/ martes 14 de enero de 2020

Bazar de la Cultura | Simone de Beauvoir y la pseudociencia

Por: Juan Amael Vizzuett Olvera


Como si se tratara de una contribución histórica al pensamiento universal, como si fuera una rigurosa obra científica, la intelectualidad progresista celebró los 70 años de El segundo sexo, y cantó hosannas a su autora, Simone de Beauvoir, supuesto ejemplo libertario con quien todas las mujeres del planeta vivirán, se dice, eternamente en deuda.

A de Beauvoir y a su libro se les venera por haberle dado origen a la vertiente hoy hegemónica en el campo feminista y que, a partir de la Conferencia de Pekín, en 1995, se consolidó como doctrina oficial de la ONU, institución que a su vez acometió la tarea de imponérsela a todos sus Estados miembros: la llamada perspectiva de género.

Irónicamente, la escritora parisina nunca utiliza la categoría género en su ensayo. Usa siempre la voz sexo para referirse a la dicotomía entre mujeres y varones; décadas después, a partir de las teorías pseudocientíficas del doctor John Money, empezó a abrirse paso el término género, copiado del inglés gender.

La premisa de El segundo sexo es una falacia de afirmación gratuita: “Onnenaitpas femme on le devient”. La traducción aproximada podría ser: “Una no nace mujer, se convierte en mujer”. En otras palabras, tal como lo pregona la actual perspectiva de género, nunca existió la mujer, la mujer es una construcción social. De Beauvoir llama a liberar a las mujeres de la feminidad para que alcancen su verdadero potencial.

De Beauvoir no aporta ninguna evidencia científica para respaldar su premisa. En la abrumadora mente vasta bibliografía de su ensayo no figura ninguna investigación. La inmensa mayoría de las citas proviene de la ficción literaria. Sus únicas referencias pretendidamente científicas provienen del psicoanálisis, una pseudociencia.

La autora parisina incurre en los mismos vicios que sus seguidoras Kate Millet y Germaine Greer, estrellas de la segunda ola feminista, como lo denunció Arianna Stassinopoulos: falta de datos experimentales cuantitativos pero profusión de “pruebas” basadas en cuentos, poesías, canciones y novelas.

Todo El segundo sexo es una suma de argumentos falaces: verdades a medias, falsa oposición, causa falsa, generalización apresurada, falso dilema, error inverso, simplificación de la causalidad, extrapolación falsa, evidencia incompleta, afirmación gratuita, culpabilidad por asociación, cita fuera de contexto.

Cuandode Beauvoir publicó El segundo sexo, ya la genetista estadounidense Nettie Stevens (186 –1912) había establecido el papel de los cromosomas en la determinación del sexo, femenino y masculino. Es decir, que se nace mujer y se nace varón. Pero la escritora parisina ignoró a Stevens. Deseaba adoctrinar, no establecer hechos.

Nada hay que celebrar respecto a El segundo sexo. Ya ha sembrado suficiente confusión en el mundo.

Por: Juan Amael Vizzuett Olvera


Como si se tratara de una contribución histórica al pensamiento universal, como si fuera una rigurosa obra científica, la intelectualidad progresista celebró los 70 años de El segundo sexo, y cantó hosannas a su autora, Simone de Beauvoir, supuesto ejemplo libertario con quien todas las mujeres del planeta vivirán, se dice, eternamente en deuda.

A de Beauvoir y a su libro se les venera por haberle dado origen a la vertiente hoy hegemónica en el campo feminista y que, a partir de la Conferencia de Pekín, en 1995, se consolidó como doctrina oficial de la ONU, institución que a su vez acometió la tarea de imponérsela a todos sus Estados miembros: la llamada perspectiva de género.

Irónicamente, la escritora parisina nunca utiliza la categoría género en su ensayo. Usa siempre la voz sexo para referirse a la dicotomía entre mujeres y varones; décadas después, a partir de las teorías pseudocientíficas del doctor John Money, empezó a abrirse paso el término género, copiado del inglés gender.

La premisa de El segundo sexo es una falacia de afirmación gratuita: “Onnenaitpas femme on le devient”. La traducción aproximada podría ser: “Una no nace mujer, se convierte en mujer”. En otras palabras, tal como lo pregona la actual perspectiva de género, nunca existió la mujer, la mujer es una construcción social. De Beauvoir llama a liberar a las mujeres de la feminidad para que alcancen su verdadero potencial.

De Beauvoir no aporta ninguna evidencia científica para respaldar su premisa. En la abrumadora mente vasta bibliografía de su ensayo no figura ninguna investigación. La inmensa mayoría de las citas proviene de la ficción literaria. Sus únicas referencias pretendidamente científicas provienen del psicoanálisis, una pseudociencia.

La autora parisina incurre en los mismos vicios que sus seguidoras Kate Millet y Germaine Greer, estrellas de la segunda ola feminista, como lo denunció Arianna Stassinopoulos: falta de datos experimentales cuantitativos pero profusión de “pruebas” basadas en cuentos, poesías, canciones y novelas.

Todo El segundo sexo es una suma de argumentos falaces: verdades a medias, falsa oposición, causa falsa, generalización apresurada, falso dilema, error inverso, simplificación de la causalidad, extrapolación falsa, evidencia incompleta, afirmación gratuita, culpabilidad por asociación, cita fuera de contexto.

Cuandode Beauvoir publicó El segundo sexo, ya la genetista estadounidense Nettie Stevens (186 –1912) había establecido el papel de los cromosomas en la determinación del sexo, femenino y masculino. Es decir, que se nace mujer y se nace varón. Pero la escritora parisina ignoró a Stevens. Deseaba adoctrinar, no establecer hechos.

Nada hay que celebrar respecto a El segundo sexo. Ya ha sembrado suficiente confusión en el mundo.