/ domingo 7 de agosto de 2022

Telarañas Digitales | Mandar nudes sin consentimiento no es conquista, ¡es acoso!

En nuestro país el acoso hacia las mujeres es un problema muy serio, refleja las violencias estructurales que se han gestado históricamente y han producido condiciones sociales de desigualdad. La violencia de género tiene muchas aristas que van desde los roles impuestos sobre las mujeres en el ámbito doméstico, obligarlas exclusivamente al cuidado de los hijos, la diferencia en salarios y oportunidades educativas; hasta los golpes y el acto más abominable, el feminicidio. La serie de conductas que hemos normalizado como sociedad reproducen prácticas de control que oprimen y restan derechos a la mitad de nuestra población.

El acoso es la cara más normalizada de la violencia. A lo largo de siglos hemos aprendido que el hombre tiene que “conquistar” a la mujer, como si ella fuera un territorio o u objeto, un ente pasivo ante la actividad de los hombres que actúan por conseguir lo que desean mientras el papel femenino se reduce a aceptar o rechazar. Sin embargo, los actos de “conquista” no son inocentes, conllevan el ejercicio de un poder, y muchos de sus actos pueden no sólo incomodar, sino generar verdaderos climas de inseguridad y tener efectos en la salud emocional. El caso es todavía peor cuando se interpone una relación de autoridad ya sea familiar, escolar o laboral.

El concepto fundamental que debemos tener en cuenta es el del consentimiento. También está normalizado y se nos ha enseñado que cuando una mujer dice “no”, significa que se “está haciendo la difícil”, se “hace del rogar” o “se da a desear”, con la intención de que el hombre insista hasta que por fin ella decida aceptar. Hombres y mujeres han sido instruidos en ello. Nos toca deconstruirnos. Cuando una mujer dice “no”, significa no. Es momento de dejar de lado las construcciones discursivas que hemos inventado sobre la “complejidad” del lenguaje femenino, debemos cambiar tanto hombres como mujeres. A las mujeres toca ser asertivas: si desean algo deben decirlo, sí es sí, no es no, punto. Pero, sobre todo, a los hombres nos toca ser respetuosos y dejar de fomentar imaginarios donde el acoso es una actitud de “conquista”.

En nuestros días con el predominio de la Web 2.0 las formas de ciberviolencia por cuestiones de género se han diversificado. Las mujeres ya no sólo tienen que lidiar con el acoso callejero, sino además recibir en sus perfiles de redes sociales contenido no solicitado. Gran parte de este contenido viene de perfiles falsos, personas que aprovechan el anonimato para acosar. La mayoría de los mensajes no deseados tienen contenido sexual explícito, fotografías del cuerpo desnudo, también conocidas como nudes provocaciones, insultos, solicitud de contenido sexual, entre otras.

Al mismo tiempo, la difusión no autorizada de contenido sexual es un problema cada vez mayor. La serie de reformas que se han aprobado en el país para proteger a las víctimas, también conocidas como Ley Olimpia, reconocen este problema y llaman la atención sobre la complejidad de la problemática en México. Asimismo, contamos con el Centro Nacional de Respuesta a Incidentes Cibernéticos de la Guardia Nacional, CERT MX. Es bueno saber que se puede denunciar al número 088 o en la cuenta de Twitter @CEAC_SSPCMéxico.

Las medidas de seguridad en la red se basan en la protección de las cuentas de las afectadas—porque sí, la gran mayoría de ellas son mujeres—y se basan en limitar mediante configuración el público que puede enviarles mensajes, activar los controles de spam o bloquear al agresor. Pero son únicamente medidas paliativas que responsabilizan a las víctimas. De lo que se trata, sobre todo, es de transformarnos como sociedad, de educarnos en el hogar, en las instituciones educativas y los medios de comunicación para no acosar, para el respeto y la convivencia. Enviar contenido no solicitado es acoso, se denuncia y se castiga. Divulgar contenido sin el consentimiento de los involucrados es un delito. Así de simple. Dejemos de romantizar la violencia y construyamos un entorno seguro para navegar de manera segura.

En nuestro país el acoso hacia las mujeres es un problema muy serio, refleja las violencias estructurales que se han gestado históricamente y han producido condiciones sociales de desigualdad. La violencia de género tiene muchas aristas que van desde los roles impuestos sobre las mujeres en el ámbito doméstico, obligarlas exclusivamente al cuidado de los hijos, la diferencia en salarios y oportunidades educativas; hasta los golpes y el acto más abominable, el feminicidio. La serie de conductas que hemos normalizado como sociedad reproducen prácticas de control que oprimen y restan derechos a la mitad de nuestra población.

El acoso es la cara más normalizada de la violencia. A lo largo de siglos hemos aprendido que el hombre tiene que “conquistar” a la mujer, como si ella fuera un territorio o u objeto, un ente pasivo ante la actividad de los hombres que actúan por conseguir lo que desean mientras el papel femenino se reduce a aceptar o rechazar. Sin embargo, los actos de “conquista” no son inocentes, conllevan el ejercicio de un poder, y muchos de sus actos pueden no sólo incomodar, sino generar verdaderos climas de inseguridad y tener efectos en la salud emocional. El caso es todavía peor cuando se interpone una relación de autoridad ya sea familiar, escolar o laboral.

El concepto fundamental que debemos tener en cuenta es el del consentimiento. También está normalizado y se nos ha enseñado que cuando una mujer dice “no”, significa que se “está haciendo la difícil”, se “hace del rogar” o “se da a desear”, con la intención de que el hombre insista hasta que por fin ella decida aceptar. Hombres y mujeres han sido instruidos en ello. Nos toca deconstruirnos. Cuando una mujer dice “no”, significa no. Es momento de dejar de lado las construcciones discursivas que hemos inventado sobre la “complejidad” del lenguaje femenino, debemos cambiar tanto hombres como mujeres. A las mujeres toca ser asertivas: si desean algo deben decirlo, sí es sí, no es no, punto. Pero, sobre todo, a los hombres nos toca ser respetuosos y dejar de fomentar imaginarios donde el acoso es una actitud de “conquista”.

En nuestros días con el predominio de la Web 2.0 las formas de ciberviolencia por cuestiones de género se han diversificado. Las mujeres ya no sólo tienen que lidiar con el acoso callejero, sino además recibir en sus perfiles de redes sociales contenido no solicitado. Gran parte de este contenido viene de perfiles falsos, personas que aprovechan el anonimato para acosar. La mayoría de los mensajes no deseados tienen contenido sexual explícito, fotografías del cuerpo desnudo, también conocidas como nudes provocaciones, insultos, solicitud de contenido sexual, entre otras.

Al mismo tiempo, la difusión no autorizada de contenido sexual es un problema cada vez mayor. La serie de reformas que se han aprobado en el país para proteger a las víctimas, también conocidas como Ley Olimpia, reconocen este problema y llaman la atención sobre la complejidad de la problemática en México. Asimismo, contamos con el Centro Nacional de Respuesta a Incidentes Cibernéticos de la Guardia Nacional, CERT MX. Es bueno saber que se puede denunciar al número 088 o en la cuenta de Twitter @CEAC_SSPCMéxico.

Las medidas de seguridad en la red se basan en la protección de las cuentas de las afectadas—porque sí, la gran mayoría de ellas son mujeres—y se basan en limitar mediante configuración el público que puede enviarles mensajes, activar los controles de spam o bloquear al agresor. Pero son únicamente medidas paliativas que responsabilizan a las víctimas. De lo que se trata, sobre todo, es de transformarnos como sociedad, de educarnos en el hogar, en las instituciones educativas y los medios de comunicación para no acosar, para el respeto y la convivencia. Enviar contenido no solicitado es acoso, se denuncia y se castiga. Divulgar contenido sin el consentimiento de los involucrados es un delito. Así de simple. Dejemos de romantizar la violencia y construyamos un entorno seguro para navegar de manera segura.