a la fuerza laboral, a finales de 2020.

Hasta este punto, todos estos ajustes resultan a simple vista en buenas nuevas y mejores condiciones para las mujeres saudíes, quienes van un paso más adelante de ser consideradas legalmente como eternas menores de edad bajo una autoridad masculina a ciudadanas en todo su derecho en los términos de su ley islámica. Sin embargo, lo que a mis ojos se lee en estas medidas y el advenimiento de Vision 2030 es como el príncipe heredero Mohammed bin Salman vuelve sobre los pasos de sus antepasados, más específicamente Saud bin Abdulaziz Al Saud quien fuera rey de Arabia Saudita entre 1953 y 1964 e instituyera en 1959 con el apoyo de los ulemas, los hombres que estudian el Corán, la educación para las mujeres a nivel estatal.

Desde aquella década de 1960 cuando se inicia ampliamente la educación de las mujeres, el estado saudí ha oscilado en lo que respecta a sus políticas de género entre severas restricciones y una parcial liberalización, esto a razón de su incorporación al capitalismo global. Sin dejar a un lado los cimientos de su nacionalismo religioso, que dan soporte a la monarquía saudí, la mezcla de un fuerte wahabismo, ramificación político religiosa musulmana del sunismo del reformador islámico Muhammad ibn Abd-al-Wahhab y el moderno estado saudita fundado por el rey Abdelaziz bin Saud.

Históricamente la apropiación de las mujeres saudíes por parte de su estado, las ha convertido en un campo donde exhibir las posturas más conservadoras y puristas de las credenciales islámicas. Desde la fundación oficial del Reino de Arabia Saudita en 1932 como proyecto de una nación unificada religiosamente bajo las directrices del islam Wahhabi de corte ultraconservador y ahora con la amplia búsqueda de legitimidad internacional por su actual líder Mohammed bin Salman a través de su Vision 2030, en términos políticos y económicos, en su esfuerzo por ampliar la estabilidad de su monarquía, está permitiendo una serie de cambios en las vidas de las mujeres para la permanencia de su reinado.

Es posible que ahora en los tiempos actuales y en búsqueda de planes sobre cómo ampliar la economía más allá del petróleo ya no sea suficiente la legitimidad del estado únicamente a través de un nacionalismo religioso fundado en la rama del islam Wahhabi, sino que el actual príncipe heredero requiera ampliar su legitimación a través del uso del discurso de la amplitud de derechos políticos de sus ciudadanas mujeres para hacer frente al amplio poder de las autoridades religiosas.

Hoy, la búsqueda del estado de nuevos aliados locales y legitimidad internacional lo empuja a convertirse en un estado “feminista” en oposición a su carácter histórico como el estado más patriarcal. Además, ante los posibles desafíos de grupos disidentes islamistas, encuentra en las mujeres aliadas naturales contra la radicalización de los hombres que no les son funcionales a la monarquía.



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La mera idea de contemplar el abordaje de la condición de las mujeres de Arabia Saudita en la contemporaneidad suele venir acompañada de imágenes completamente contradictorias y muchas de las veces esencializantes. Por un lado, se les ubica como víctimas, excluidas de su sociedad, altamente patriarcal e islamista, o como empresarias pudientes, glamorosas y cosmopolitas que se benefician de un reino rico en petróleo.

Sin embargo, la vivencia de las saudíes es mucho más compleja que esos extremos muchas veces mostrados en la prensa internacional. La reciente noticia sobre el procedimiento legal que permitirá que las mujeres de la más conservadora monarquía de la península arábiga, puedan acceder a rentar o a tener un bien inmueble bajo su nombre y vivir solas sin la autorización de un hombre, en la figura de la tutela masculina, ha desatado una gran ola de felicitaciones entre distintos medios nacionales, británicos, franceses, así como una andanada de reflexiones en torno a las razones detrás de esta medida progresista.

“Una enmienda legal que respeta la decisión de las mujeres de independizarse” anunció el periódico saudí Makkah el 7 de junio pasado. En la edición no se menciona más que el nombre del abogado que participó de la enmienda, Nayef Al-Mansi, pero nada de su clienta, la escritora saudí Mariam Al Otaibi de 32 años, quien ganara el proceso jurídico para poder vivir sola. Desde hace tres años la escritora se encontraba en una batalla legal con su familia, que la había demandado por vivir y viajar sola, sin el permiso de su padre. Esto bajo la ley de absentismo que imperaba en Arabia Saudita.

Con el histórico fallo las autoridades sauditas eliminaron el párrafo b) del artículo 169 de la Ley de procedimiento ante los tribunales de la sharía, que señalaba que una mujer adulta soltera, divorciada o viuda sería entregada a su tutor masculino para ser reemplazado por “Una mujer adulta tiene derecho a elegir dónde vivir. El tutor de una mujer puede denunciarla solo si tiene pruebas que demuestren que cometió un delito”.

La medida a favor de las mujeres saudíes se inscribe dentro de una serie de reformas que en los últimos años les permiten trabajar, conducir automóviles y viajar sin el permiso de un tutor masculino. Gran parte de estos avances han sido instaurados por el príncipe heredero Mohammed bin Salman, desde que asumió el cargo en 2017 y como parte de su programa Vision 2030, que busca introducir reformas económicas y sociales para superar su dependencia del petróleo.

Aparejado con Vision 2030 se ha observado un rápido aumento de la fuerza laboral de las mujeres, como lo evidencia el think tank estadounidense Brookings Institute. De contarse en el año 2018 con un 19% de mujeres trabajando se ha pasado a un 33% de mujeres incorporadas a la fuerza laboral, a finales de 2020.

Hasta este punto, todos estos ajustes resultan a simple vista en buenas nuevas y mejores condiciones para las mujeres saudíes, quienes van un paso más adelante de ser consideradas legalmente como eternas menores de edad bajo una autoridad masculina a ciudadanas en todo su derecho en los términos de su ley islámica. Sin embargo, lo que a mis ojos se lee en estas medidas y el advenimiento de Vision 2030 es como el príncipe heredero Mohammed bin Salman vuelve sobre los pasos de sus antepasados, más específicamente Saud bin Abdulaziz Al Saud quien fuera rey de Arabia Saudita entre 1953 y 1964 e instituyera en 1959 con el apoyo de los ulemas, los hombres que estudian el Corán, la educación para las mujeres a nivel estatal.

Desde aquella década de 1960 cuando se inicia ampliamente la educación de las mujeres, el estado saudí ha oscilado en lo que respecta a sus políticas de género entre severas restricciones y una parcial liberalización, esto a razón de su incorporación al capitalismo global. Sin dejar a un lado los cimientos de su nacionalismo religioso, que dan soporte a la monarquía saudí, la mezcla de un fuerte wahabismo, ramificación político religiosa musulmana del sunismo del reformador islámico Muhammad ibn Abd-al-Wahhab y el moderno estado saudita fundado por el rey Abdelaziz bin Saud.

Históricamente la apropiación de las mujeres saudíes por parte de su estado, las ha convertido en un campo donde exhibir las posturas más conservadoras y puristas de las credenciales islámicas. Desde la fundación oficial del Reino de Arabia Saudita en 1932 como proyecto de una nación unificada religiosamente bajo las directrices del islam Wahhabi de corte ultraconservador y ahora con la amplia búsqueda de legitimidad internacional por su actual líder Mohammed bin Salman a través de su Vision 2030, en términos políticos y económicos, en su esfuerzo por ampliar la estabilidad de su monarquía, está permitiendo una serie de cambios en las vidas de las mujeres para la permanencia de su reinado.

Es posible que ahora en los tiempos actuales y en búsqueda de planes sobre cómo ampliar la economía más allá del petróleo ya no sea suficiente la legitimidad del estado únicamente a través de un nacionalismo religioso fundado en la rama del islam Wahhabi, sino que el actual príncipe heredero requiera ampliar su legitimación a través del uso del discurso de la amplitud de derechos políticos de sus ciudadanas mujeres para hacer frente al amplio poder de las autoridades religiosas.

Hoy, la búsqueda del estado de nuevos aliados locales y legitimidad internacional lo empuja a convertirse en un estado “feminista” en oposición a su carácter histórico como el estado más patriarcal. Además, ante los posibles desafíos de grupos disidentes islamistas, encuentra en las mujeres aliadas naturales contra la radicalización de los hombres que no les son funcionales a la monarquía.



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