/ martes 12 de febrero de 2019

Bazar de la Cultura | Un asunto de familia: Palma de Oro 2018

Por: Juan Amael Vizuet

En los países más ricos, la pobreza convive con una decadencia disfrazada de libertad. Las disfunciones sociales, fruto de un sistema basado en la competencia, alimentan los secretos, las simulaciones y las mentiras en las vidas íntimas.

Así lo plantea Un asunto de familia (Japón, 2018), de Hirokazu Kore-Eda. La película, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2018, se estrenará el 14 de febrero en México. E

l cartel de la cinta podría evocar las estampas de Dorothy Handsaker Scott o Andrew Loomis, con sus risueñas familias dichosas, excepto por la evidente pobreza.

El primer acto de la película induce a creer en el viejo alegato sobre la felicidad a despecho de las carencias, incluso a despecho de todas las transgresiones a la ley.

Osamu Shibata (Lily Franky), un obrero a quien su salario no le permite cubrir sus necesidades, comete pequeños hurtos en los autoservicios junto a su niño Shota (Kairi Jō\u0081). Ambos se diviertencon sus delitos, como los pillastres de Oliverio Twist: “Si no me atrapan es sólo un juego”; la mujer de Osamu, Nobuyo (Sakura Andō\u0081) también labora, pero ni con los dos salarios alcanza para subsistir; por ello Nobuyo comete pequeñas raterías en su trabajo.

La adolescente Aki (Mayu Matsuoka) trabaja en un negocio de fantasías para hombres solitarios y la abuela Hatsue (Kirin Kiki) aporta su pensión. Todos se reúnen durante la cena, dialogan, se cuentan sus andanzas y discuten locuazmente; cierta noche, Osamu y Shota descubren en la calle a la pequeña vecina Yuri (Miyu Sasaki); las cicatrices de Yuri demuestran el maltrato infligido por sus padres. Los Shibata, conscientes de lo que le espera a Yuri si la entregan, resuelven integrarla al clan y, por primera vez, la niña conoce una convivencia sin temores.

“Quien te pega y dice que lo hace porque te quiere, miente”, le dice Nobuyo a Yuri, mientras la abraza;la anciana Hatsue aplica bálsamos en las heridas de la niña.

Una excursión a la playa parece el colmo de la felicidad familiar y solamente los hurtos desentonan con la armonía. A medida que crece, Shota empieza a experimentar conflictos de conciencia. El robo ya no le resulta una diversión “de padre e hijo”, una proeza,como se lo había inculcado Osamu.

Las autoridades no tienen verdaderas respuestas para estas personas ni para Yuri: si se regresa a la niña con sus progenitores se habrá cumplido con la ley, pero Yuri volverá a sufrir maltrato; quedarse con los Shibata equivaldría a convertirse en otra ladronzuela, sin porvenir alguno.

Pese a todo, esos marginados le brindaban protección y afecto. Nobuyo está consciente de esas realidades: sabe que Shota necesita a alguien mejor que ella y Osamu.

Un asunto de familia es una de las mejores películas de 2018; quizá sea demasiado realista para el jurado del Oscar, pero merece verse más de una vez.

Por: Juan Amael Vizuet

En los países más ricos, la pobreza convive con una decadencia disfrazada de libertad. Las disfunciones sociales, fruto de un sistema basado en la competencia, alimentan los secretos, las simulaciones y las mentiras en las vidas íntimas.

Así lo plantea Un asunto de familia (Japón, 2018), de Hirokazu Kore-Eda. La película, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2018, se estrenará el 14 de febrero en México. E

l cartel de la cinta podría evocar las estampas de Dorothy Handsaker Scott o Andrew Loomis, con sus risueñas familias dichosas, excepto por la evidente pobreza.

El primer acto de la película induce a creer en el viejo alegato sobre la felicidad a despecho de las carencias, incluso a despecho de todas las transgresiones a la ley.

Osamu Shibata (Lily Franky), un obrero a quien su salario no le permite cubrir sus necesidades, comete pequeños hurtos en los autoservicios junto a su niño Shota (Kairi Jō\u0081). Ambos se diviertencon sus delitos, como los pillastres de Oliverio Twist: “Si no me atrapan es sólo un juego”; la mujer de Osamu, Nobuyo (Sakura Andō\u0081) también labora, pero ni con los dos salarios alcanza para subsistir; por ello Nobuyo comete pequeñas raterías en su trabajo.

La adolescente Aki (Mayu Matsuoka) trabaja en un negocio de fantasías para hombres solitarios y la abuela Hatsue (Kirin Kiki) aporta su pensión. Todos se reúnen durante la cena, dialogan, se cuentan sus andanzas y discuten locuazmente; cierta noche, Osamu y Shota descubren en la calle a la pequeña vecina Yuri (Miyu Sasaki); las cicatrices de Yuri demuestran el maltrato infligido por sus padres. Los Shibata, conscientes de lo que le espera a Yuri si la entregan, resuelven integrarla al clan y, por primera vez, la niña conoce una convivencia sin temores.

“Quien te pega y dice que lo hace porque te quiere, miente”, le dice Nobuyo a Yuri, mientras la abraza;la anciana Hatsue aplica bálsamos en las heridas de la niña.

Una excursión a la playa parece el colmo de la felicidad familiar y solamente los hurtos desentonan con la armonía. A medida que crece, Shota empieza a experimentar conflictos de conciencia. El robo ya no le resulta una diversión “de padre e hijo”, una proeza,como se lo había inculcado Osamu.

Las autoridades no tienen verdaderas respuestas para estas personas ni para Yuri: si se regresa a la niña con sus progenitores se habrá cumplido con la ley, pero Yuri volverá a sufrir maltrato; quedarse con los Shibata equivaldría a convertirse en otra ladronzuela, sin porvenir alguno.

Pese a todo, esos marginados le brindaban protección y afecto. Nobuyo está consciente de esas realidades: sabe que Shota necesita a alguien mejor que ella y Osamu.

Un asunto de familia es una de las mejores películas de 2018; quizá sea demasiado realista para el jurado del Oscar, pero merece verse más de una vez.