/ viernes 7 de agosto de 2020

Coronavirus y deporte | Regresan tardes mágicas de la Champions League

Cuando de pronto llegó la pandemia y a su paso terminó con todos los torneos, mi interés por la Champions League no estaba en sus niveles más altos. Hay quienes saben disfrutar de los partidos independientemente de la actualidad de su equipo, por el simple hecho de disfrutar de un buen futbol, juegue quien juegue, y es casi una obviedad que la Champions casi siempre presenta buenos partidos de futbol. Es decir, es un torneo que propicia los buenos momentos, por consiguiente los buenos recuerdos.

En ese mes de marzo, sin embargo, yo no podía disfrutar de nada, porque el Barcelona, mi equipo, tampoco jugaba a nada y porque en realidad no estaba dispuesto a entregarme como lo hice los últimos años, los de la Roma y los del Liverpool y entonces salió lo que salió. Con esas eliminaciones que en cierto modo lograron apagarme ese gusto que antes era innegociable. No tanto por el resultado, sino por la forma.

Aunque trato, no logro evocar cuál es mi primer recuerdo de la Champions. Supongo que como hincha culé no son muy buenos, porque por aquellos años, finales de los noventa, principios del nuevo siglo, el Barça apenas tenía una Orejona, y no precisamente se asomaba un futuro brillante, aún así siempre guardaba una esperanza.

Recuerdo, eso sí, que años más tarde, cuando salía de la secundaria, los martes y los miércoles me iba corriendo a la casa para prender la televisión y ver el segundo tiempo, por lo que mis primeras imágenes resultan incompletas, siempre avocadas a las partes complementarias.

Luego vino la época de la preparatoria, cuando era ya mucho más libre, entonces había que rescatar en los extraordinarios las materias que por pura mala suerte tocaban los martes y los miércoles de 11 a 1 de la tarde, porque la distancia era mayor y no había forma de salir corriendo, así que para evitar riesgos prefería llegar temprano a casa, aunque eso significara acumular un buen número de faltas. Lo tenía claro, había prioridades. En mi defensa puedo decir que para esos momentos el Barcelona ya era siempre un aspirante, y yo no estaba como para perderme las épocas de gloria de mi equipo. El mismo mecanismo de los extraordinarios siguió en la universidad. Las clases, las que fueran, podían esperar, pero el Barcelona de Guardiola no.

Es lo que tiene la Champions, ese poder de extrapolar las sensaciones. Recuerdo que en los momentos más intensos de mi afición, cuando los partidos se jugaban los martes me costaba trabajo dormir desde el fin de semana, aún así era preferible la premura del martes a lo lejano de un miércoles, porque en esos casos la ansiedad convierte al tiempo en todo un misterio. Luego vinieron otros años y otras sensaciones,

Así como la pandemia nos quitó por un tiempo los deportes, a mí, que andaba sin muchos ánimos de disfrutar los partidos, me devolvió algo de la emoción de aquellos días. Será distinto, por supuesto, porque los martes y los miércoles, con toda su tradición, se disfrazarán de viernes y sábado, y porque luego lo que antes duraba meses se resolverá en apenas semanas.



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Cuando de pronto llegó la pandemia y a su paso terminó con todos los torneos, mi interés por la Champions League no estaba en sus niveles más altos. Hay quienes saben disfrutar de los partidos independientemente de la actualidad de su equipo, por el simple hecho de disfrutar de un buen futbol, juegue quien juegue, y es casi una obviedad que la Champions casi siempre presenta buenos partidos de futbol. Es decir, es un torneo que propicia los buenos momentos, por consiguiente los buenos recuerdos.

En ese mes de marzo, sin embargo, yo no podía disfrutar de nada, porque el Barcelona, mi equipo, tampoco jugaba a nada y porque en realidad no estaba dispuesto a entregarme como lo hice los últimos años, los de la Roma y los del Liverpool y entonces salió lo que salió. Con esas eliminaciones que en cierto modo lograron apagarme ese gusto que antes era innegociable. No tanto por el resultado, sino por la forma.

Aunque trato, no logro evocar cuál es mi primer recuerdo de la Champions. Supongo que como hincha culé no son muy buenos, porque por aquellos años, finales de los noventa, principios del nuevo siglo, el Barça apenas tenía una Orejona, y no precisamente se asomaba un futuro brillante, aún así siempre guardaba una esperanza.

Recuerdo, eso sí, que años más tarde, cuando salía de la secundaria, los martes y los miércoles me iba corriendo a la casa para prender la televisión y ver el segundo tiempo, por lo que mis primeras imágenes resultan incompletas, siempre avocadas a las partes complementarias.

Luego vino la época de la preparatoria, cuando era ya mucho más libre, entonces había que rescatar en los extraordinarios las materias que por pura mala suerte tocaban los martes y los miércoles de 11 a 1 de la tarde, porque la distancia era mayor y no había forma de salir corriendo, así que para evitar riesgos prefería llegar temprano a casa, aunque eso significara acumular un buen número de faltas. Lo tenía claro, había prioridades. En mi defensa puedo decir que para esos momentos el Barcelona ya era siempre un aspirante, y yo no estaba como para perderme las épocas de gloria de mi equipo. El mismo mecanismo de los extraordinarios siguió en la universidad. Las clases, las que fueran, podían esperar, pero el Barcelona de Guardiola no.

Es lo que tiene la Champions, ese poder de extrapolar las sensaciones. Recuerdo que en los momentos más intensos de mi afición, cuando los partidos se jugaban los martes me costaba trabajo dormir desde el fin de semana, aún así era preferible la premura del martes a lo lejano de un miércoles, porque en esos casos la ansiedad convierte al tiempo en todo un misterio. Luego vinieron otros años y otras sensaciones,

Así como la pandemia nos quitó por un tiempo los deportes, a mí, que andaba sin muchos ánimos de disfrutar los partidos, me devolvió algo de la emoción de aquellos días. Será distinto, por supuesto, porque los martes y los miércoles, con toda su tradición, se disfrazarán de viernes y sábado, y porque luego lo que antes duraba meses se resolverá en apenas semanas.



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