/ martes 28 de agosto de 2018

La estafa del recorte fiscal

¿Qué ocurrirá si la ola azul se queda corta en las elecciones intermedias? Claramente, a estas alturas, todavía podría suceder: los demócratas seguramente recibirán más votos que los republicanos, pero gracias a la manipulación distrital electoral y la geografía demográfica, el sistema electoral estadounidense otorga peso excesivo a los electores blancos en áreas rurales que todavía tienen fe en el presidente Trump. ¿Qué sucede si, gracias a ese peso excesivo, prevalece la minoría?

En primer lugar, sobran los motivos para creer que un Congreso republicano, liberado de la amenaza inmediata de las elecciones, haría lo que por poco hizo el año pasado, revocar la Ley de Atención Médica Asequible. Esto haría que decenas de millones de estadounidenses se quedaran sin seguro médico y golpearía en especial a los que tienen enfermedades preexistentes. Hay una razón por la que los servicios médicos, no Donald Trump, son el tema central de las campañas demócratas este año.

Ahora, los republicanos que exigen recortes al gasto social para equilibrar el presupuesto están demostrando un cinismo extraordinario, que tradicionalmente se define como lo que exhibes cuando matas a tus padres y luego pides clemencia porque te has quedado huérfano. Después de todo, los mismos republicanos que ahora se truenan los dedos por los déficits del presupuesto fueron quienes lo hicieron estallar al promulgar un inmenso recorte fiscal para las corporaciones y los ricos.

Esta estrategia, conocida como “hacer que la bestia pase hambre” se ha venido usando desde los años setenta, cuando economistas republicanos como Alan Greenspan y Milton Friedman comenzaron a declarar que la función de los recortes fiscales para empeorar el presupuesto era “una característica, no un error”.

Como Greenspan lo dijo abiertamente en 1978, la meta era controlar el gasto con recortes fiscales para reducir los ingresos y luego “confiar en que hay un límite político al gasto deficitario”.

Hace quince años, escribí un ensayo que llevaba por título The Tax-Cut Con (La estafa del recorte fiscal) en el que describía que ya desde entonces se consideraba era un fraude de larga tradición; parece una descripción casi literal de la estrategia republicana en 2017-18.

Sin embargo, sigo leyendo análisis de noticias que manifiestan desconcierto ante el hecho de que hombres que eran críticos declarados del déficit en la era de Obama apoyaran con suma alegría un recorte fiscal que hundiría el presupuesto con Trump.

La candidez de los medios noticiosos y los autoproclamados centristas sigue siendo algo excepcional.

Recuerden, Ryan, quien fue bastante ortodoxo en su determinación de recortar impuestos a los ricos mientras desbarataba los programas para los pobres y la clase media, hasta recibió un premio a la responsabilidad fiscal. Lo cual nos devuelve a las elecciones intermedias. El Estado de derecho sin duda está en la boleta electoral, al igual que los servicios médicos. No obstante, los electores deben darse cuenta de que la amenaza a los programas de los que dependen es mucho más extensa: si el Partido Republicano conserva la mayoría, la seguridad social y Medicare como los conocemos estarán en peligro inminente.


¿Qué ocurrirá si la ola azul se queda corta en las elecciones intermedias? Claramente, a estas alturas, todavía podría suceder: los demócratas seguramente recibirán más votos que los republicanos, pero gracias a la manipulación distrital electoral y la geografía demográfica, el sistema electoral estadounidense otorga peso excesivo a los electores blancos en áreas rurales que todavía tienen fe en el presidente Trump. ¿Qué sucede si, gracias a ese peso excesivo, prevalece la minoría?

En primer lugar, sobran los motivos para creer que un Congreso republicano, liberado de la amenaza inmediata de las elecciones, haría lo que por poco hizo el año pasado, revocar la Ley de Atención Médica Asequible. Esto haría que decenas de millones de estadounidenses se quedaran sin seguro médico y golpearía en especial a los que tienen enfermedades preexistentes. Hay una razón por la que los servicios médicos, no Donald Trump, son el tema central de las campañas demócratas este año.

Ahora, los republicanos que exigen recortes al gasto social para equilibrar el presupuesto están demostrando un cinismo extraordinario, que tradicionalmente se define como lo que exhibes cuando matas a tus padres y luego pides clemencia porque te has quedado huérfano. Después de todo, los mismos republicanos que ahora se truenan los dedos por los déficits del presupuesto fueron quienes lo hicieron estallar al promulgar un inmenso recorte fiscal para las corporaciones y los ricos.

Esta estrategia, conocida como “hacer que la bestia pase hambre” se ha venido usando desde los años setenta, cuando economistas republicanos como Alan Greenspan y Milton Friedman comenzaron a declarar que la función de los recortes fiscales para empeorar el presupuesto era “una característica, no un error”.

Como Greenspan lo dijo abiertamente en 1978, la meta era controlar el gasto con recortes fiscales para reducir los ingresos y luego “confiar en que hay un límite político al gasto deficitario”.

Hace quince años, escribí un ensayo que llevaba por título The Tax-Cut Con (La estafa del recorte fiscal) en el que describía que ya desde entonces se consideraba era un fraude de larga tradición; parece una descripción casi literal de la estrategia republicana en 2017-18.

Sin embargo, sigo leyendo análisis de noticias que manifiestan desconcierto ante el hecho de que hombres que eran críticos declarados del déficit en la era de Obama apoyaran con suma alegría un recorte fiscal que hundiría el presupuesto con Trump.

La candidez de los medios noticiosos y los autoproclamados centristas sigue siendo algo excepcional.

Recuerden, Ryan, quien fue bastante ortodoxo en su determinación de recortar impuestos a los ricos mientras desbarataba los programas para los pobres y la clase media, hasta recibió un premio a la responsabilidad fiscal. Lo cual nos devuelve a las elecciones intermedias. El Estado de derecho sin duda está en la boleta electoral, al igual que los servicios médicos. No obstante, los electores deben darse cuenta de que la amenaza a los programas de los que dependen es mucho más extensa: si el Partido Republicano conserva la mayoría, la seguridad social y Medicare como los conocemos estarán en peligro inminente.