/ domingo 21 de abril de 2024

El sometimiento popular al líder (IX)

Un tirano nunca es amado

ni ama él mismo jamás…

el tirano cree que su voluntad

es la única razón, carece de compañeros y, por lo tanto, está necesitado

de ser el amo de todos.

E. de la Boétie


Al adentrarnos en el conocimiento de la historia de la humanidad, ésta nos enseña que su dinámica no es la de ser un continuum lineal sino espiraliforme, hegelianamente hablando, en el que coexiste una multi secuencia, sucesiva y simultánea, de diversos ciclos que se suceden y superponen, tal y como lo pudo advertir Ferdinand Braudel. Y pienso justo en ello, porque estando a punto de concluir este recorrido que ha tratado de ser una revisión aproximativa al tema del sometimiento popular al líder, resulta por demás oportuno e ilustrativo, antes de intentar arribar a algún tipo de conclusión por cuanto a nuestro momento actual, inspirarnos una vez más en el ayer para entender nuestro hoy, sólo que ahora remontándonos a la Francia renacentista evocando a Étienne de la Boétie (1530-1563): el autor del crítico y y revolucionario “Discurso de la servidumbre voluntaria”, escrito hacia 1548 y publicado gracias a su amigo Michel de Montainge en 1571 y en 1576 por los hugonotes.

¿Por qué acudir justo a él? Porque las preguntas que este poeta, político y abogado galo se formula son las mismas que 500 años después nosotros nos hacemos. ¿Cómo es posible -denuncia- que “tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones puedan soportar a un solo tirano cuyo poder emana del que ellos le quieran dar; que sólo puede hacerles daño mientras quieran soportarlo; que no podría hacerles mal alguno si no eligieran sufrirle antes que contradecirle?”. Y agrega: “inútil dolerse al ver cómo un millón de hombres sirven miserablemente con el cuello bajo el yugo, sin estar obligados por una fuerza mayor, sino únicamente (al parecer) encantados y fascinados por el solo nombre de Uno, del cual no deberían temer su poder, puesto que está solo, ni ensalzar sus cualidades, ya que hacia ellos se muestra inhumano y cruel”.

Sí, no cabe duda que la distancia temporal que media entre de La Boétie y nosotros es un mero dato cronológico: pueblos y tiranos son iguales en su esencia. Podrán variar los espacios geográficos y las épocas, los nombres y número de actores sociales, pero finalmente, entonces como ahora, a menos de que sobrevenga una guerra de conquista, el deseo de servir al líder (el “Uno”, como le denomina el autor) ha sido y es una decisión que, históricamente, ha sido tomada de modo voluntario por el propio colectivo social.

¿Por qué? ¿Qué significa ello? ¿Cómo denominarle? Y continúa de La Boétie: ¿Qué “desgraciado vicio es ver a un número infinito de personas, no obedecer, sino servir; no ser gobernadas sino tiranizadas?” Seres sin vida propia, sufriendo saqueos, exacciones, crueldades, no a manos de un ejército “contra el cual sería necesario derramar la propia sangre y dar la vida, sino de Uno solo”; no un Hércules ni un Sansón, un mero “hombrecito (‘hommeau’) y con mucha frecuencia el más cobarde y apocado de la nación”. ¿Cobardía? ¿Pusilanimidad? ¿Qué “monstruoso vicio” es? Continúa demandándose el autor hasta advertir: bastaría no combatir al tirano sino -y subrayo- dejar de seguir siendo su siervo, no quitarle nada pero tampoco darle, porque “es el pueblo el que se somete, que se degüella, el que pudiendo elegir entre ser siervo o libre, rechaza su libertad y se impone el yugo; quien acepta su mal o, más bien, lo persigue”: no es posible que el amor a la servidumbre substituya al deseo de libertad.

Aserto este útimo gracias al cual se podría terminar de engarzar el rosario multicromático de las diversas conclusiones formuladas en los últimos 150 años por los estudiosos de la evolución teórica sobre el fenómeno de masas sometidas al líder, de las cuales las correspondientes a los totalitarismos del siglo XX han sido hasta ahora, trágicamente, las más reveladoras: el poder de un líder (“hombrecito”), bajo la luz boétiana, no dimana tanto de su fuerza brutal cuanto de que el pueblo le rinda su “servidumbre voluntaria”. Es el pueblo el que le da fuerza y poder cuando se le postra y convierte al espíritu de servilidad voluntaria la verdadera esencia del poder de un tirano.

Por consiguiente, el legado boétiano devendrá no sólo revelador sino colosalmente esperanzador al anunciar que todo líder-tirano sucumbe cuando el pueblo “voluntariamente sometido” deja de serlo, esto es, cuando logra erradicar al miedo y decide dejar de obedecer a su “hombrecito” autocreado al optar por fin a ser libre. Y cuando ese pueblo decide dejar de someterse al que también llama el poeta líder “tragapueblos” -cuyo nombre termina “ennegrecido con la tinta de mil plumas, y su reputación desgarrada en mil libros”- la dictadura se precipita y termina implosionando.

Reflexiones de suyo profundas e inspiradoras que lo convirtieron en precursor del pensamiento rousseauniano, pero sobre todo del anarquismo, la resistencia pacífica y la desobediencia civil. (Concluirá)


bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli


Un tirano nunca es amado

ni ama él mismo jamás…

el tirano cree que su voluntad

es la única razón, carece de compañeros y, por lo tanto, está necesitado

de ser el amo de todos.

E. de la Boétie


Al adentrarnos en el conocimiento de la historia de la humanidad, ésta nos enseña que su dinámica no es la de ser un continuum lineal sino espiraliforme, hegelianamente hablando, en el que coexiste una multi secuencia, sucesiva y simultánea, de diversos ciclos que se suceden y superponen, tal y como lo pudo advertir Ferdinand Braudel. Y pienso justo en ello, porque estando a punto de concluir este recorrido que ha tratado de ser una revisión aproximativa al tema del sometimiento popular al líder, resulta por demás oportuno e ilustrativo, antes de intentar arribar a algún tipo de conclusión por cuanto a nuestro momento actual, inspirarnos una vez más en el ayer para entender nuestro hoy, sólo que ahora remontándonos a la Francia renacentista evocando a Étienne de la Boétie (1530-1563): el autor del crítico y y revolucionario “Discurso de la servidumbre voluntaria”, escrito hacia 1548 y publicado gracias a su amigo Michel de Montainge en 1571 y en 1576 por los hugonotes.

¿Por qué acudir justo a él? Porque las preguntas que este poeta, político y abogado galo se formula son las mismas que 500 años después nosotros nos hacemos. ¿Cómo es posible -denuncia- que “tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones puedan soportar a un solo tirano cuyo poder emana del que ellos le quieran dar; que sólo puede hacerles daño mientras quieran soportarlo; que no podría hacerles mal alguno si no eligieran sufrirle antes que contradecirle?”. Y agrega: “inútil dolerse al ver cómo un millón de hombres sirven miserablemente con el cuello bajo el yugo, sin estar obligados por una fuerza mayor, sino únicamente (al parecer) encantados y fascinados por el solo nombre de Uno, del cual no deberían temer su poder, puesto que está solo, ni ensalzar sus cualidades, ya que hacia ellos se muestra inhumano y cruel”.

Sí, no cabe duda que la distancia temporal que media entre de La Boétie y nosotros es un mero dato cronológico: pueblos y tiranos son iguales en su esencia. Podrán variar los espacios geográficos y las épocas, los nombres y número de actores sociales, pero finalmente, entonces como ahora, a menos de que sobrevenga una guerra de conquista, el deseo de servir al líder (el “Uno”, como le denomina el autor) ha sido y es una decisión que, históricamente, ha sido tomada de modo voluntario por el propio colectivo social.

¿Por qué? ¿Qué significa ello? ¿Cómo denominarle? Y continúa de La Boétie: ¿Qué “desgraciado vicio es ver a un número infinito de personas, no obedecer, sino servir; no ser gobernadas sino tiranizadas?” Seres sin vida propia, sufriendo saqueos, exacciones, crueldades, no a manos de un ejército “contra el cual sería necesario derramar la propia sangre y dar la vida, sino de Uno solo”; no un Hércules ni un Sansón, un mero “hombrecito (‘hommeau’) y con mucha frecuencia el más cobarde y apocado de la nación”. ¿Cobardía? ¿Pusilanimidad? ¿Qué “monstruoso vicio” es? Continúa demandándose el autor hasta advertir: bastaría no combatir al tirano sino -y subrayo- dejar de seguir siendo su siervo, no quitarle nada pero tampoco darle, porque “es el pueblo el que se somete, que se degüella, el que pudiendo elegir entre ser siervo o libre, rechaza su libertad y se impone el yugo; quien acepta su mal o, más bien, lo persigue”: no es posible que el amor a la servidumbre substituya al deseo de libertad.

Aserto este útimo gracias al cual se podría terminar de engarzar el rosario multicromático de las diversas conclusiones formuladas en los últimos 150 años por los estudiosos de la evolución teórica sobre el fenómeno de masas sometidas al líder, de las cuales las correspondientes a los totalitarismos del siglo XX han sido hasta ahora, trágicamente, las más reveladoras: el poder de un líder (“hombrecito”), bajo la luz boétiana, no dimana tanto de su fuerza brutal cuanto de que el pueblo le rinda su “servidumbre voluntaria”. Es el pueblo el que le da fuerza y poder cuando se le postra y convierte al espíritu de servilidad voluntaria la verdadera esencia del poder de un tirano.

Por consiguiente, el legado boétiano devendrá no sólo revelador sino colosalmente esperanzador al anunciar que todo líder-tirano sucumbe cuando el pueblo “voluntariamente sometido” deja de serlo, esto es, cuando logra erradicar al miedo y decide dejar de obedecer a su “hombrecito” autocreado al optar por fin a ser libre. Y cuando ese pueblo decide dejar de someterse al que también llama el poeta líder “tragapueblos” -cuyo nombre termina “ennegrecido con la tinta de mil plumas, y su reputación desgarrada en mil libros”- la dictadura se precipita y termina implosionando.

Reflexiones de suyo profundas e inspiradoras que lo convirtieron en precursor del pensamiento rousseauniano, pero sobre todo del anarquismo, la resistencia pacífica y la desobediencia civil. (Concluirá)


bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli