/ sábado 4 de abril de 2020

Gregorio Meraz, el reportero de la paz y la guerra

Acaba de aparecer un libro de Gregorio Meraz bajo el título: “El periodismo, una lección en cada nota”, en el cual recorre sus 40 años como reportero, que participó en el selecto grupo de informadores acreditados ante la Casa Blanca.

Diversos lugares en donde el sonido de las ametralladoras o de las bombas interrumpieron la paz, también fueron objeto de la mirada crítica y honesta de Meraz.

Gregorio tomó el periodismo como una vocación, más que como un trabajo, por muy interesante que pudiera resultar.

El 12 de abril de 1984, Gregorio, el joven reportero se enfiló hacia Nicaragua en donde un grupo de patriota trataba de devolverle el poder político al pueblo, porque la familia Somoza ya lo había explotado por más de 20 años.

Las palabras cesaron y la guerrilla nació. En las selvas vírgenes, la mayor parte, de Nicaragua empezó a sonar el tableteo de las metralletas y de los AK 47 usados por el grupo de jóvenes que agarraron las armas y dejaron su vida en Managua, para meterse en ríos inexplorados y selvas peligrosas.

El libro tiene una portada de antología, porque el autor aparece en cuclillas del lado derecho de la fotografía, acompañado de tres guerrilleros con armas en la mano del lado izquierdo del reportero. Ese fue el primer encuentro del reportero con lo que es en realidad una guerrilla.

En su primera experiencia, Gregorio tuvo la oportunidad de estar al lado de Edén Pastora, comandante fiel que pasó a la historia como un libertador de Nicaragua, aunque Daniel Ortega le ganó la partida y lleva más de 10 años como presidente de ese, país tan pequeño territorialmente como grandes son sus problemas de gobierno.

Meraz, entonces con su libreta de notas y su carácter inflexible, hizo en la trinchera lo mismo que los revolucionarios que lo acompañaban. Dejó de lado el sentimiento de cuidar la vida, por el de entregarla a las mejores causas por el periodismo.

MERAZ, EXHIBIÓ LAS MENTIRAS DE LAS MALVINAS

No defendió dictadores en sus notas, ni magnificó hechos pequeños que lo hicieran hacer grande artificialmente, como el caso de la guerra en Las Malvinas.

En ese conflicto, Gregorio descubrió, antes que ningún reportero en el mundo, que el presidente de Argentina, Leopoldo Fortunato, había inventado partes de guerra en donde las fuerzas argentinas estaban doblegando a las inglesas en esas pequeñas islas.

Lo primero que se pierde en una guerra o en una guerrilla, es la verdad, y la manipulan de un lado y de otro de la trinchera. Al final esa verdad se impone, pero después de que han caído en la lucha cientos y hasta miles de seres humanos.

Para los llamados corresponsales de guerra (que para mí no son más que reporteros como lo fui yo en mi época que andaba persiguiendo, como Gregorio, a las guerras y golpes de Estado), podemos atestiguar la fidelidad de los envíos de Meraz desde varios lugares del mundo.

El libro está ilustrado con cerca de 100 fotografías que son el testimonio irrefutable de la veracidad de los envíos de Gregorio Meraz.

Aunque tenía su sede como reportero de la Casa Blanca, Gregorio estuvo presente en la tragedia que la madrugada del 1 de noviembre de 1984 cimbró el corazón y la mente de los mexicanos con la tragedia del incendio de San Juanico, un descuido de quienes debieron evitar el desastre que tuvo un alto precio en las vidas y la moral de los mexicano.

No cualquier periodista puede llamarse corresponsal de guerra, ni cualquier periodista está dispuesto a perder la vida pro ganar una noticia. Eso solo lo hacen los privilegiados que nacieron con el don de la entrega personal en favor de la colectiva.

OJOS, CORAZÓN Y PENSAMIENTO PARA INFORMAR

El autor hizo acto de presencia durante los días en que un grupo de diplomáticos estadounidenses estuvo confinado por la fuerza para no abandonar la Embajada en Irán, con sede en Terán, porque los seguidores violentos de Ayatola Jomeini vomitaba patriotismo barato cada mañana en que salía el sol pero no la paz.

El corresponsal de guerra, como Gregorio Meraz, es un privilegiado porque con su periodismo llega a donde muy pocos reporteros del mundo han llegado, esto es al corazón de las noticias, a conmover almas y conciencias. Todo con el efecto mágico de la palabra.

Se habla de héroes en los despachos que hacía Meraz a los noticiarios de Televisa, en donde trabajaba como reportero bajo el ala protectora de muchos periodistas que veían desde entonces en el joven una esperanza de buen periodismo, honesto, libre de presiones económicas y, sobre todo, de un espíritu de libertad y trabajo.

El autor, con gran libertad desde su banca de la prensa de Washington, tuvo el valor de decir que los Estados Unidos, especialmente los gobernantes de ese momento, no habían atendido debidamente la consecuencia que podía traer el 11 de septiembre de 2001, cuando cayeron las Torres Gemelas de Nueva York como consecuencia de que varios jóvenes musulmanes dieron su vida a cambio de desviar el avión en el que viajaban hacia el copete de los rascacielos, que habrían de caer desde las alturas a las calles de la Gran Manzana.

En esa tragedia, no solo cayeron las torres. También resultaron afectados el Pentágono y el Campo David.

Meraz dejó en claro, sin tapujos de ninguna especie, la falta de previsión del gobierno del país más grande del mundo para defender su territorio. Simple y sencillamente los terroristas islámicos agarraron durmiendo todavía a los neoyorquinos, que apenas empezaban su jornada laboral y a las autoridades nacionales estadounidense que también fueron incapaces de prevenir con sus grandes aparatos de seguridad lo que sería una de las grandes desgracias que sufrió el capitalismo norteamericano.

Gracias Gregorio Meraz por el libro que nos has regalado, que tiene como principal enseñanza la entrega que el reportero debe tener aún a costa de su vida, por atrapar la noticia.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.

manuelmejidot@gmail.com

Acaba de aparecer un libro de Gregorio Meraz bajo el título: “El periodismo, una lección en cada nota”, en el cual recorre sus 40 años como reportero, que participó en el selecto grupo de informadores acreditados ante la Casa Blanca.

Diversos lugares en donde el sonido de las ametralladoras o de las bombas interrumpieron la paz, también fueron objeto de la mirada crítica y honesta de Meraz.

Gregorio tomó el periodismo como una vocación, más que como un trabajo, por muy interesante que pudiera resultar.

El 12 de abril de 1984, Gregorio, el joven reportero se enfiló hacia Nicaragua en donde un grupo de patriota trataba de devolverle el poder político al pueblo, porque la familia Somoza ya lo había explotado por más de 20 años.

Las palabras cesaron y la guerrilla nació. En las selvas vírgenes, la mayor parte, de Nicaragua empezó a sonar el tableteo de las metralletas y de los AK 47 usados por el grupo de jóvenes que agarraron las armas y dejaron su vida en Managua, para meterse en ríos inexplorados y selvas peligrosas.

El libro tiene una portada de antología, porque el autor aparece en cuclillas del lado derecho de la fotografía, acompañado de tres guerrilleros con armas en la mano del lado izquierdo del reportero. Ese fue el primer encuentro del reportero con lo que es en realidad una guerrilla.

En su primera experiencia, Gregorio tuvo la oportunidad de estar al lado de Edén Pastora, comandante fiel que pasó a la historia como un libertador de Nicaragua, aunque Daniel Ortega le ganó la partida y lleva más de 10 años como presidente de ese, país tan pequeño territorialmente como grandes son sus problemas de gobierno.

Meraz, entonces con su libreta de notas y su carácter inflexible, hizo en la trinchera lo mismo que los revolucionarios que lo acompañaban. Dejó de lado el sentimiento de cuidar la vida, por el de entregarla a las mejores causas por el periodismo.

MERAZ, EXHIBIÓ LAS MENTIRAS DE LAS MALVINAS

No defendió dictadores en sus notas, ni magnificó hechos pequeños que lo hicieran hacer grande artificialmente, como el caso de la guerra en Las Malvinas.

En ese conflicto, Gregorio descubrió, antes que ningún reportero en el mundo, que el presidente de Argentina, Leopoldo Fortunato, había inventado partes de guerra en donde las fuerzas argentinas estaban doblegando a las inglesas en esas pequeñas islas.

Lo primero que se pierde en una guerra o en una guerrilla, es la verdad, y la manipulan de un lado y de otro de la trinchera. Al final esa verdad se impone, pero después de que han caído en la lucha cientos y hasta miles de seres humanos.

Para los llamados corresponsales de guerra (que para mí no son más que reporteros como lo fui yo en mi época que andaba persiguiendo, como Gregorio, a las guerras y golpes de Estado), podemos atestiguar la fidelidad de los envíos de Meraz desde varios lugares del mundo.

El libro está ilustrado con cerca de 100 fotografías que son el testimonio irrefutable de la veracidad de los envíos de Gregorio Meraz.

Aunque tenía su sede como reportero de la Casa Blanca, Gregorio estuvo presente en la tragedia que la madrugada del 1 de noviembre de 1984 cimbró el corazón y la mente de los mexicanos con la tragedia del incendio de San Juanico, un descuido de quienes debieron evitar el desastre que tuvo un alto precio en las vidas y la moral de los mexicano.

No cualquier periodista puede llamarse corresponsal de guerra, ni cualquier periodista está dispuesto a perder la vida pro ganar una noticia. Eso solo lo hacen los privilegiados que nacieron con el don de la entrega personal en favor de la colectiva.

OJOS, CORAZÓN Y PENSAMIENTO PARA INFORMAR

El autor hizo acto de presencia durante los días en que un grupo de diplomáticos estadounidenses estuvo confinado por la fuerza para no abandonar la Embajada en Irán, con sede en Terán, porque los seguidores violentos de Ayatola Jomeini vomitaba patriotismo barato cada mañana en que salía el sol pero no la paz.

El corresponsal de guerra, como Gregorio Meraz, es un privilegiado porque con su periodismo llega a donde muy pocos reporteros del mundo han llegado, esto es al corazón de las noticias, a conmover almas y conciencias. Todo con el efecto mágico de la palabra.

Se habla de héroes en los despachos que hacía Meraz a los noticiarios de Televisa, en donde trabajaba como reportero bajo el ala protectora de muchos periodistas que veían desde entonces en el joven una esperanza de buen periodismo, honesto, libre de presiones económicas y, sobre todo, de un espíritu de libertad y trabajo.

El autor, con gran libertad desde su banca de la prensa de Washington, tuvo el valor de decir que los Estados Unidos, especialmente los gobernantes de ese momento, no habían atendido debidamente la consecuencia que podía traer el 11 de septiembre de 2001, cuando cayeron las Torres Gemelas de Nueva York como consecuencia de que varios jóvenes musulmanes dieron su vida a cambio de desviar el avión en el que viajaban hacia el copete de los rascacielos, que habrían de caer desde las alturas a las calles de la Gran Manzana.

En esa tragedia, no solo cayeron las torres. También resultaron afectados el Pentágono y el Campo David.

Meraz dejó en claro, sin tapujos de ninguna especie, la falta de previsión del gobierno del país más grande del mundo para defender su territorio. Simple y sencillamente los terroristas islámicos agarraron durmiendo todavía a los neoyorquinos, que apenas empezaban su jornada laboral y a las autoridades nacionales estadounidense que también fueron incapaces de prevenir con sus grandes aparatos de seguridad lo que sería una de las grandes desgracias que sufrió el capitalismo norteamericano.

Gracias Gregorio Meraz por el libro que nos has regalado, que tiene como principal enseñanza la entrega que el reportero debe tener aún a costa de su vida, por atrapar la noticia.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.

manuelmejidot@gmail.com