/ martes 7 de diciembre de 2021

Una lucha que no termina, soy feminista

por Alejandra Gabriela Rojas Trolle

Ayer por primera vez me llamé feminista. Muchas veces escuchamos la frase: “trata a los demás como te gustaría que te trataran”. Yo propongo: “trata a los demás como a ellos les gusta que los traten”. ¿Por qué? Porque a este mundo le falta empatía, poder entender al otro sin juzgarlo, abriendo la mente y tratando de dar soporte cuando se necesita. Recordemos: no a todos nos gusta el sabor a chocolate.

Vine a estudiar a España persiguiendo un sueño; y por primera vez me sentí discriminada por ser latina. Me cuesta entender por qué la gente no ve que el mundo es diverso y que gracias a eso nos seguimos expandiendo. Hay que aprender de los otros, abrir la mente, conocer de su cultura, sus intereses.

Soy mujer, soy latina, soy mexicana, estas tres cosas las llevo en alto y siempre he buscado romper paradigmas. Yo creía que la violencia de género sólo se vivía en países latinos. Sin embargo, hace unas noches, viviendo en Europa, vi a una mujer siendo golpeada por el novio. No todo es como nos lo pintamos, los sesgos que tenemos nos ciegan.

No voy a decir que todo es malo. Por primera vez camino a mi casa sin tener miedo de ser la próxima, de no ver nunca más a mis papás, a mi hermana y a mis seres queridos. Me siento segura y mi fuerza aumenta para siempre ser una mejor versión de mí. Darme cuenta de que el mundo siempre puede ser mejor y que todos podemos luchar constantemente para que así sea. Podemos: escribir artículos, dar charlas o ser mejores seres humanos. No existen acciones pequeñas.

El rol de la mujer en México sí ha cambiado. Hemos mejorado en la defensa y garantía de nuestros derechos. A pesar de lo anterior, aún hay mucho que hacer. México ocupa el primer lugar en embarazo adolescente con 32.7 millones de madres jóvenes, es decir, de 19 años o menos. De éstas 32.7 millones de "madres jóvenes", 6 de cada 10 que dan a luz tienen apenas 14 años. Nombrémoslo por lo que es: violencia sexual y/o falta total de educación sexual. Estos datos fueron dados a conocer en el más reciente estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Es urgente entender que el aborto debe ser legal, seguro y gratuito, generar campañas que recuerden que los métodos anticonceptivos, no son sólo responsabilidad de la mujer. “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.

Debemos seguir luchando por una mejor educación sexual, por hablar de nuestra sexualidad y menstruación sin tabúes. Porque en México también existe la pobreza menstrual, el acceso a productos menstruales y a las condiciones básicas de vida que permiten llevar una menstruación saludable como: acceso a agua limpia, saneamiento e higiene y las deficiencias en la educación respecto a este tema son deficientes, por no decir nulas en varios casos. Y es que, de entrada, hablar de menstruación siempre ha sido un tema tabú, algo que nos han enseñado es vergonzoso y nos han creado la necesidad de esconderlo. Por lo que la menstruación ha sido un tema ignorado durante mucho tiempo, no sólo por la sociedad, sino también por la salud pública. Buscar una menstruación digna, es concientizar que menstruar es un tema normal, que debe de ser educado, que debe ser hablado, del que no debemos sentirnos avergonzadas. Si son mamás, hablen a sus hijos, hijas de ello, no lo escondan, expliquen por qué, cómo, cuándo… Si son adolescentes, no tengan miedo de lo que pasa, no se avergüencen y si son papás, empaticen, entiendan, eduquen si consideran que hace falta y enseñen a sus hijos a vivir desde el respeto, a no ver la regla como algo anormal.

Al hablar de las mujeres en el mercado laboral, yo no soy partidaria de que las empresas contraten por cuota, sino que lo hagan por capacidad. Es necesario generar conciencia en sus colaboradoras de que las trabajadoras también pueden ser mamás y que está bien ser flexibles. Hablar de una masculinidad positiva en la cual se hable de la responsabilidad que tienen los hombres sobre la crianza de los hijos y de la responsabilidad afectiva. En 2019, antes de la pandenmia, la participación laboral de las mujeres en México fue de tan sólo 45 por ciento, comparado con 77 por ciento para los hombres. ¡Una brecha de 32 puntos porcentuales! De los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sólo Turquía e Italia tienen menor participación laboral de la mujer, y en América Latina y el Caribe, México está sólo por encima de Guatemala. Si las mujeres participaran a la misma tasa que los hombres, el ingreso per cápita del país sería 22 por ciento más alto. Los bajos niveles de participación femenina en el trabajo remunerado y el espíritu empresarial representan una gran pérdida de productividad y, por lo tanto, una pérdida en el Producto Interno Bruto (PIB).

El trabajo de las mujeres podría ser transformador para ellas y sus hogares; sin embargo, limitamos su oferta de trabajo debido a sus responsabilidades de cuidado. Incluso, algunas reportan que no trabajan porque no tienen permiso de su cónyuge o de algún otro pariente para acceder a trabajo remunerado. Además, la falta de confianza en los servicios de cuidado infantil es una de las razones más importantes al momento de decidir no trabajar.

Las mujeres no tienen la obligación de cumplir con expectativas establecidas por la sociedad. Como lo es: casarnos, tener hijos y dedicarnos el cien por ciento al hogar. Conozco a mujeres que son mamás, ejecutivas y parejas al mismo tiempo, otras que nunca han querido hijos, a mamás de tiempo completo, a mujeres a las que les gustan otras mujeres, a mujeres que no quieren casarse y todas y cada una de ellas son igual de válidas.

Lo importante es no dañar a otros, ser mejores personas cada día. Ser chingonas sin chingarnos a las demás.

Hoy lucho por todos los grupos vulnerables, por todas las mujeres a las que les arrebataron la voz, lucho por mí y lucho por ti que estás leyendo esto.

por Alejandra Gabriela Rojas Trolle

Ayer por primera vez me llamé feminista. Muchas veces escuchamos la frase: “trata a los demás como te gustaría que te trataran”. Yo propongo: “trata a los demás como a ellos les gusta que los traten”. ¿Por qué? Porque a este mundo le falta empatía, poder entender al otro sin juzgarlo, abriendo la mente y tratando de dar soporte cuando se necesita. Recordemos: no a todos nos gusta el sabor a chocolate.

Vine a estudiar a España persiguiendo un sueño; y por primera vez me sentí discriminada por ser latina. Me cuesta entender por qué la gente no ve que el mundo es diverso y que gracias a eso nos seguimos expandiendo. Hay que aprender de los otros, abrir la mente, conocer de su cultura, sus intereses.

Soy mujer, soy latina, soy mexicana, estas tres cosas las llevo en alto y siempre he buscado romper paradigmas. Yo creía que la violencia de género sólo se vivía en países latinos. Sin embargo, hace unas noches, viviendo en Europa, vi a una mujer siendo golpeada por el novio. No todo es como nos lo pintamos, los sesgos que tenemos nos ciegan.

No voy a decir que todo es malo. Por primera vez camino a mi casa sin tener miedo de ser la próxima, de no ver nunca más a mis papás, a mi hermana y a mis seres queridos. Me siento segura y mi fuerza aumenta para siempre ser una mejor versión de mí. Darme cuenta de que el mundo siempre puede ser mejor y que todos podemos luchar constantemente para que así sea. Podemos: escribir artículos, dar charlas o ser mejores seres humanos. No existen acciones pequeñas.

El rol de la mujer en México sí ha cambiado. Hemos mejorado en la defensa y garantía de nuestros derechos. A pesar de lo anterior, aún hay mucho que hacer. México ocupa el primer lugar en embarazo adolescente con 32.7 millones de madres jóvenes, es decir, de 19 años o menos. De éstas 32.7 millones de "madres jóvenes", 6 de cada 10 que dan a luz tienen apenas 14 años. Nombrémoslo por lo que es: violencia sexual y/o falta total de educación sexual. Estos datos fueron dados a conocer en el más reciente estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Es urgente entender que el aborto debe ser legal, seguro y gratuito, generar campañas que recuerden que los métodos anticonceptivos, no son sólo responsabilidad de la mujer. “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.

Debemos seguir luchando por una mejor educación sexual, por hablar de nuestra sexualidad y menstruación sin tabúes. Porque en México también existe la pobreza menstrual, el acceso a productos menstruales y a las condiciones básicas de vida que permiten llevar una menstruación saludable como: acceso a agua limpia, saneamiento e higiene y las deficiencias en la educación respecto a este tema son deficientes, por no decir nulas en varios casos. Y es que, de entrada, hablar de menstruación siempre ha sido un tema tabú, algo que nos han enseñado es vergonzoso y nos han creado la necesidad de esconderlo. Por lo que la menstruación ha sido un tema ignorado durante mucho tiempo, no sólo por la sociedad, sino también por la salud pública. Buscar una menstruación digna, es concientizar que menstruar es un tema normal, que debe de ser educado, que debe ser hablado, del que no debemos sentirnos avergonzadas. Si son mamás, hablen a sus hijos, hijas de ello, no lo escondan, expliquen por qué, cómo, cuándo… Si son adolescentes, no tengan miedo de lo que pasa, no se avergüencen y si son papás, empaticen, entiendan, eduquen si consideran que hace falta y enseñen a sus hijos a vivir desde el respeto, a no ver la regla como algo anormal.

Al hablar de las mujeres en el mercado laboral, yo no soy partidaria de que las empresas contraten por cuota, sino que lo hagan por capacidad. Es necesario generar conciencia en sus colaboradoras de que las trabajadoras también pueden ser mamás y que está bien ser flexibles. Hablar de una masculinidad positiva en la cual se hable de la responsabilidad que tienen los hombres sobre la crianza de los hijos y de la responsabilidad afectiva. En 2019, antes de la pandenmia, la participación laboral de las mujeres en México fue de tan sólo 45 por ciento, comparado con 77 por ciento para los hombres. ¡Una brecha de 32 puntos porcentuales! De los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sólo Turquía e Italia tienen menor participación laboral de la mujer, y en América Latina y el Caribe, México está sólo por encima de Guatemala. Si las mujeres participaran a la misma tasa que los hombres, el ingreso per cápita del país sería 22 por ciento más alto. Los bajos niveles de participación femenina en el trabajo remunerado y el espíritu empresarial representan una gran pérdida de productividad y, por lo tanto, una pérdida en el Producto Interno Bruto (PIB).

El trabajo de las mujeres podría ser transformador para ellas y sus hogares; sin embargo, limitamos su oferta de trabajo debido a sus responsabilidades de cuidado. Incluso, algunas reportan que no trabajan porque no tienen permiso de su cónyuge o de algún otro pariente para acceder a trabajo remunerado. Además, la falta de confianza en los servicios de cuidado infantil es una de las razones más importantes al momento de decidir no trabajar.

Las mujeres no tienen la obligación de cumplir con expectativas establecidas por la sociedad. Como lo es: casarnos, tener hijos y dedicarnos el cien por ciento al hogar. Conozco a mujeres que son mamás, ejecutivas y parejas al mismo tiempo, otras que nunca han querido hijos, a mamás de tiempo completo, a mujeres a las que les gustan otras mujeres, a mujeres que no quieren casarse y todas y cada una de ellas son igual de válidas.

Lo importante es no dañar a otros, ser mejores personas cada día. Ser chingonas sin chingarnos a las demás.

Hoy lucho por todos los grupos vulnerables, por todas las mujeres a las que les arrebataron la voz, lucho por mí y lucho por ti que estás leyendo esto.