/ sábado 4 de diciembre de 2021

La moviola  | La casa Gucci: Soy totalmente Scott

En una escena de La casa Gucci (Ridley Scott, 2021), el desparpajado Aldo Gucci (Al Pacino, siempre instalado en Pacino), se lamenta con amargura de la profunda estupidez de su decadente hijo Paolo (un excepcional Jared Leto, quizá lo mejor de la película), pero lo hace con cinismo y algún aire de sarcasmo. La escena se da en medio de una comida familiar en donde de forma sutil se filtrará la tensión que destruirá el emporio al interior de la estirpe de la moda. Una tragedia soterrada se percibe en el momento, pero que la maestría en la dirección de Scott, la lleva a franca comedia.

Y es que La casa Gucci, tiene todos los elementos para ser un clásico griego, con tragedia familiar, traiciones y asesinatos, o bien, una modalidad del cine mafiosos. Sin embargo, el profundo patetismo con que dota el director a sus personajes, da un vuelco al tono que por lógica podría tener esta historia.

Todos los personajes desbordan ese aire bufo, excesivo, banal. En medio de la inmundicia familiar uno no puede más que esbozar sonrisas constantes a lo largo de las más de dos horas de duración del obvio culebrón ligero y semiculturizado.

Scott, se decanta por hurgar en sus personajes a través de un tono de sutil farsa y un estupendo soundtrack, uno de los protagonistas del filme. Nunca hay un juicio moral hacia los protagonistas y quizá sí una sutil repulsión hacia la patética víctima Maurizio Gucci, un sobrio Adam Driver, que empieza a dormirse en sus laureles.

La historia, que del semanario Hola fue a las páginas más amarillas de los tabloides (no tiene desperdicio el asunto, vaya) cuenta la relación entre el ya mencionado heredero Gucci y Patrizia Reggiani (Lady Gaga, que, quién iba a decirlo, después de esta película me convertí en su fan), los altibajos de su relación, antes y después de la boda y el posterior asesinato de Gucci planeado por su esposa.

Los hechos a estas alturas ya están documentados y juzgados, a pesar de las enormes licencias que se toman Scott, el guion y la novela en la que se basa, pero eso es lo de menos. Lo que importa es la puesta en escena: Un elegante decorado de seres malcriados y patéticos que en un tono superlativo nos trasladan a una especie de spoof movie (parodia de género) de tragedia griega.

Y sí, a pesar de que el señor Scott, nos recetó esta semana un insulto a los habitantes de la CDMX (se atrevió a decir que huele feo, ¿usted lo puede usted creer?), el filme da muestras de una sutil maestría, con todo y la Hayek que aparece simpática, pero con la piña en la cabeza, como ya es habitual en sus interpretaciones.

Vaya que es un trabajo interesante. No lo mejor de Scott pero muy digno y el tipo a pesar de lenguaraz y grosero, hace una radiografía social sin grandes pretensiones en apariencia y hasta parece una chickflick trágica, amargada, pero muy bien vestida de inmundicia.


En una escena de La casa Gucci (Ridley Scott, 2021), el desparpajado Aldo Gucci (Al Pacino, siempre instalado en Pacino), se lamenta con amargura de la profunda estupidez de su decadente hijo Paolo (un excepcional Jared Leto, quizá lo mejor de la película), pero lo hace con cinismo y algún aire de sarcasmo. La escena se da en medio de una comida familiar en donde de forma sutil se filtrará la tensión que destruirá el emporio al interior de la estirpe de la moda. Una tragedia soterrada se percibe en el momento, pero que la maestría en la dirección de Scott, la lleva a franca comedia.

Y es que La casa Gucci, tiene todos los elementos para ser un clásico griego, con tragedia familiar, traiciones y asesinatos, o bien, una modalidad del cine mafiosos. Sin embargo, el profundo patetismo con que dota el director a sus personajes, da un vuelco al tono que por lógica podría tener esta historia.

Todos los personajes desbordan ese aire bufo, excesivo, banal. En medio de la inmundicia familiar uno no puede más que esbozar sonrisas constantes a lo largo de las más de dos horas de duración del obvio culebrón ligero y semiculturizado.

Scott, se decanta por hurgar en sus personajes a través de un tono de sutil farsa y un estupendo soundtrack, uno de los protagonistas del filme. Nunca hay un juicio moral hacia los protagonistas y quizá sí una sutil repulsión hacia la patética víctima Maurizio Gucci, un sobrio Adam Driver, que empieza a dormirse en sus laureles.

La historia, que del semanario Hola fue a las páginas más amarillas de los tabloides (no tiene desperdicio el asunto, vaya) cuenta la relación entre el ya mencionado heredero Gucci y Patrizia Reggiani (Lady Gaga, que, quién iba a decirlo, después de esta película me convertí en su fan), los altibajos de su relación, antes y después de la boda y el posterior asesinato de Gucci planeado por su esposa.

Los hechos a estas alturas ya están documentados y juzgados, a pesar de las enormes licencias que se toman Scott, el guion y la novela en la que se basa, pero eso es lo de menos. Lo que importa es la puesta en escena: Un elegante decorado de seres malcriados y patéticos que en un tono superlativo nos trasladan a una especie de spoof movie (parodia de género) de tragedia griega.

Y sí, a pesar de que el señor Scott, nos recetó esta semana un insulto a los habitantes de la CDMX (se atrevió a decir que huele feo, ¿usted lo puede usted creer?), el filme da muestras de una sutil maestría, con todo y la Hayek que aparece simpática, pero con la piña en la cabeza, como ya es habitual en sus interpretaciones.

Vaya que es un trabajo interesante. No lo mejor de Scott pero muy digno y el tipo a pesar de lenguaraz y grosero, hace una radiografía social sin grandes pretensiones en apariencia y hasta parece una chickflick trágica, amargada, pero muy bien vestida de inmundicia.