/ viernes 29 de julio de 2022

Los ambientalistas ¡aquí estamos!

Por Francisco Ayala | Huerto Roma Verde


Somos testigos de que la crisis climática, y sus graves consecuencias, constituye hoy en día el factor de riesgo más significativo que enfrenta la humanidad y la vida de millones de especies de animales, hongos y plantas que comparten con nosotros el planeta. Estamos cada vez más cerca de un punto de no retorno donde las acciones que emprendamos ya no tengan consecuencia regenerativa alguna.

Entender esta situación debería hacernos actuar de otra manera, construir desde otra perspectiva, imaginarnos alternativas que se nutran desde otra visión, emprender otro modelo de crecimiento y tejer desde otro paradigma.

Son tiempos para sumar acciones regenerativas porque las actividades extractivistas que impulsaron un desarrollo lineal basado en la falsa idea de la abundancia inagotable de recursos, ya no existe. Sabemos desde hace algunas décadas que hay límites que no debemos cruzar, así nos lo advirtieron los abuelos de nuestros pueblos originarios que desde muchos años atrás nos dijeron que la tierra y sus recursos son sagrados, que venimos de ellos y a ellos nos debemos, que no podemos reducirlos a recursos económicos, mercancías que se compran y se venden sin importar nada más que la utilidad precaria que nos brindan.

Supieron, también, que su conocimiento tenía que resguardarse pues los tiempos del racionalismo y la visión lineal, no podían entender la circularidad sutil que los ecosistemas forman y desde los cuales nos susurran otras formas de integrarnos con el cosmos. Hoy, desde el poder, nos preguntan, ¿dónde estaban los ambientalistas? Y nosotros contestamos que estaban ahí, defendiéndose del despojo que desde la visión occidental inundó la tierra, han estado ahí, poniendo la sangre y los muertos, la libertad y la dignidad, luchando siempre por que el bien común prevalezca sobre la competencia y la rentabilidad.

Los pueblos originarios nos hablaron hace muchos años de lo que iba a ocurrir y no los escuchamos pero ahí estuvieron, defendiendo siempre una relación armónica con el medio ambiente y después llegaron los hippies, impregnados de aires de rebeldía, que también hicieron su labor y comenzaron un incipiente movimiento ambientalista en todo el mundo, dejando en claro que el capitalismo y su espejismo desarrollista no era más que una ilusión que sólo unos pocos, muy pocos, disfrutan y en su andar destruyen todo lo que se les atraviesa en su camino.

En México, el movimiento ambientalista comenzó en los 80, ahí estuvieron alzando la voz ante la insensatez de Laguna Verde, la ambición de mineras y comenzaron a hablar que había que defender la tierra. Es verdad, en ese entonces no había condiciones para que su voz se esparciera y fueron tachados de locos, soñadores, detractores del progreso, utopistas.

Para ese entonces ya se hablaba del peligro del calentamiento global pero el poder y sus grandes ambiciones desmentían lo que hoy ya no pueden ocultar, el planeta se calienta a un ritmo acelerado por causa de nuestro modelo de desarrollo que continúa viendo a la tierra y sus recursos como meras mercancías que se consumen y se tiran.

Hoy nos llaman seudo ambientalistas y nos preguntan donde estábamos y yo reflexiono y respondo que estamos aquí, luchado desde las trincheras que nos toca, defendiendo nuestra región y sumándonos a las luchas por la tierra, ahí, en cualquier lugar del planeta que lo requiera. Estamos aquí entendiendo que los tiempos del silencio que hace unos años nos sometió el sistema, a través de negarnos el acceso a los medios, teniendo que resistir de muchas formas los embates legales que el sistema ejerce, sabiendo que México es uno de los países a nivel mundial que más activistas socioambientales han sido asesinados y muchos otros más encarcelados, decimos y sostenemos que aquí estamos, alzando la voz porque justo ahora es más urgente hacerlo.

Los tiempos donde las consecuencias ambientales no se sentían ya no existen, hoy en todo el mundo estamos dándonos cuenta que el agua se agota, que los suelos vivos se degradan, que la erosión y desertización avanza, que los alimentos han perdido sus nutrientes, que nuestra atmósfera y nuestros aguas están contaminadas, que los ríos se secan y los glaciares se derriten, que los bosques y las selvas se desmontan y se talan, en suma, estamos ante las puertas de un apocalipsis que pareciera ser la conclusión que nos satisface, como dicen por ahí, nos es más fácil hablar del fin del mundo que del fin del capitalismo.

Por eso hoy alzamos la voz y sostenemos que un país no se transforma basando su desarrollo en los mismos esquemas extractivistas que nos vende un ideal de progreso inalcanzable, por más que nos digan que no hay otras formas nosotros sostenemos que sí las hay y por lo tanto, cuando vemos que los proyectos que se pretenden imponer en el sureste del país vulneran la de por sí frágil estructura ecosistémica que además constituye una importante fuente de biodiversidad y la reserva de agua dulce más importante del país, tenemos que decir que por ahí no se teje la transformación, por ahí vamos a seguir sumándonos a la apuesta apocalíptica que nos han inculcado para creer que sólo la visión occidental existe.

Nosotros escuchamos el canto de las aves, nos regocijamos con el rugido del jaguar, nos sentimos seducidos por el zigzagueo de la serpiente, nos miramos en el rostro de los primates, nos frecuenciamos con los ecos de los cetáceos, nos dibujamos con la baba del caracol, nos curamos con la esencias de las plantas y nos visionamos desde el micelio de los hongos y el poder fractal de los minerales. Hacemos eco con la tierra y por eso decimos no a un tren que ahonda en el mundo de las máquinas que no generan abundancia para la vida, sino tesoros fugaces para unos cuantos.

Señor presidente Andrés Manuel López Obrador, usted puede reivindicar la lucha del Quijote que se enfrentó a las máquinas de molienda que significaban el fin de una época que aún respetaba a la natura o puede ser el Fausto que tocado por Mefisto emprende las grandes obras de infraestructura que tienen hoy a la humanidad al borde de la extinción.

¡Sin justicia ambiental no hay justicia social!

Por Francisco Ayala | Huerto Roma Verde


Somos testigos de que la crisis climática, y sus graves consecuencias, constituye hoy en día el factor de riesgo más significativo que enfrenta la humanidad y la vida de millones de especies de animales, hongos y plantas que comparten con nosotros el planeta. Estamos cada vez más cerca de un punto de no retorno donde las acciones que emprendamos ya no tengan consecuencia regenerativa alguna.

Entender esta situación debería hacernos actuar de otra manera, construir desde otra perspectiva, imaginarnos alternativas que se nutran desde otra visión, emprender otro modelo de crecimiento y tejer desde otro paradigma.

Son tiempos para sumar acciones regenerativas porque las actividades extractivistas que impulsaron un desarrollo lineal basado en la falsa idea de la abundancia inagotable de recursos, ya no existe. Sabemos desde hace algunas décadas que hay límites que no debemos cruzar, así nos lo advirtieron los abuelos de nuestros pueblos originarios que desde muchos años atrás nos dijeron que la tierra y sus recursos son sagrados, que venimos de ellos y a ellos nos debemos, que no podemos reducirlos a recursos económicos, mercancías que se compran y se venden sin importar nada más que la utilidad precaria que nos brindan.

Supieron, también, que su conocimiento tenía que resguardarse pues los tiempos del racionalismo y la visión lineal, no podían entender la circularidad sutil que los ecosistemas forman y desde los cuales nos susurran otras formas de integrarnos con el cosmos. Hoy, desde el poder, nos preguntan, ¿dónde estaban los ambientalistas? Y nosotros contestamos que estaban ahí, defendiéndose del despojo que desde la visión occidental inundó la tierra, han estado ahí, poniendo la sangre y los muertos, la libertad y la dignidad, luchando siempre por que el bien común prevalezca sobre la competencia y la rentabilidad.

Los pueblos originarios nos hablaron hace muchos años de lo que iba a ocurrir y no los escuchamos pero ahí estuvieron, defendiendo siempre una relación armónica con el medio ambiente y después llegaron los hippies, impregnados de aires de rebeldía, que también hicieron su labor y comenzaron un incipiente movimiento ambientalista en todo el mundo, dejando en claro que el capitalismo y su espejismo desarrollista no era más que una ilusión que sólo unos pocos, muy pocos, disfrutan y en su andar destruyen todo lo que se les atraviesa en su camino.

En México, el movimiento ambientalista comenzó en los 80, ahí estuvieron alzando la voz ante la insensatez de Laguna Verde, la ambición de mineras y comenzaron a hablar que había que defender la tierra. Es verdad, en ese entonces no había condiciones para que su voz se esparciera y fueron tachados de locos, soñadores, detractores del progreso, utopistas.

Para ese entonces ya se hablaba del peligro del calentamiento global pero el poder y sus grandes ambiciones desmentían lo que hoy ya no pueden ocultar, el planeta se calienta a un ritmo acelerado por causa de nuestro modelo de desarrollo que continúa viendo a la tierra y sus recursos como meras mercancías que se consumen y se tiran.

Hoy nos llaman seudo ambientalistas y nos preguntan donde estábamos y yo reflexiono y respondo que estamos aquí, luchado desde las trincheras que nos toca, defendiendo nuestra región y sumándonos a las luchas por la tierra, ahí, en cualquier lugar del planeta que lo requiera. Estamos aquí entendiendo que los tiempos del silencio que hace unos años nos sometió el sistema, a través de negarnos el acceso a los medios, teniendo que resistir de muchas formas los embates legales que el sistema ejerce, sabiendo que México es uno de los países a nivel mundial que más activistas socioambientales han sido asesinados y muchos otros más encarcelados, decimos y sostenemos que aquí estamos, alzando la voz porque justo ahora es más urgente hacerlo.

Los tiempos donde las consecuencias ambientales no se sentían ya no existen, hoy en todo el mundo estamos dándonos cuenta que el agua se agota, que los suelos vivos se degradan, que la erosión y desertización avanza, que los alimentos han perdido sus nutrientes, que nuestra atmósfera y nuestros aguas están contaminadas, que los ríos se secan y los glaciares se derriten, que los bosques y las selvas se desmontan y se talan, en suma, estamos ante las puertas de un apocalipsis que pareciera ser la conclusión que nos satisface, como dicen por ahí, nos es más fácil hablar del fin del mundo que del fin del capitalismo.

Por eso hoy alzamos la voz y sostenemos que un país no se transforma basando su desarrollo en los mismos esquemas extractivistas que nos vende un ideal de progreso inalcanzable, por más que nos digan que no hay otras formas nosotros sostenemos que sí las hay y por lo tanto, cuando vemos que los proyectos que se pretenden imponer en el sureste del país vulneran la de por sí frágil estructura ecosistémica que además constituye una importante fuente de biodiversidad y la reserva de agua dulce más importante del país, tenemos que decir que por ahí no se teje la transformación, por ahí vamos a seguir sumándonos a la apuesta apocalíptica que nos han inculcado para creer que sólo la visión occidental existe.

Nosotros escuchamos el canto de las aves, nos regocijamos con el rugido del jaguar, nos sentimos seducidos por el zigzagueo de la serpiente, nos miramos en el rostro de los primates, nos frecuenciamos con los ecos de los cetáceos, nos dibujamos con la baba del caracol, nos curamos con la esencias de las plantas y nos visionamos desde el micelio de los hongos y el poder fractal de los minerales. Hacemos eco con la tierra y por eso decimos no a un tren que ahonda en el mundo de las máquinas que no generan abundancia para la vida, sino tesoros fugaces para unos cuantos.

Señor presidente Andrés Manuel López Obrador, usted puede reivindicar la lucha del Quijote que se enfrentó a las máquinas de molienda que significaban el fin de una época que aún respetaba a la natura o puede ser el Fausto que tocado por Mefisto emprende las grandes obras de infraestructura que tienen hoy a la humanidad al borde de la extinción.

¡Sin justicia ambiental no hay justicia social!