/ sábado 11 de junio de 2022

La moviola | El hoyo en la cerca: brutal, conmovedora 

@lamoviola

“Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos…” así inicia el relato Los cachorros obra iniciática del premio Nobel Mario Vargas Llosa. Publicada en 1967, la novela corta, mira a la sociedad peruana de las élites, a través de un grupo de jóvenes y sus primeras experiencias de vida. Pero sobre todo carencias e impotencia.

En El hoyo en la cerca (Joaquín del Paso, México-Polonia, 2021), se hace a través del lenguaje audiovisual. Pero va más allá, porque explora, explota los géneros. Los subvierte. Transgrede las posibilidades del relato fílmico. Consolida la vocación del séptimo arte de romper esquemas con la cámara y la historia.

El hoyo en la cerca, de afortunadísima gira festivalera y ganadora del premio a Mejor fotografía en la 78 edición del Festival de Cine de Venecia, otorgado a Alfonso Herrera Salcedo, reafirma la irreverencia fílmica de Maquinaria Panamericana (Del Paso, 2016), pero no sólo se queda en lo visual o estético, que en este caso es ético y filosófico, porque la historia funciona como una metáfora social de pedagogía esperpéntica que consolida atavismo y tensiones. Prejuicios de clase como eje de formación–deformación.

La película, es de algún modo una coming-of-age de rostros fellinescos, con personajes que pueden ser monstruosos, dulces y malvados.

En un campamento de niños bien, entre los 13 y 16 años, de alguna escuela privada y religiosa, a la que acuden hijos de empresarios y políticos, la convivencia en ese microcosmos claustrofóbico, se da entre bromas pesadas, tensiones de todo tipo entre los chicos, discriminación al becado al que le dicen el Chocorrol por su color de piel, pero sobre todo un intenso catecismo de reafirmación de élite y discriminación que inculcan los sacerdotes y maestros: “conservemos la protección de nuestro grupo (social)”, dice un padre al iniciar un ejercicio en el bosque.

Entre los jóvenes, está el líder, el débil, el bully, el que es empático pero es traicionado, y también aquel que se traiciona a sí mismo para encajar. Aquel que teme a su sexualidad y sobre todo siempre presente la represión y el prejuicio como eje de la formación.

Filme de personajes con una dulce monstruosidad, pero otros de plano de un demoníaco transcurrir, en algunos casos con un rostro que amplia la propuesta estética-ética, El hoyo en la cerca, nos presenta personajes que a pesar de todo y a pesar de ellos mismos, luchan por mantener su fulgor. Porque más allá del relato social e incluso político, el robo de cierta inocencia es un pilar de la historia.

Impecable en su propuesta visual, bizarra, por momentos incluso rítmica, renglón aparte merece su elenco: impecables todos y en su punto, en su mayoría formado por muy jóvenes actores en su primera experiencia en el cine.

El hoyo en la cerca es la fábula social más certera irreverente, punzante y dolorosa de los últimos años en el cine nacional. La juventud vista sin el filtro de una lente complaciente. Una suerte de lado B de Los Olvidados (Buñuel, 1950), de un México presente como nunca.

El horror como lo metafórico en la formación y el origen del miedo y la desesperanza en torno al crecimiento. Luche por verla. Es importante que lo haga en su primera semana de estreno.


@lamoviola

“Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos…” así inicia el relato Los cachorros obra iniciática del premio Nobel Mario Vargas Llosa. Publicada en 1967, la novela corta, mira a la sociedad peruana de las élites, a través de un grupo de jóvenes y sus primeras experiencias de vida. Pero sobre todo carencias e impotencia.

En El hoyo en la cerca (Joaquín del Paso, México-Polonia, 2021), se hace a través del lenguaje audiovisual. Pero va más allá, porque explora, explota los géneros. Los subvierte. Transgrede las posibilidades del relato fílmico. Consolida la vocación del séptimo arte de romper esquemas con la cámara y la historia.

El hoyo en la cerca, de afortunadísima gira festivalera y ganadora del premio a Mejor fotografía en la 78 edición del Festival de Cine de Venecia, otorgado a Alfonso Herrera Salcedo, reafirma la irreverencia fílmica de Maquinaria Panamericana (Del Paso, 2016), pero no sólo se queda en lo visual o estético, que en este caso es ético y filosófico, porque la historia funciona como una metáfora social de pedagogía esperpéntica que consolida atavismo y tensiones. Prejuicios de clase como eje de formación–deformación.

La película, es de algún modo una coming-of-age de rostros fellinescos, con personajes que pueden ser monstruosos, dulces y malvados.

En un campamento de niños bien, entre los 13 y 16 años, de alguna escuela privada y religiosa, a la que acuden hijos de empresarios y políticos, la convivencia en ese microcosmos claustrofóbico, se da entre bromas pesadas, tensiones de todo tipo entre los chicos, discriminación al becado al que le dicen el Chocorrol por su color de piel, pero sobre todo un intenso catecismo de reafirmación de élite y discriminación que inculcan los sacerdotes y maestros: “conservemos la protección de nuestro grupo (social)”, dice un padre al iniciar un ejercicio en el bosque.

Entre los jóvenes, está el líder, el débil, el bully, el que es empático pero es traicionado, y también aquel que se traiciona a sí mismo para encajar. Aquel que teme a su sexualidad y sobre todo siempre presente la represión y el prejuicio como eje de la formación.

Filme de personajes con una dulce monstruosidad, pero otros de plano de un demoníaco transcurrir, en algunos casos con un rostro que amplia la propuesta estética-ética, El hoyo en la cerca, nos presenta personajes que a pesar de todo y a pesar de ellos mismos, luchan por mantener su fulgor. Porque más allá del relato social e incluso político, el robo de cierta inocencia es un pilar de la historia.

Impecable en su propuesta visual, bizarra, por momentos incluso rítmica, renglón aparte merece su elenco: impecables todos y en su punto, en su mayoría formado por muy jóvenes actores en su primera experiencia en el cine.

El hoyo en la cerca es la fábula social más certera irreverente, punzante y dolorosa de los últimos años en el cine nacional. La juventud vista sin el filtro de una lente complaciente. Una suerte de lado B de Los Olvidados (Buñuel, 1950), de un México presente como nunca.

El horror como lo metafórico en la formación y el origen del miedo y la desesperanza en torno al crecimiento. Luche por verla. Es importante que lo haga en su primera semana de estreno.