/ sábado 21 de marzo de 2020

La prueba más dura para AMLO y su gabinete

Ahora todos hablamos, leemos y escuchamos del covid 19, el virus que sorprendió al mundo, aisló a las personas y ojalá logré concientizar sobre lo vulnerable que es el ser humano.

En México, las autoridades sanitarias han sido duramente criticadas por la lentitud con que comenzaron a atender la pandemia y, sobre todo, por el descuido con que se ha manejado el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, pese a la emergencia sanitaria, continúa sus giras y actos públicos.

Sin el menor reparo, el Primer Mandatario abrazó y besó a todo aquel seguidor que se le acercó en las plazas públicas de los estados que visitó, hasta que tuvo a bien recapacitar y suspender ese contacto directo con la gente, que tanto le fortalece, aunque apenas esta semana comenzó su abstinencia.

Empero, el desorden en la toma de decisiones ha sido evidente, porque en cada entidad los gobernadores hacen lo que pueden, ante la ausencia del secretario de Salud, Jorge Alcocer, a quien sólo se le ha visto sentado en el Salón Tesorería de Palacio Nacional y no tomando decisiones de Jefe de Estado.

El subsecretario de Salud Hugo López Gatell se ha convertido en el vocero del gobierno de la República, empero sus decisiones han sido descalificadas porque, mientras en el 2009 durante la crisis de la influenza AH1N1 apoyó la parálisis momentánea del país, esta ocasión ha insistido en que todo continúe casi de manera normal, incluso se pronunció porque tanto la Cámara de Diputados como de Senadores continuarán sus labores legislativos, pese al riesgo que eso representaba.

La ciudadanía está atemorizada por el incierto panorama que se aproxima, sobre todo con la quiebra que podría registrarse en el pequeño comercio, generador del 80 por ciento de fuentes de empleo. La parálisis de tres meses no lo soportaría ni la más sólida de las empresas a nivel mundial, mucho menos los pequeños negocios.

Ante este escenario, el martes pasado la Organización Mundial de Comercio (OMS), señaló que en México la respuesta al llamado coronavirus debe ser coordinada desde el más alto nivel de gobierno “y no relegada al sector salud, pues toca todos los ámbitos de la sociedad.”

COVID-19 PARA RICOS Y POBRES

El 28 de febrero, durante la conferencia “mañanera”, López Gatell confirmó el primer caso de coronavirus en la República. La oposición tuvo que esperar 19 días para que se registrara la primera defunción ocasionada por la pandemia.

Pero fue el viaje de un grupo de empresarios mexicanos a esquiar en Vail, en Colorado, Estados Unidos, lo que aceleró la propagación porque todos se los viajeros se dispersaron en los estados de Nuevo León, Puebla y la Ciudad de México. El destino de nieve se convirtió en una tragedia para toda una nación.

Otro punto neurálgico de la propagación ha sido el municipio más rico del país. Se trata de San Pedro Garza García, en Nuevo León, donde se tiene registrado el mayor número de infectados.

Con ambos casos, podría pensarse que el coronavirus es un asunto de clase social, lo cual resulta una falacia porque la primera persona que falleció pertenecía a la clase media, electricista, casado, diabético, con una hija y que, por cierto, cometió el error de ir a un concierto en el Palacio de los Deportes donde seguramente contagio a más de una decena de personas, quienes a su vez transmitirán el virus a otro número importante de parientes, amigos o desconocidos. Después, hubo más eventos masivos no sólo en la capital del país, sino en varios estados lo que disparará el número de casos confirmados infectados por el virus surgido en China y que ha atemorizado a todo el mundo.

¿Por qué se negaron las autoridades a cancelar esos eventos? La respuesta a ciencia cierta nadie la conoce, lo que sí resultó un error fue no haberlo hecho a tiempo. Como suele ocurrir, se antepuso el interés de los poderosos, que son minoría, sobre la mayoría.

Ahora es muy tarde para frenar todo y obligar a los ciudadanos a refugiarse en sus hogares durante, por lo menos, una semana. Los pocos que han tenido la oportunidad, la han aprovechado de inmediato pero lo ven como un descanso, no como un tema de seguridad para la salud.

LA DESINFORMACIÓN QUE ASUSTA

En este siglo, la primera pandemia que se registró en el país fue la influenza AH1N1 en 2009, cuando el espurio Felipe Calderón gobernaba, dejó un saldo de 70 mil personas contagiadas y mil muertas, cifra que resultó inferior a la esperada por la OMS.

Han transcurrido 11 años y la situación cambió, gracias a la tecnología y a las redes sociales que, esta ocasión, han sido aprovechadas tanto para prevenir como para cundir el pánico entre gente desinformada que prefiere leer el mensaje de un desconocido en Twitter o Facebook antes que revisar un periódico.

Empero, también ha habido quienes se aprovecharon del momento y, de nueva cuenta, fueron algunos hospitales no autorizados para realizar los análisis y que, sin embargo, cobraron una fortuna a la gente que desesperada pagó por adelantado y después resultó que no tenían la licencia de la Secretaría de Salud.

Exactamente lo mismo ocurrió con la venta de cubrebocas, desinfectantes y artículos de limpieza personal y del hogar, que además de escasos incrementaron su precio por la sobredemanda, ocasionada por las compras de pánico.

Los mexicanos, siempre tan efusivos y cariñosos, esta vez han aprendido a que no habrá más abrazos, saludos de mano, acercamientos ni contacto físico con desconocidos, al menos mientras dura la crisis sanitaria que, según algunos expertos, podría dar visos de reactivación pasada la semana santa.

Esta será una dura prueba para AMLO y todo su equipo y la oposición espera el primer error, ese tropezón del que le resultará difícil recuperarse para continuar con su Cuarta Transformación, la que por más cuentas que hago no veo que le alcance el tiempo para concretarla.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio

Ahora todos hablamos, leemos y escuchamos del covid 19, el virus que sorprendió al mundo, aisló a las personas y ojalá logré concientizar sobre lo vulnerable que es el ser humano.

En México, las autoridades sanitarias han sido duramente criticadas por la lentitud con que comenzaron a atender la pandemia y, sobre todo, por el descuido con que se ha manejado el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, pese a la emergencia sanitaria, continúa sus giras y actos públicos.

Sin el menor reparo, el Primer Mandatario abrazó y besó a todo aquel seguidor que se le acercó en las plazas públicas de los estados que visitó, hasta que tuvo a bien recapacitar y suspender ese contacto directo con la gente, que tanto le fortalece, aunque apenas esta semana comenzó su abstinencia.

Empero, el desorden en la toma de decisiones ha sido evidente, porque en cada entidad los gobernadores hacen lo que pueden, ante la ausencia del secretario de Salud, Jorge Alcocer, a quien sólo se le ha visto sentado en el Salón Tesorería de Palacio Nacional y no tomando decisiones de Jefe de Estado.

El subsecretario de Salud Hugo López Gatell se ha convertido en el vocero del gobierno de la República, empero sus decisiones han sido descalificadas porque, mientras en el 2009 durante la crisis de la influenza AH1N1 apoyó la parálisis momentánea del país, esta ocasión ha insistido en que todo continúe casi de manera normal, incluso se pronunció porque tanto la Cámara de Diputados como de Senadores continuarán sus labores legislativos, pese al riesgo que eso representaba.

La ciudadanía está atemorizada por el incierto panorama que se aproxima, sobre todo con la quiebra que podría registrarse en el pequeño comercio, generador del 80 por ciento de fuentes de empleo. La parálisis de tres meses no lo soportaría ni la más sólida de las empresas a nivel mundial, mucho menos los pequeños negocios.

Ante este escenario, el martes pasado la Organización Mundial de Comercio (OMS), señaló que en México la respuesta al llamado coronavirus debe ser coordinada desde el más alto nivel de gobierno “y no relegada al sector salud, pues toca todos los ámbitos de la sociedad.”

COVID-19 PARA RICOS Y POBRES

El 28 de febrero, durante la conferencia “mañanera”, López Gatell confirmó el primer caso de coronavirus en la República. La oposición tuvo que esperar 19 días para que se registrara la primera defunción ocasionada por la pandemia.

Pero fue el viaje de un grupo de empresarios mexicanos a esquiar en Vail, en Colorado, Estados Unidos, lo que aceleró la propagación porque todos se los viajeros se dispersaron en los estados de Nuevo León, Puebla y la Ciudad de México. El destino de nieve se convirtió en una tragedia para toda una nación.

Otro punto neurálgico de la propagación ha sido el municipio más rico del país. Se trata de San Pedro Garza García, en Nuevo León, donde se tiene registrado el mayor número de infectados.

Con ambos casos, podría pensarse que el coronavirus es un asunto de clase social, lo cual resulta una falacia porque la primera persona que falleció pertenecía a la clase media, electricista, casado, diabético, con una hija y que, por cierto, cometió el error de ir a un concierto en el Palacio de los Deportes donde seguramente contagio a más de una decena de personas, quienes a su vez transmitirán el virus a otro número importante de parientes, amigos o desconocidos. Después, hubo más eventos masivos no sólo en la capital del país, sino en varios estados lo que disparará el número de casos confirmados infectados por el virus surgido en China y que ha atemorizado a todo el mundo.

¿Por qué se negaron las autoridades a cancelar esos eventos? La respuesta a ciencia cierta nadie la conoce, lo que sí resultó un error fue no haberlo hecho a tiempo. Como suele ocurrir, se antepuso el interés de los poderosos, que son minoría, sobre la mayoría.

Ahora es muy tarde para frenar todo y obligar a los ciudadanos a refugiarse en sus hogares durante, por lo menos, una semana. Los pocos que han tenido la oportunidad, la han aprovechado de inmediato pero lo ven como un descanso, no como un tema de seguridad para la salud.

LA DESINFORMACIÓN QUE ASUSTA

En este siglo, la primera pandemia que se registró en el país fue la influenza AH1N1 en 2009, cuando el espurio Felipe Calderón gobernaba, dejó un saldo de 70 mil personas contagiadas y mil muertas, cifra que resultó inferior a la esperada por la OMS.

Han transcurrido 11 años y la situación cambió, gracias a la tecnología y a las redes sociales que, esta ocasión, han sido aprovechadas tanto para prevenir como para cundir el pánico entre gente desinformada que prefiere leer el mensaje de un desconocido en Twitter o Facebook antes que revisar un periódico.

Empero, también ha habido quienes se aprovecharon del momento y, de nueva cuenta, fueron algunos hospitales no autorizados para realizar los análisis y que, sin embargo, cobraron una fortuna a la gente que desesperada pagó por adelantado y después resultó que no tenían la licencia de la Secretaría de Salud.

Exactamente lo mismo ocurrió con la venta de cubrebocas, desinfectantes y artículos de limpieza personal y del hogar, que además de escasos incrementaron su precio por la sobredemanda, ocasionada por las compras de pánico.

Los mexicanos, siempre tan efusivos y cariñosos, esta vez han aprendido a que no habrá más abrazos, saludos de mano, acercamientos ni contacto físico con desconocidos, al menos mientras dura la crisis sanitaria que, según algunos expertos, podría dar visos de reactivación pasada la semana santa.

Esta será una dura prueba para AMLO y todo su equipo y la oposición espera el primer error, ese tropezón del que le resultará difícil recuperarse para continuar con su Cuarta Transformación, la que por más cuentas que hago no veo que le alcance el tiempo para concretarla.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio