/ lunes 22 de abril de 2024

Ecuador: el precedente del Presidente


Por: Juan San Cristóbal Lizama / Periodista. Maestro en Comunicación UNAM

Cada vez es más común que las conversaciones se interrumpen con la frase “eso que dices está en un meme…”, en alusión a las imágenes que son el humor de internet. De tantos memes en la red, hay una foto de un señor inofensivo, parado entre los juegos públicos de una plaza, que hace una sonriente negación a la cámara con la frase “que no vuelva a ocurrir”. La imagen personaliza el rol de la ONU en cada conflicto internacional. Según los memes, la ONU es un tipo bonachón que te pide que no lo vuelvas a hacer, pero nada más.

Sobre el incidente en la embajada de México en Ecuador, violentada con el retiro del ex vicepresidente Jorge Glas, el acto deja en tela de juicio la actitud de ambos presidentes, como también del organismo mediador, una escena de silente entredicho hacia la comunidad internacional. Luego de la reacción de mandatarios y gobiernos, se esperaba un gesto decidor en alguna de las partes que no fue tal, lo cual terminó minimizando una agresión que irrumpe tanto en los tratados centenarios como en la nueva diplomacia. Alicia Bárcena, secretaria de Relaciones Exteriores, anunció que México suspende las relaciones diplomáticas con Ecuador. Lo que pudo ser una primera respuesta, hasta ahora es la única.

En el caso de Daniel Noboa, este impasse diplomático llega en un momento delicado de su gobierno, sumergido en una crisis interna y ahora internacional. El ecuatoriano es parte de una nueva generación en América Latina, con exponentes de derecha que surgen desde la élite económica para continuar en el sistema político. Una característica de esta camada de líderes regionales (junto a Nayib Bukele, Javier Milei o Donald Trump) es cierta distancia con la diplomacia y los organismos internacionales, siendo más cercanos al ímpetu localista. El presidente ecuatoriano quiso bajar el tono con una invitación a “comer ceviche y conversar”, con cierta desprolijidad para un gesto que sería analizado en todo el continente.

En el caso de López Obrador, el mandatario no ha sido claro en reafirmar a su gobierno ni en explicar el rol de México hacia el sur de América. La semana pasada, AMLO se apoyó en un video ante la CELAC con diferentes países mostrando su respaldo, pero este gesto no alcanza para marcar un liderazgo regional. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) aún no define las sanciones sobre Ecuador y, en complemento, el próximo 30 de abril sesionará la Corte Interamericana de Justicia (CIJ) para revisar la denuncia presentada por México, quienes piden la expulsión de Ecuador, una sanción tan grande que sólo dará pie a medidas simbólicas, pequeñas, salomónicas.

Algunos días antes, el presidente Javier Milei se lanzó contra sus pares de Colombia y México, los llamó “terrorista” e “ignorante”, respectivamente. Su homólogo colombiano, Gustavo Petro, no dudó en retirar a la diplomacia argentina de su país, un gesto que obligó a rectificaciones y ordenamientos en la relación bilateral. En cambio, AMLO no hizo mucho más que tocar el tema en su conferencia mañanera, una omisión resta influencia para México en el escenario latinoamericano, a diferencia de Lula da Silva, quien desde Brasil supo crear una influencia continental y no esperó en mostrarse cercano al colombiano.

Lo cierto es que América se ha vuelto un juego de dimes y diretes, una dinámica patentada por Donald Trump en Estados Unidos, quien debe alternar su agenda entre los días de tribunales y las jornadas de campaña electoral. Más al sur, la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, acusa que su país vecino aloja células del grupo Hezbollah, lo cual obligó una nota de protesta desde el también joven gobierno chileno, el cual ha exhibido su inexperiencia diplomática. Previamente, la cancillería de Santiago tuvo encuentros con Perú al cambiar su posición sobre el derrocamiento de Pedro Castillo y la instalación de Dina Boluarte, y por estos días está en cruce con Nicolás Maduro, de Venezuela, por la crisis migratoria entre ambos países, lo que salpica al fallecido presidente Sebastián Piñera por la aparición de bandas criminales.

En su rol de arbitrio, la ONU mantuvo una postura silente ante este incidente entre México y Ecuador, sin una respuesta en su rol de autoridad. Algo similar ocurre con el conflicto de Israel en Palestina, y se le critica una débil mediación en la guerra entre Rusia y Ucrania, dejando el protagonismo a otras entidades como la OTAN, la Corte Interamericana de Justicia, la OEA y la reciente cumbre CELAC. Queda la imagen de una ausencia, sin mayor injerencia en los conflictos para los que fue creada esta instancia de mediación.

Se exhibe la autoridad al irrumpir en embajadas o atentar contra los Derechos Humanos, sin arriesgar una sanción para el individuo o sus gobiernos. Nadie pensaría en una institucionalidad para que estos hechos “no vuelvan a ocurrir” y la opinión general apunta que los incidentes comienzan a ser comunes. Lo que en un comienzo aparece como una excepción, luego se transforma en un precedente, y desde ahí, normalizamos el ímpetu y los caudillismos en el ejercicio presidencial. Es curioso, pero al alero de una proceso globalizador, alentado por la tecnología, con los presidentes más enfocados en sus seguidores de Twitter que en el propio electorado, lleva esta arena a un escenario digital, mediático, donde el ejercicio político termina caricaturizado en un meme.



Por: Juan San Cristóbal Lizama / Periodista. Maestro en Comunicación UNAM

Cada vez es más común que las conversaciones se interrumpen con la frase “eso que dices está en un meme…”, en alusión a las imágenes que son el humor de internet. De tantos memes en la red, hay una foto de un señor inofensivo, parado entre los juegos públicos de una plaza, que hace una sonriente negación a la cámara con la frase “que no vuelva a ocurrir”. La imagen personaliza el rol de la ONU en cada conflicto internacional. Según los memes, la ONU es un tipo bonachón que te pide que no lo vuelvas a hacer, pero nada más.

Sobre el incidente en la embajada de México en Ecuador, violentada con el retiro del ex vicepresidente Jorge Glas, el acto deja en tela de juicio la actitud de ambos presidentes, como también del organismo mediador, una escena de silente entredicho hacia la comunidad internacional. Luego de la reacción de mandatarios y gobiernos, se esperaba un gesto decidor en alguna de las partes que no fue tal, lo cual terminó minimizando una agresión que irrumpe tanto en los tratados centenarios como en la nueva diplomacia. Alicia Bárcena, secretaria de Relaciones Exteriores, anunció que México suspende las relaciones diplomáticas con Ecuador. Lo que pudo ser una primera respuesta, hasta ahora es la única.

En el caso de Daniel Noboa, este impasse diplomático llega en un momento delicado de su gobierno, sumergido en una crisis interna y ahora internacional. El ecuatoriano es parte de una nueva generación en América Latina, con exponentes de derecha que surgen desde la élite económica para continuar en el sistema político. Una característica de esta camada de líderes regionales (junto a Nayib Bukele, Javier Milei o Donald Trump) es cierta distancia con la diplomacia y los organismos internacionales, siendo más cercanos al ímpetu localista. El presidente ecuatoriano quiso bajar el tono con una invitación a “comer ceviche y conversar”, con cierta desprolijidad para un gesto que sería analizado en todo el continente.

En el caso de López Obrador, el mandatario no ha sido claro en reafirmar a su gobierno ni en explicar el rol de México hacia el sur de América. La semana pasada, AMLO se apoyó en un video ante la CELAC con diferentes países mostrando su respaldo, pero este gesto no alcanza para marcar un liderazgo regional. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) aún no define las sanciones sobre Ecuador y, en complemento, el próximo 30 de abril sesionará la Corte Interamericana de Justicia (CIJ) para revisar la denuncia presentada por México, quienes piden la expulsión de Ecuador, una sanción tan grande que sólo dará pie a medidas simbólicas, pequeñas, salomónicas.

Algunos días antes, el presidente Javier Milei se lanzó contra sus pares de Colombia y México, los llamó “terrorista” e “ignorante”, respectivamente. Su homólogo colombiano, Gustavo Petro, no dudó en retirar a la diplomacia argentina de su país, un gesto que obligó a rectificaciones y ordenamientos en la relación bilateral. En cambio, AMLO no hizo mucho más que tocar el tema en su conferencia mañanera, una omisión resta influencia para México en el escenario latinoamericano, a diferencia de Lula da Silva, quien desde Brasil supo crear una influencia continental y no esperó en mostrarse cercano al colombiano.

Lo cierto es que América se ha vuelto un juego de dimes y diretes, una dinámica patentada por Donald Trump en Estados Unidos, quien debe alternar su agenda entre los días de tribunales y las jornadas de campaña electoral. Más al sur, la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, acusa que su país vecino aloja células del grupo Hezbollah, lo cual obligó una nota de protesta desde el también joven gobierno chileno, el cual ha exhibido su inexperiencia diplomática. Previamente, la cancillería de Santiago tuvo encuentros con Perú al cambiar su posición sobre el derrocamiento de Pedro Castillo y la instalación de Dina Boluarte, y por estos días está en cruce con Nicolás Maduro, de Venezuela, por la crisis migratoria entre ambos países, lo que salpica al fallecido presidente Sebastián Piñera por la aparición de bandas criminales.

En su rol de arbitrio, la ONU mantuvo una postura silente ante este incidente entre México y Ecuador, sin una respuesta en su rol de autoridad. Algo similar ocurre con el conflicto de Israel en Palestina, y se le critica una débil mediación en la guerra entre Rusia y Ucrania, dejando el protagonismo a otras entidades como la OTAN, la Corte Interamericana de Justicia, la OEA y la reciente cumbre CELAC. Queda la imagen de una ausencia, sin mayor injerencia en los conflictos para los que fue creada esta instancia de mediación.

Se exhibe la autoridad al irrumpir en embajadas o atentar contra los Derechos Humanos, sin arriesgar una sanción para el individuo o sus gobiernos. Nadie pensaría en una institucionalidad para que estos hechos “no vuelvan a ocurrir” y la opinión general apunta que los incidentes comienzan a ser comunes. Lo que en un comienzo aparece como una excepción, luego se transforma en un precedente, y desde ahí, normalizamos el ímpetu y los caudillismos en el ejercicio presidencial. Es curioso, pero al alero de una proceso globalizador, alentado por la tecnología, con los presidentes más enfocados en sus seguidores de Twitter que en el propio electorado, lleva esta arena a un escenario digital, mediático, donde el ejercicio político termina caricaturizado en un meme.