/ viernes 2 de diciembre de 2022

El riesgo de la polarización desde el liderazgo

El pasado domingo 27, por primera vez desde los días de José López Portillo, fuimos testigos de una marcha, para ser precisos, no una marcha, un desfile que se da desde el poder. Las marchas, tales como la entrada de Madero a la Ciudad de México o las cabalgatas revolucionarias, se daban a fin de plantear legítimas exigencias a quien detentaba el poder, hoy vemos que el presidente de la República se refugia en los suyos para alimentar su ego. El egocentrismo, el culto a la personalidad, es un sello que diferencia a la actual administración. Ni Madero, ni Juárez, ni Hidalgo, ni Allende, les pedían a los suyos que desfilaran para alabarlos. Hay que decirlo claro, no hay cuarta transformación, es un invento del presidente, un invento sin sustento histórico, pero riesgoso, es la irresponsabilidad con la que el presidente de todos los mexicanos se pone al frente de una movilización de los que están con él, condenando a los que no estamos en su movimiento al rechazo desde el propio Poder Ejecutivo federal, mismo que debería ser factor unificador de la nación y no el gran divisor.

Es claro que el presidente usa al pueblo de México, usa la pobreza, usa su necesidad, la miseria que padecen millones de mexicanas y mexicanos, y la aprovecha en su favor. Como en el Quijote, inventa enemigos para seguir con su narrativa, cuando nadie se confronta con él, él busca el conflicto para llevar adelante su ficción de un héroe o anti-héroe casi imaginado por Cervantes.

En 4 años no hay nada que presumir, los datos reales, no los otros datos, son los de la inseguridad, de la inflación, del menor poder adquisitivo y del abuso, como por muchos años lo hizo el viejo régimen de partido de Estado, de la necesidad y falta de preparación de amplios sectores de la población, para aprovecharse burdamente de ellos.

El presidente nunca se asume responsable de sus yerros, siempre culpa al pasado, no es capaz de reconocer que ha sido incapaz de guiar al país por la senda del éxito y que no es un líder a la altura de las circunstancias que el país requiere.

Desde la oposición, desde la libertad de los que no necesitamos la simpatía o aprobación de un hombre, sino que actuamos con base en nuestras convicciones, no permitiremos que continúe la mentira y, por lo tanto, en los próximos días defenderemos con hechos nuestra democracia, la que construimos todas y todos, en tanto él, desde su palacio, insiste en pelear contra sus molinos de viento.

El pasado domingo 27, por primera vez desde los días de José López Portillo, fuimos testigos de una marcha, para ser precisos, no una marcha, un desfile que se da desde el poder. Las marchas, tales como la entrada de Madero a la Ciudad de México o las cabalgatas revolucionarias, se daban a fin de plantear legítimas exigencias a quien detentaba el poder, hoy vemos que el presidente de la República se refugia en los suyos para alimentar su ego. El egocentrismo, el culto a la personalidad, es un sello que diferencia a la actual administración. Ni Madero, ni Juárez, ni Hidalgo, ni Allende, les pedían a los suyos que desfilaran para alabarlos. Hay que decirlo claro, no hay cuarta transformación, es un invento del presidente, un invento sin sustento histórico, pero riesgoso, es la irresponsabilidad con la que el presidente de todos los mexicanos se pone al frente de una movilización de los que están con él, condenando a los que no estamos en su movimiento al rechazo desde el propio Poder Ejecutivo federal, mismo que debería ser factor unificador de la nación y no el gran divisor.

Es claro que el presidente usa al pueblo de México, usa la pobreza, usa su necesidad, la miseria que padecen millones de mexicanas y mexicanos, y la aprovecha en su favor. Como en el Quijote, inventa enemigos para seguir con su narrativa, cuando nadie se confronta con él, él busca el conflicto para llevar adelante su ficción de un héroe o anti-héroe casi imaginado por Cervantes.

En 4 años no hay nada que presumir, los datos reales, no los otros datos, son los de la inseguridad, de la inflación, del menor poder adquisitivo y del abuso, como por muchos años lo hizo el viejo régimen de partido de Estado, de la necesidad y falta de preparación de amplios sectores de la población, para aprovecharse burdamente de ellos.

El presidente nunca se asume responsable de sus yerros, siempre culpa al pasado, no es capaz de reconocer que ha sido incapaz de guiar al país por la senda del éxito y que no es un líder a la altura de las circunstancias que el país requiere.

Desde la oposición, desde la libertad de los que no necesitamos la simpatía o aprobación de un hombre, sino que actuamos con base en nuestras convicciones, no permitiremos que continúe la mentira y, por lo tanto, en los próximos días defenderemos con hechos nuestra democracia, la que construimos todas y todos, en tanto él, desde su palacio, insiste en pelear contra sus molinos de viento.