/ domingo 12 de abril de 2020

Resurrección!!!

Luego de las celebraciones de Semana Santa que este día culminan, los católicos concluimos los rituales este día, Domingo de Resurrección, cuando Jesucristo ha vencido a la muerte.

Derivado de los motivos por todos conocidos, las celebraciones de este año han sido totalmente diferentes, de manera virtual y reconociendo los avances tecnológicos que nos han permitido seguir nuestras tradiciones, ritos y celebraciones a distancia pero con mayor emotividad quizá que en años anteriores… lo cierto es que la pandemia nos ha llevado a un aislamiento reflexivo, emotivo y muy personal: aunque hemos tenido oportunidad de reconocer a los nuestros en la convivencia familiar, nos reencontramos personalmente con nuestra esencia, creencias, valores, emociones, etcétera…

Sin embargo, hay quienes, pese a los reiterados llamados de las autoridades en materia de salud, y más allá de las obligaciones y compromisos estrictamente laborales, se niegan a aislarse de la sociedad y, bajo pretexto de cumplir cabalmente con las tradiciones cuaresmales de la vigilia y evitar el consumo de carne, durante el fin de semana asistieron, como cada año, al Mercado de La Viga en esta CDMX, en el Mercado 5 de Mayo en Puebla y en el Mercado del Mar en Guadalajara, por mencionar solo algunos; en aquellos lugares, se abarrotó una multitud en la que algunos si acaso portaban cubrebocas, pero no había gel desinfectante ni se vio por ningún lado a “Susana distancia”: parecía no haber riesgo alguno, desapareció el coronavirus, se olvidó la pandemia, como si ahí no hubiese riesgo de contagio…

Pese a la negativa presidencial, durante el principio de la propagación del virus, para guardar distancia de la sociedad y abstenerse de “besos y abrazos”, las autoridades sanitarias y la Secretaría de Gobernación han reiterado constantemente el exhorto a que la sociedad considere las medidas para contener la propagación; sin embargo, a partir del estudio realizado por la página de Google, el país de Latinoamérica que menos respeta la sana distancia, la limpieza de manos y personal, y el aislamiento en casa, es México. Por supuesto no es el único, hay varios casos en el mundo en que se actúa de forma similar; tal parece que, aun con la cantidad de decesos y el número de infectados, no todos asimilamos los riesgos y la magnitud de este enemigo de todos.

Ahora bien, es cierto que el COVID-19 nos ha llevado a conocer muchas cosas por las que nunca nos habríamos interesado como temas de epidemiológica, administración, política, económica y finanzas, por ejemplo. Nos ha obligado también a permanecer en casa en familia más tiempo del que nunca quizá habíamos pasado, debiendo aprender a administrar el tiempo, dinero, esfuerzo, quizá lo más importante, la paciencia.

Es así como ha aparecido un daño igualmente persistente en nuestro país: el maltrato dentro del entorno familiar, que si bien es cierto siempre ha estado presente, las obligaciones cotidianas lo inhiben o disfrazan ante la escasa convivencia; no obstante, ahí está y en estos tiempos desafortunadamente ha resurgido.

Sabemos que, al igual que el virus, la violencia es un problema de salud pública que afecta de manera desproporcionada a las mujeres, y a los hijos –independientemente de la edad-. Pues bien, este distanciamiento social que nos ha impuesto el COVID-19, propicia la convivencia familiar, tema delicado para algunas familias ante el encierro en espacios pequeños, la situación económica y el impacto de la situación en el entorno familiar, y la propia personalidad de los integrantes de la familia, es así que la situación puede llegar a ser un factor de riesgo durante la emergencia sanitaria.

Conforme a datos del Consejo Ciudadano de la CDMX, en materia sexual, los principales agresores de menores son familiares, seguidos de maestros y sacerdotes; sin embargo y ante los altos índices de violencia en nuestro país, los recursos presupuestales asignados al combate de la violencia son solo del 1% para la prevención y protección del abuso sexual y la explotación, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Algo similar ocurre con las mujeres para muchas de las cuales su propio hogar no es un lugar seguro.

Para las autoridades sanitarias, el distanciamiento social es la forma más eficaz para reducir el número de contagios de COVID-19; sin embargo, el aislamiento ha dejado ver esta otra realidad: niños, jóvenes y mujeres que sufren violencia intrafamiliar y se ven obligados a estar encerrados con su agresor.

Tiempos complicados; de aislamiento, familia y reflexión. En tanto ayudamos a superar los riesgos virales, hagamos de ellos los mejores momentos. ¡Así sea!


gamogui@hotmail.com

Luego de las celebraciones de Semana Santa que este día culminan, los católicos concluimos los rituales este día, Domingo de Resurrección, cuando Jesucristo ha vencido a la muerte.

Derivado de los motivos por todos conocidos, las celebraciones de este año han sido totalmente diferentes, de manera virtual y reconociendo los avances tecnológicos que nos han permitido seguir nuestras tradiciones, ritos y celebraciones a distancia pero con mayor emotividad quizá que en años anteriores… lo cierto es que la pandemia nos ha llevado a un aislamiento reflexivo, emotivo y muy personal: aunque hemos tenido oportunidad de reconocer a los nuestros en la convivencia familiar, nos reencontramos personalmente con nuestra esencia, creencias, valores, emociones, etcétera…

Sin embargo, hay quienes, pese a los reiterados llamados de las autoridades en materia de salud, y más allá de las obligaciones y compromisos estrictamente laborales, se niegan a aislarse de la sociedad y, bajo pretexto de cumplir cabalmente con las tradiciones cuaresmales de la vigilia y evitar el consumo de carne, durante el fin de semana asistieron, como cada año, al Mercado de La Viga en esta CDMX, en el Mercado 5 de Mayo en Puebla y en el Mercado del Mar en Guadalajara, por mencionar solo algunos; en aquellos lugares, se abarrotó una multitud en la que algunos si acaso portaban cubrebocas, pero no había gel desinfectante ni se vio por ningún lado a “Susana distancia”: parecía no haber riesgo alguno, desapareció el coronavirus, se olvidó la pandemia, como si ahí no hubiese riesgo de contagio…

Pese a la negativa presidencial, durante el principio de la propagación del virus, para guardar distancia de la sociedad y abstenerse de “besos y abrazos”, las autoridades sanitarias y la Secretaría de Gobernación han reiterado constantemente el exhorto a que la sociedad considere las medidas para contener la propagación; sin embargo, a partir del estudio realizado por la página de Google, el país de Latinoamérica que menos respeta la sana distancia, la limpieza de manos y personal, y el aislamiento en casa, es México. Por supuesto no es el único, hay varios casos en el mundo en que se actúa de forma similar; tal parece que, aun con la cantidad de decesos y el número de infectados, no todos asimilamos los riesgos y la magnitud de este enemigo de todos.

Ahora bien, es cierto que el COVID-19 nos ha llevado a conocer muchas cosas por las que nunca nos habríamos interesado como temas de epidemiológica, administración, política, económica y finanzas, por ejemplo. Nos ha obligado también a permanecer en casa en familia más tiempo del que nunca quizá habíamos pasado, debiendo aprender a administrar el tiempo, dinero, esfuerzo, quizá lo más importante, la paciencia.

Es así como ha aparecido un daño igualmente persistente en nuestro país: el maltrato dentro del entorno familiar, que si bien es cierto siempre ha estado presente, las obligaciones cotidianas lo inhiben o disfrazan ante la escasa convivencia; no obstante, ahí está y en estos tiempos desafortunadamente ha resurgido.

Sabemos que, al igual que el virus, la violencia es un problema de salud pública que afecta de manera desproporcionada a las mujeres, y a los hijos –independientemente de la edad-. Pues bien, este distanciamiento social que nos ha impuesto el COVID-19, propicia la convivencia familiar, tema delicado para algunas familias ante el encierro en espacios pequeños, la situación económica y el impacto de la situación en el entorno familiar, y la propia personalidad de los integrantes de la familia, es así que la situación puede llegar a ser un factor de riesgo durante la emergencia sanitaria.

Conforme a datos del Consejo Ciudadano de la CDMX, en materia sexual, los principales agresores de menores son familiares, seguidos de maestros y sacerdotes; sin embargo y ante los altos índices de violencia en nuestro país, los recursos presupuestales asignados al combate de la violencia son solo del 1% para la prevención y protección del abuso sexual y la explotación, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Algo similar ocurre con las mujeres para muchas de las cuales su propio hogar no es un lugar seguro.

Para las autoridades sanitarias, el distanciamiento social es la forma más eficaz para reducir el número de contagios de COVID-19; sin embargo, el aislamiento ha dejado ver esta otra realidad: niños, jóvenes y mujeres que sufren violencia intrafamiliar y se ven obligados a estar encerrados con su agresor.

Tiempos complicados; de aislamiento, familia y reflexión. En tanto ayudamos a superar los riesgos virales, hagamos de ellos los mejores momentos. ¡Así sea!


gamogui@hotmail.com

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