/ sábado 15 de abril de 2023

La moviola | Campeones (de la corrección)

@lamoviola

Quién lo iba a decir, la era del humor descafeinado alcanzó a Bobby Farrelly, quien junto con su hermano Peter hicieron del afortunado mal gusto humorístico un estilo medio vacío pero corrosivo sin temor a las buenas conciencias que todavía hace algunos años tenían el pudor de esconder su mojigatería guanga y su afán de censura. Pegado a ti y Los tres chiflados son una muestra de lo anterior.

Es muy significativo pues, que en su más reciente película Campeones (2023), pese un temor a molestar e incomodar y por supuesto queda una comedia a media traza, lenta y mezquina. Remake fiel en sinopsis, infiel en humor en la película del mismo nombre dirigida por Javier Fesser y con el guión de David Marqués, Farrelly se ahoga en una buenez que por fortuna no se le conocía. La chispa pues se ha perdido.

Dada la trayectoria de los hermanos Farrelly la idea de que Bobby dirigiera un remake de la original, no parecía mala. Incluso en algún punto el ritmo hollywoodense podía ser un factor a favor. Lo que vemos en pantalla es un trabajo casi cuadro por cuadro de la versión original, sin la mala leche de la historia primigenia.

Marcus (Woody Harrelson ya en pellejos) es el perdedorsazo asistente del entrenador Phill (Ernie Hudson), de un equipo de cuarta categoría de baloncesto. Un día en pleno juego, discuten y Marcus lo empuja y es despedido. Para colmo, por manejar ebrio lo condenan a realizar labor social con un grupo de jóvenes con capacidades mentales diferentes.

El grupo, que practica como puede baloncesto, apenas se las arregla con el balón, así que Marcus, deberá juntar una paciencia que no tiene para cumplir sus horas de condena y de paso, llevarlos, si se puede, a ganar un campeonato.

En el equipo se encuentra Johnny (el excepcional Kevin Lannucci), un chico con síndrome de Down, enemigo del agua y el jabón, que resulta ser hermano de Alex (Kaitlin Olson), quien para colmo y por casualidad, tiene una historia con Marcus. Vaya, por ahí va la cosa.

Resulta complicado, incluso poco objetivo no comparar este trabajo menor de Farrelly, ante la versión original. Una historia de soterrada redención que parte de un personaje grumpy que dice cualquier cantidad de barbaridades ante quien se le pone enfrente. De hecho, esa es la principal variante del personaje que interpreta Harrelson, quien sin lugar a dudas hace lo que puede.

Basada por cierto en una historia real, un equipo español que ganó varios campeonatos, la historia es también sobre la capacidad de redención sin perder una irresistible decadencia. Pero en estos tiempos en que ha muerto el humor –ni Nietsche predijo esto–, vemos un trabajo disneyano que lo único que muestra es que donde había redención y humor hoy hay una industria paralizada por el temor de la cancelación que alcanza a los directores que habían logrado ser medianamente incómodos dentro de cierto afortunado vacío.


@lamoviola

Quién lo iba a decir, la era del humor descafeinado alcanzó a Bobby Farrelly, quien junto con su hermano Peter hicieron del afortunado mal gusto humorístico un estilo medio vacío pero corrosivo sin temor a las buenas conciencias que todavía hace algunos años tenían el pudor de esconder su mojigatería guanga y su afán de censura. Pegado a ti y Los tres chiflados son una muestra de lo anterior.

Es muy significativo pues, que en su más reciente película Campeones (2023), pese un temor a molestar e incomodar y por supuesto queda una comedia a media traza, lenta y mezquina. Remake fiel en sinopsis, infiel en humor en la película del mismo nombre dirigida por Javier Fesser y con el guión de David Marqués, Farrelly se ahoga en una buenez que por fortuna no se le conocía. La chispa pues se ha perdido.

Dada la trayectoria de los hermanos Farrelly la idea de que Bobby dirigiera un remake de la original, no parecía mala. Incluso en algún punto el ritmo hollywoodense podía ser un factor a favor. Lo que vemos en pantalla es un trabajo casi cuadro por cuadro de la versión original, sin la mala leche de la historia primigenia.

Marcus (Woody Harrelson ya en pellejos) es el perdedorsazo asistente del entrenador Phill (Ernie Hudson), de un equipo de cuarta categoría de baloncesto. Un día en pleno juego, discuten y Marcus lo empuja y es despedido. Para colmo, por manejar ebrio lo condenan a realizar labor social con un grupo de jóvenes con capacidades mentales diferentes.

El grupo, que practica como puede baloncesto, apenas se las arregla con el balón, así que Marcus, deberá juntar una paciencia que no tiene para cumplir sus horas de condena y de paso, llevarlos, si se puede, a ganar un campeonato.

En el equipo se encuentra Johnny (el excepcional Kevin Lannucci), un chico con síndrome de Down, enemigo del agua y el jabón, que resulta ser hermano de Alex (Kaitlin Olson), quien para colmo y por casualidad, tiene una historia con Marcus. Vaya, por ahí va la cosa.

Resulta complicado, incluso poco objetivo no comparar este trabajo menor de Farrelly, ante la versión original. Una historia de soterrada redención que parte de un personaje grumpy que dice cualquier cantidad de barbaridades ante quien se le pone enfrente. De hecho, esa es la principal variante del personaje que interpreta Harrelson, quien sin lugar a dudas hace lo que puede.

Basada por cierto en una historia real, un equipo español que ganó varios campeonatos, la historia es también sobre la capacidad de redención sin perder una irresistible decadencia. Pero en estos tiempos en que ha muerto el humor –ni Nietsche predijo esto–, vemos un trabajo disneyano que lo único que muestra es que donde había redención y humor hoy hay una industria paralizada por el temor de la cancelación que alcanza a los directores que habían logrado ser medianamente incómodos dentro de cierto afortunado vacío.