/ viernes 4 de noviembre de 2022

El regreso de la geopolítica en América Latina

Convendría, de entrada, preguntarse si la geopolítica –entendida como el análisis de la influencia de factores geográficos, económicos y demográficos sobre las relaciones internacionales– alguna vez dejó de ser relevante para explicar las principales dinámicas políticas en América Latina y el Caribe.


Allende este debate, probablemente más de forma que de fondo, es una realidad que la geopolítica ha retomado mayor vigencia en el Hemisferio Occidental a medida que el sistema internacional se reconfigura y, con esto, se intensifica la competencia estratégica que Estados Unidos y China mantienen a nivel global. En este sentido, se han advertido los riesgos de un escalamiento de la rivalidad entre Washington y Beijing –algo que se le ha conceptualizado como la Trampa de Tucídides.


Sin embargo, poco se han explorado las implicaciones que este gran pulso por el poder puede tener –y ya está teniendo– en países del Hemisferio Occidental, los cuales por razones económico-comerciales, político-diplomáticas o tecnológicas se encuentran en medio de esta competencia estratégica. De manera que será cada vez más necesario visibilizar cómo impacta la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China en temas como la cohesión social, la gobernabilidad democrática y la violencia armada en la región de América Latina.


Sin que sea la única razón, por supuesto, la competencia entre Washington y Beijing está alimentando, de una forma u otra, voluntaria o involuntariamente, dinámicas preexistentes de fragmentación, inestabilidad y conflicto en países de América Latina. Concretamente, no se tendría que dejar de considerar la relación entre la competencia estratégica global y, por ejemplo, la actual polarización social en Brasil, o el golpe de Estado en Bolivia de hace tres años, o la violencia armada que una organización delictiva pudo ejercer en Michoacán, México, durante 2013.


En este sentido, el acceso a los múltiples recursos naturales de la región –zinc, litio, petróleo, mineral de hierro, por ejemplo–, será la verdadera competencia que Estados Unidos y China libren en el Hemisferio Occidental. Cuestión que podrán repercutir en las principales vulnerabilidades de la región y, por lo tanto, en la gobernabilidad democrática, la seguridad ciudadana y el desarrollo sostenible.


De lo anterior se desprende que sea cada vez más necesario traer de vuelta el componente geopolítico al análisis de los principales retos políticos, económicos y sociales de la región. Al juego de lo incierto en América Latina, pues, habrá que añadirle otra variable: la competencia estratégica global.


Discanto: En algunos sectores de la sociedad mexicana, particularmente de la izquierda, se ha vuelto práctica común denostar al PRI por sus errores del pasado –que no son pocos– y celebrar su irrelevancia política –por no decir cercana extinción. Es interés del Estado mexicano que partidos como el PRI mantengan la suficiente solidez para amortiguar un eventual latigazo hacia la derecha. Esta ausencia en otros países, le ha facilitado el paso a personajes como Jair Bolsonaro.

Convendría, de entrada, preguntarse si la geopolítica –entendida como el análisis de la influencia de factores geográficos, económicos y demográficos sobre las relaciones internacionales– alguna vez dejó de ser relevante para explicar las principales dinámicas políticas en América Latina y el Caribe.


Allende este debate, probablemente más de forma que de fondo, es una realidad que la geopolítica ha retomado mayor vigencia en el Hemisferio Occidental a medida que el sistema internacional se reconfigura y, con esto, se intensifica la competencia estratégica que Estados Unidos y China mantienen a nivel global. En este sentido, se han advertido los riesgos de un escalamiento de la rivalidad entre Washington y Beijing –algo que se le ha conceptualizado como la Trampa de Tucídides.


Sin embargo, poco se han explorado las implicaciones que este gran pulso por el poder puede tener –y ya está teniendo– en países del Hemisferio Occidental, los cuales por razones económico-comerciales, político-diplomáticas o tecnológicas se encuentran en medio de esta competencia estratégica. De manera que será cada vez más necesario visibilizar cómo impacta la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China en temas como la cohesión social, la gobernabilidad democrática y la violencia armada en la región de América Latina.


Sin que sea la única razón, por supuesto, la competencia entre Washington y Beijing está alimentando, de una forma u otra, voluntaria o involuntariamente, dinámicas preexistentes de fragmentación, inestabilidad y conflicto en países de América Latina. Concretamente, no se tendría que dejar de considerar la relación entre la competencia estratégica global y, por ejemplo, la actual polarización social en Brasil, o el golpe de Estado en Bolivia de hace tres años, o la violencia armada que una organización delictiva pudo ejercer en Michoacán, México, durante 2013.


En este sentido, el acceso a los múltiples recursos naturales de la región –zinc, litio, petróleo, mineral de hierro, por ejemplo–, será la verdadera competencia que Estados Unidos y China libren en el Hemisferio Occidental. Cuestión que podrán repercutir en las principales vulnerabilidades de la región y, por lo tanto, en la gobernabilidad democrática, la seguridad ciudadana y el desarrollo sostenible.


De lo anterior se desprende que sea cada vez más necesario traer de vuelta el componente geopolítico al análisis de los principales retos políticos, económicos y sociales de la región. Al juego de lo incierto en América Latina, pues, habrá que añadirle otra variable: la competencia estratégica global.


Discanto: En algunos sectores de la sociedad mexicana, particularmente de la izquierda, se ha vuelto práctica común denostar al PRI por sus errores del pasado –que no son pocos– y celebrar su irrelevancia política –por no decir cercana extinción. Es interés del Estado mexicano que partidos como el PRI mantengan la suficiente solidez para amortiguar un eventual latigazo hacia la derecha. Esta ausencia en otros países, le ha facilitado el paso a personajes como Jair Bolsonaro.