/ lunes 5 de junio de 2023

Guerra EU – China: ¿ficción o realidad?

Pareciera que el mundo es cada vez más VICA –volátil, incierto, complejo y ambiguo. Caracho, así resulta imposible seguir cualquier fenómeno; ya no se diga realizar algún intento de anticipación. De modo que nos quedamos con el incidente mediático del día, la declaración política inaceptable o el retuit fácil.

Queda claro que la relación del ser humano con la verdad siempre ha sido cuesta arriba. Quizás hoy más que antes. No porque la hayamos alcanzado en el pasado, sino porque no nos estamos acercando en la actualidad. Todo puede ser o no ser en función de nuestras creencias, likes o afinidades ideológicas. En 1934, T.S. Eliot escribiría proféticamente: “Where is the wisdom we have lost in knowledge? / Where is the knowledge we have lost in information?”.

No obstante, frente a toda esta vorágine existe una palabra que en muchas ocasiones las puede de antídoto: indicadores. La rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China es ejemplo de ello. Sin duda, la relación entre Washington y Beijing se ha visto en una espiral de degradación en los últimos cinco años, ya sea por Taiwán, las aspiraciones hegemónicas, casos de espionaje o disputas comerciales. De ahí que se alimente la idea de una guerra abierta, cercana e inminente entre las dos superpotencias. ¿Es esta idea ficción o realidad? Un indicador ayudaría a matizar la cosa.

El año pasado, pese a la competencia que ambas naciones sostienen a nivel global, registró la mayor cantidad de comercio entre Estados Unidos y China. De acuerdo con el Buró de Análisis Económico de Estados Unidos, el comercio entre Washington y Beijing alcanzó una cifra récord de casi $691 mil millones de dólares.

Este indicador pone de relieve la interdependencia que todavía mantienen ambas superpotencias, y que tomará tiempo desacoplar –si es que se quiere– un compendio de intereses mutuos generados en los últimos 30 años, por lo menos. Más aún, este indicador nos sugiere que en el corto plazo ambos países estarían interesados en seguir “administrando” la competencia estratégica a fin de que ésta no escale. Lo anterior adquiere mayor relevancia si consideramos otros factores económicos o políticos –por ejemplo, una elección presidencial. De ahí, pues, que se estén dando esfuerzos muy necesarios entre ambos países para que la rivalidad estratégica no se convierta en enemistad.

Ahora, de ninguna manera se sugiere que las relaciones entre Estados Unidos y China se autorregularán en el futuro gracias a consideraciones económicas. De hecho, primero habrá que sortear imperativos de seguridad, defensa y geopolíticos, sumamente difíciles de reconciliar, y que definirán en el mediano plazo la forma de interactuar entre Estados Unidos y China. De ahí, por ejemplo, que el nearshoring responda a una lógica geopolítica de aislar a China y, con ello, mermar la distribución de sus capacidades militares, económicas y diplomáticas en diferentes regiones del mundo.

No obstante, lo que se quiere resaltar con este caso es la importancia de diferenciar entre el discurso político en ambos países y, por otra parte, la realidad económica-comercial entre ambos países. Esta distinción será necesaria al momento de estimar algún prospecto de riesgo en el futuro.

Discanto: Felicidades a Henry Kissinger por su primer centenario de vida. Un hombre celebrado y vilipendiado probablemente en igual medida…

Pareciera que el mundo es cada vez más VICA –volátil, incierto, complejo y ambiguo. Caracho, así resulta imposible seguir cualquier fenómeno; ya no se diga realizar algún intento de anticipación. De modo que nos quedamos con el incidente mediático del día, la declaración política inaceptable o el retuit fácil.

Queda claro que la relación del ser humano con la verdad siempre ha sido cuesta arriba. Quizás hoy más que antes. No porque la hayamos alcanzado en el pasado, sino porque no nos estamos acercando en la actualidad. Todo puede ser o no ser en función de nuestras creencias, likes o afinidades ideológicas. En 1934, T.S. Eliot escribiría proféticamente: “Where is the wisdom we have lost in knowledge? / Where is the knowledge we have lost in information?”.

No obstante, frente a toda esta vorágine existe una palabra que en muchas ocasiones las puede de antídoto: indicadores. La rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China es ejemplo de ello. Sin duda, la relación entre Washington y Beijing se ha visto en una espiral de degradación en los últimos cinco años, ya sea por Taiwán, las aspiraciones hegemónicas, casos de espionaje o disputas comerciales. De ahí que se alimente la idea de una guerra abierta, cercana e inminente entre las dos superpotencias. ¿Es esta idea ficción o realidad? Un indicador ayudaría a matizar la cosa.

El año pasado, pese a la competencia que ambas naciones sostienen a nivel global, registró la mayor cantidad de comercio entre Estados Unidos y China. De acuerdo con el Buró de Análisis Económico de Estados Unidos, el comercio entre Washington y Beijing alcanzó una cifra récord de casi $691 mil millones de dólares.

Este indicador pone de relieve la interdependencia que todavía mantienen ambas superpotencias, y que tomará tiempo desacoplar –si es que se quiere– un compendio de intereses mutuos generados en los últimos 30 años, por lo menos. Más aún, este indicador nos sugiere que en el corto plazo ambos países estarían interesados en seguir “administrando” la competencia estratégica a fin de que ésta no escale. Lo anterior adquiere mayor relevancia si consideramos otros factores económicos o políticos –por ejemplo, una elección presidencial. De ahí, pues, que se estén dando esfuerzos muy necesarios entre ambos países para que la rivalidad estratégica no se convierta en enemistad.

Ahora, de ninguna manera se sugiere que las relaciones entre Estados Unidos y China se autorregularán en el futuro gracias a consideraciones económicas. De hecho, primero habrá que sortear imperativos de seguridad, defensa y geopolíticos, sumamente difíciles de reconciliar, y que definirán en el mediano plazo la forma de interactuar entre Estados Unidos y China. De ahí, por ejemplo, que el nearshoring responda a una lógica geopolítica de aislar a China y, con ello, mermar la distribución de sus capacidades militares, económicas y diplomáticas en diferentes regiones del mundo.

No obstante, lo que se quiere resaltar con este caso es la importancia de diferenciar entre el discurso político en ambos países y, por otra parte, la realidad económica-comercial entre ambos países. Esta distinción será necesaria al momento de estimar algún prospecto de riesgo en el futuro.

Discanto: Felicidades a Henry Kissinger por su primer centenario de vida. Un hombre celebrado y vilipendiado probablemente en igual medida…