/ lunes 4 de enero de 2021

Pulso CDMX | Respuesta a una "Carta de amor"

“¿Explicarlo? No, creerlo, nada más. México no se explica; en México se cree, con furia, con pasión, con desaliento.” (Carlos Fuentes)

9 años han pasado de haber tomado la decisión de la intuición. Dejar planes conformistas para seguir una aventura pasional inconclusa con el país más surrealista del mundo. Meses de absorber la vida en México, las cartas de Madame Calderón de la Barca, los consejos de Octavio Paz pero también las crónicas urbanas de sus barrios Roma, Tepito, Iztapalapa. Más que un país, México brilla por su nación mágica arriada de genios culturales y artísticos. Un país del cual uno nunca se cansa, admirando al cielo más lindo aprendiendo de su pasado vigente, su presente futurista y su porvenir incierto, motivador y lleno de sorpresa. Un México ambiguo, de contradicciones que viven, conviven y se complementan un mismo tiempo fascinante, un mismo espacio atrayente.

Nunca dejará de declamar su orgullo. Porque como México no hay dos. Un pueblo cálido, encantador que jamás dejará de extender una mano de apoyo y de gritar lo vivo de lo que es ser mexicano; que nunca dejará de expresar la intensidad de una comunidad fuerte, resiliente que canta para no llorar y que celebra con vida a la muerte.

La efervescencia de sus calles dibuja la diversidad, la riqueza y las identidades de su gente. Entre sus laberintos, su cultura se reinventa diario gracias a la magia de sus raíces ancestrales pero actuales. Su corazón capitalino pega fuerte difuminando la energía humana suficiente para seguir brotando acciones de solidaridad o iniciativas de vanguardia para nuestros derechos y nuestras libertades. Nochebuena, cempaxúchitl, y jacaranda son solo una pequeña muestra de su crisol de nacimiento, pero también extranjero, aclimatado y apropiado. Mosaico de generosidad, de olores, colores y sabores: sus muros nunca serán suficientes para pintar la cálida mexicanidad arraigada abrazadora.

Su naturaleza, su autenticidad, su generosidad son su identidad. Sus campos de maíz, agaves, café, aguacates, tomates, nopales, mangos, jícuri, hoja santa, y demás cultivos originarios en regeneración perpetua son la expresión de la bondad de su tierra, del talento, del arte agrícola pero también de una relación penetrante con su biósfera hechicera.

Ser parte de la ciudadanía es reconocer, enorgullecerse y salvaguardar los símbolos de nuestra patria. Pero es también mantener los ojos abiertos para participar al desarrollo presente, teniendo en mente la memoria, sembrando el cambio biosocial necesario con exigencia por lo que somos; por lo que nos merecemos como mexicanas y mexicanos.

Ser ciudadano es tener la oportunidad de aportar a su país. Es un derecho. También es un deber: mantenerse informado y consciente. Enalteciendo la cicatriz más bella de la vida, poniendo en alto al ombligo de la luna: nuestro México, hermoso cariño. Defender la pluralidad de nuestros orígenes para un fin común: un México solidario, un México cohesionado, un México vivo, un México en paz.

“Te declaro mi amor, magnífico país. Ojalá otros, muchos, lo hagan también.” Hoy, puedo por fin contestar al llamado de Denise Dresser. Ahora sí orgullosamente mexicano, sumándome a un país en construcción, en evolución, rumbo a la igualdad, la justicia y la libertad.

“¿Explicarlo? No, creerlo, nada más. México no se explica; en México se cree, con furia, con pasión, con desaliento.” (Carlos Fuentes)

9 años han pasado de haber tomado la decisión de la intuición. Dejar planes conformistas para seguir una aventura pasional inconclusa con el país más surrealista del mundo. Meses de absorber la vida en México, las cartas de Madame Calderón de la Barca, los consejos de Octavio Paz pero también las crónicas urbanas de sus barrios Roma, Tepito, Iztapalapa. Más que un país, México brilla por su nación mágica arriada de genios culturales y artísticos. Un país del cual uno nunca se cansa, admirando al cielo más lindo aprendiendo de su pasado vigente, su presente futurista y su porvenir incierto, motivador y lleno de sorpresa. Un México ambiguo, de contradicciones que viven, conviven y se complementan un mismo tiempo fascinante, un mismo espacio atrayente.

Nunca dejará de declamar su orgullo. Porque como México no hay dos. Un pueblo cálido, encantador que jamás dejará de extender una mano de apoyo y de gritar lo vivo de lo que es ser mexicano; que nunca dejará de expresar la intensidad de una comunidad fuerte, resiliente que canta para no llorar y que celebra con vida a la muerte.

La efervescencia de sus calles dibuja la diversidad, la riqueza y las identidades de su gente. Entre sus laberintos, su cultura se reinventa diario gracias a la magia de sus raíces ancestrales pero actuales. Su corazón capitalino pega fuerte difuminando la energía humana suficiente para seguir brotando acciones de solidaridad o iniciativas de vanguardia para nuestros derechos y nuestras libertades. Nochebuena, cempaxúchitl, y jacaranda son solo una pequeña muestra de su crisol de nacimiento, pero también extranjero, aclimatado y apropiado. Mosaico de generosidad, de olores, colores y sabores: sus muros nunca serán suficientes para pintar la cálida mexicanidad arraigada abrazadora.

Su naturaleza, su autenticidad, su generosidad son su identidad. Sus campos de maíz, agaves, café, aguacates, tomates, nopales, mangos, jícuri, hoja santa, y demás cultivos originarios en regeneración perpetua son la expresión de la bondad de su tierra, del talento, del arte agrícola pero también de una relación penetrante con su biósfera hechicera.

Ser parte de la ciudadanía es reconocer, enorgullecerse y salvaguardar los símbolos de nuestra patria. Pero es también mantener los ojos abiertos para participar al desarrollo presente, teniendo en mente la memoria, sembrando el cambio biosocial necesario con exigencia por lo que somos; por lo que nos merecemos como mexicanas y mexicanos.

Ser ciudadano es tener la oportunidad de aportar a su país. Es un derecho. También es un deber: mantenerse informado y consciente. Enalteciendo la cicatriz más bella de la vida, poniendo en alto al ombligo de la luna: nuestro México, hermoso cariño. Defender la pluralidad de nuestros orígenes para un fin común: un México solidario, un México cohesionado, un México vivo, un México en paz.

“Te declaro mi amor, magnífico país. Ojalá otros, muchos, lo hagan también.” Hoy, puedo por fin contestar al llamado de Denise Dresser. Ahora sí orgullosamente mexicano, sumándome a un país en construcción, en evolución, rumbo a la igualdad, la justicia y la libertad.