/ miércoles 10 de agosto de 2022

Consecuente y muy oportuno llamado a la paz mundial

“La verdadera paz no se podrá alcanzar

si no es por medio de todas las naciones entre sí.

El derecho internacional se fundará en una confederación de naciones”.

Kant



En un frágil marco mundial en el que el multilateralismo europeo ejerce su derecho al descanso vacacional veraniego observando el proceso de reapertura de la exportación de granos ucranianos a través del Mar Negro, gracias a la mediación de la ONU y al gobierno de Türkiye, encabezado por Endorgan y, el proceso ensombrecido por la terquedad de la Presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelossi, en Taiwán, con el cabal cumplimiento de las medidas anunciadas por parte del gobierno Chino ante dicha afrenta y el mortal e intempestivo ataque de Israel a Palestina.

En un acto de enorme responsabilidad y consecuente a nuestros principios en política internacional, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, lanza un oportuno llamado a la paz mundial proponiendo a la ONU, al líder Papado y al primer ministro de la India que encabecen un movimiento a favor de una tregua quinquenal que permita superar las penurias provocadas por la persistente pandemia de la Covid-19 en todas sus variantes, y las desastrosas consecuencias directas e indirectas provocadas por la guerra en Ucrania, a las que se sumarán las acciones que ahora emprenda la república China en contra de los Estados Unidos de América.

Congruente al fortalecimiento del órgano internacional concebido por el mundo a fines de la II Guerrea Mundial, el Ejecutivo mexicano apuesta a que este necesario proceso lo encabece “la ONU, que se haga una revisión, pero que todos hagamos el compromiso de no aportar a la confrontación, a las guerras, desde luego a la guerra bélica; pero tampoco apostar a las comerciales. Porque esto nos afecta a todos”.

El Primer Mandatario de México, impecablemente reconoció que todos los países de orbe, sin excepciones “tenemos problemas por falta de crecimiento de nuestras economías, cada vez hay más pobreza y una creciente inflación mundial” y con toda claridad propuso que para superarlos se deben “impulsar las actividades productivas, crear empleos, atender a los pobres y buscar la cooperación de naciones y de pueblos para el desarrollo; no a las provocaciones, no a la guerra no queremos hegemonías en el mundo. No es mucho pedirle a Estados Unidos, a Rusia, a China, que acepten esta propuesta” y enfáticamente reconoció la fuerza del multilateralismo al afirmar categóricamente que “ningún gobierno del mundo puede y debe actuar de manera irresponsable”.

En respuesta al escepticismo que campea en ciertos estamentos contrarios a su política, López Obrador reconoció que “si bien alcanzar esa tregua parece utópico, confío en la decisión de los líderes del mundo para conseguir ese objetivo, o de lo contrario las consecuencias globales serán duras en lo económico, pero también en materia de derechos humanos”, lo cual es una realidad irrefutable, pues desde donde quiera que se vea los DESC (Derechos Económicos, Sociales y Culturales) y los objetivos de la ONU 20-30 están en severo riesgo ante todas estas crisis bélicas, sanitarias y económicas a las que la humanidad se está enfrentando, siendo principalmente las poblaciones más vulnerables las más afectadas.

Ello nos lleva a recuperar el profundo discurso impulsado en 1949 por la extraordinaria pensadora Hannah Arendt, en función a la Carta de Derechos Humanos, documento fundacional de la ONU a la que la filósofa perseguida, encarcelada en campos de concentración o de internación, extranjera indocumentada y finalmente nacionalizada en una sociedad ajena a la suya; como reflexión a esas vivencias concluyó que el único derecho que debe asistir a todos los seres humanos sin distingo en el mundo es “el derecho a tener derechos”, pues los derechos expresados por la Carta Fundacional de Estados Unidos en 1776, los prescritos por la Revolución Francesa en 1789 y por la ONU en 1948, se establecen para Estados-Nación y para sus ciudadanos, pero no para los expulsados y desposeídos de esos derechos básicos como consecuencia de las violencias bélicas o económicas.

Esta certera visión, ahora recuperada, ennoblece la propuesta del Presidente de México, quien fortaleció su discurso al expresar con contundencia que “no es para frivolidades, así como tampoco es para jugar el ajedrez de la política en las cúpulas del poder mundial. Es algo que tiene que ver con la sobrevivencia, la vida misma de miles, de millones de seres humanos. Eso es lo que se tiene que plantear”, dando además con ello vigencia a la premisa kantiana, pues solo se obtendrá una paz verdadera si el derecho internacional se funda en una confederación de naciones unidas por ese principio.

“La verdadera paz no se podrá alcanzar

si no es por medio de todas las naciones entre sí.

El derecho internacional se fundará en una confederación de naciones”.

Kant



En un frágil marco mundial en el que el multilateralismo europeo ejerce su derecho al descanso vacacional veraniego observando el proceso de reapertura de la exportación de granos ucranianos a través del Mar Negro, gracias a la mediación de la ONU y al gobierno de Türkiye, encabezado por Endorgan y, el proceso ensombrecido por la terquedad de la Presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelossi, en Taiwán, con el cabal cumplimiento de las medidas anunciadas por parte del gobierno Chino ante dicha afrenta y el mortal e intempestivo ataque de Israel a Palestina.

En un acto de enorme responsabilidad y consecuente a nuestros principios en política internacional, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, lanza un oportuno llamado a la paz mundial proponiendo a la ONU, al líder Papado y al primer ministro de la India que encabecen un movimiento a favor de una tregua quinquenal que permita superar las penurias provocadas por la persistente pandemia de la Covid-19 en todas sus variantes, y las desastrosas consecuencias directas e indirectas provocadas por la guerra en Ucrania, a las que se sumarán las acciones que ahora emprenda la república China en contra de los Estados Unidos de América.

Congruente al fortalecimiento del órgano internacional concebido por el mundo a fines de la II Guerrea Mundial, el Ejecutivo mexicano apuesta a que este necesario proceso lo encabece “la ONU, que se haga una revisión, pero que todos hagamos el compromiso de no aportar a la confrontación, a las guerras, desde luego a la guerra bélica; pero tampoco apostar a las comerciales. Porque esto nos afecta a todos”.

El Primer Mandatario de México, impecablemente reconoció que todos los países de orbe, sin excepciones “tenemos problemas por falta de crecimiento de nuestras economías, cada vez hay más pobreza y una creciente inflación mundial” y con toda claridad propuso que para superarlos se deben “impulsar las actividades productivas, crear empleos, atender a los pobres y buscar la cooperación de naciones y de pueblos para el desarrollo; no a las provocaciones, no a la guerra no queremos hegemonías en el mundo. No es mucho pedirle a Estados Unidos, a Rusia, a China, que acepten esta propuesta” y enfáticamente reconoció la fuerza del multilateralismo al afirmar categóricamente que “ningún gobierno del mundo puede y debe actuar de manera irresponsable”.

En respuesta al escepticismo que campea en ciertos estamentos contrarios a su política, López Obrador reconoció que “si bien alcanzar esa tregua parece utópico, confío en la decisión de los líderes del mundo para conseguir ese objetivo, o de lo contrario las consecuencias globales serán duras en lo económico, pero también en materia de derechos humanos”, lo cual es una realidad irrefutable, pues desde donde quiera que se vea los DESC (Derechos Económicos, Sociales y Culturales) y los objetivos de la ONU 20-30 están en severo riesgo ante todas estas crisis bélicas, sanitarias y económicas a las que la humanidad se está enfrentando, siendo principalmente las poblaciones más vulnerables las más afectadas.

Ello nos lleva a recuperar el profundo discurso impulsado en 1949 por la extraordinaria pensadora Hannah Arendt, en función a la Carta de Derechos Humanos, documento fundacional de la ONU a la que la filósofa perseguida, encarcelada en campos de concentración o de internación, extranjera indocumentada y finalmente nacionalizada en una sociedad ajena a la suya; como reflexión a esas vivencias concluyó que el único derecho que debe asistir a todos los seres humanos sin distingo en el mundo es “el derecho a tener derechos”, pues los derechos expresados por la Carta Fundacional de Estados Unidos en 1776, los prescritos por la Revolución Francesa en 1789 y por la ONU en 1948, se establecen para Estados-Nación y para sus ciudadanos, pero no para los expulsados y desposeídos de esos derechos básicos como consecuencia de las violencias bélicas o económicas.

Esta certera visión, ahora recuperada, ennoblece la propuesta del Presidente de México, quien fortaleció su discurso al expresar con contundencia que “no es para frivolidades, así como tampoco es para jugar el ajedrez de la política en las cúpulas del poder mundial. Es algo que tiene que ver con la sobrevivencia, la vida misma de miles, de millones de seres humanos. Eso es lo que se tiene que plantear”, dando además con ello vigencia a la premisa kantiana, pues solo se obtendrá una paz verdadera si el derecho internacional se funda en una confederación de naciones unidas por ese principio.

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