/ domingo 3 de julio de 2022

Arte y experiencias inmersivas: otra cara de la tecnología

Mientras que el arte digital es relativamente reciente y se ha discutido ampliamente su capacidad de soportar el paso del tiempo y de generar genuinas experiencias estéticas, las experiencias inmersivas en el arte son cada vez más frecuentes y han ganado popularidad entre diversos tipos de población, cumpliendo con la finalidad de acercar a personas de todas las edades. El arte digital es polémico no solo por sus soportes, sino por el papel del software en su realización.

Aunque la crítica ortodoxa cuestiona las experiencias inmersivas por considerarlas ajenas a las obras clásicas y sacarlas de contexto, en general han sido recibidas de manera positiva. Es innegable que, en nuestro tiempo, las nociones tradicionales de lo artístico se han tambaleado bastante. El arte contemporáneo, que se ha ganado la fama de ser más conceptual que estético, ha sido igualmente criticado que sugerente y refleja una sociedad cambiante cuyos procesos tecnológicos se manifiestan en todas las esferas de la vida cotidiana.

Mientras que los puristas pusieron el grito en el cielo ante las experiencias inmersivas de Monet y Van Gogh, mismas que han sido muy populares en México, argumentando que es incomparable admirar la obra original en el soporte en que fue creado y en el ámbito del museo; las juventudes han manifestado un interés insólito en este tipo de muestras instagrameables, encontrando en la experiencia social un espacio para relacionarse con sus congéneres.

El debate está abierto. Quienes insisten en que trastocar las condiciones de la obra original tiene efectos en su recepción, sin duda argumentan desde la percepción tradicional y muchos de sus argumentos son dignos de tenerse en consideración. Sin embargo, también es cierto que cada vez más el museo se percibe como un espacio de culto, más reconocido por su prestigio canónico que por su capacidad de generar experiencias sensoriales. Aquí está la razón del éxito del arte contemporáneo, pues ante la prohibición que establece el espacio museístico, el arte contemporáneo invita a tocar, jugar, a sentir, a sentarse y hasta tomarse fotos con la obra de arte.

Es evidente que esto resulta atractivo para las poblaciones jóvenes y no tan jóvenes que han intercambiado la contemplación por la acción, pues en vez de la postura pasiva e introspectiva de la tradición se impone la actividad y la intervención. De esta manera, se generan obras de arte en movimiento permanente, mientras que se convierte al espectador en parte de la obra, por lo que se conecta con el artista y supera al artefacto. Al igual que en el teatro, la fugacidad es más importante que lo material y las experiencias más importantes que las cosas. El arte inmersivo incluye a menudo música y luces, incluso se han popularizado las experiencias olfativas y hasta alimentarias.

Si bien es de celebrarse el interés de las nuevas generaciones por el arte, así como la apertura de los artistas a innovar, no debemos dejar de considerar las transformaciones que se avecinan y los peligros que conllevan. ¿Hasta qué punto el arte inmersivo favorece la calidad?, ¿cuáles son los criterios estéticos del arte conceptual y sus diferencias con el arte que podríamos llamar tradicional?, ¿qué inconvenientes plantean los intereses mercantiles en la definición de lo artístico? Cualesquiera \u0009que sean las respuestas a estas interrogantes, es un hecho que la tecnología ha impactado la manera de hacer y percibir el arte, cambio histórico que nos invita a experimentar nuevas maneras de representar la belleza.

Mientras que el arte digital es relativamente reciente y se ha discutido ampliamente su capacidad de soportar el paso del tiempo y de generar genuinas experiencias estéticas, las experiencias inmersivas en el arte son cada vez más frecuentes y han ganado popularidad entre diversos tipos de población, cumpliendo con la finalidad de acercar a personas de todas las edades. El arte digital es polémico no solo por sus soportes, sino por el papel del software en su realización.

Aunque la crítica ortodoxa cuestiona las experiencias inmersivas por considerarlas ajenas a las obras clásicas y sacarlas de contexto, en general han sido recibidas de manera positiva. Es innegable que, en nuestro tiempo, las nociones tradicionales de lo artístico se han tambaleado bastante. El arte contemporáneo, que se ha ganado la fama de ser más conceptual que estético, ha sido igualmente criticado que sugerente y refleja una sociedad cambiante cuyos procesos tecnológicos se manifiestan en todas las esferas de la vida cotidiana.

Mientras que los puristas pusieron el grito en el cielo ante las experiencias inmersivas de Monet y Van Gogh, mismas que han sido muy populares en México, argumentando que es incomparable admirar la obra original en el soporte en que fue creado y en el ámbito del museo; las juventudes han manifestado un interés insólito en este tipo de muestras instagrameables, encontrando en la experiencia social un espacio para relacionarse con sus congéneres.

El debate está abierto. Quienes insisten en que trastocar las condiciones de la obra original tiene efectos en su recepción, sin duda argumentan desde la percepción tradicional y muchos de sus argumentos son dignos de tenerse en consideración. Sin embargo, también es cierto que cada vez más el museo se percibe como un espacio de culto, más reconocido por su prestigio canónico que por su capacidad de generar experiencias sensoriales. Aquí está la razón del éxito del arte contemporáneo, pues ante la prohibición que establece el espacio museístico, el arte contemporáneo invita a tocar, jugar, a sentir, a sentarse y hasta tomarse fotos con la obra de arte.

Es evidente que esto resulta atractivo para las poblaciones jóvenes y no tan jóvenes que han intercambiado la contemplación por la acción, pues en vez de la postura pasiva e introspectiva de la tradición se impone la actividad y la intervención. De esta manera, se generan obras de arte en movimiento permanente, mientras que se convierte al espectador en parte de la obra, por lo que se conecta con el artista y supera al artefacto. Al igual que en el teatro, la fugacidad es más importante que lo material y las experiencias más importantes que las cosas. El arte inmersivo incluye a menudo música y luces, incluso se han popularizado las experiencias olfativas y hasta alimentarias.

Si bien es de celebrarse el interés de las nuevas generaciones por el arte, así como la apertura de los artistas a innovar, no debemos dejar de considerar las transformaciones que se avecinan y los peligros que conllevan. ¿Hasta qué punto el arte inmersivo favorece la calidad?, ¿cuáles son los criterios estéticos del arte conceptual y sus diferencias con el arte que podríamos llamar tradicional?, ¿qué inconvenientes plantean los intereses mercantiles en la definición de lo artístico? Cualesquiera \u0009que sean las respuestas a estas interrogantes, es un hecho que la tecnología ha impactado la manera de hacer y percibir el arte, cambio histórico que nos invita a experimentar nuevas maneras de representar la belleza.