/ jueves 9 de abril de 2020

¿Buen periodismo en tiempos de epidemia?

Por: Grisel Salazar Rebolledo

Las pandemias son momentos de alta complejidad informativa. En primer lugar, los datos son efímeros y mutables. La obsolescencia alcanza a las cifras de manera casi instantánea. En segundo lugar, hay un alto componente técnico y científico involucrado. En muy poco tiempo, las personas tuvieron que familiarizarse con un lenguaje especializado que, hasta hace muy poco tiempo, sólo pertenecía a la jerga médica. En tercer lugar, las pandemias son momentos de alta sensibilidad porque la gente ve interrumpida su cotidianeidad; la incertidumbre lo invade todo.


Lo cierto es que la cuarentena y la demanda creciente de información se han traducido en más personas leyendo diarios, o sintonizando la radio o la televisión. La pandemia es una oportunidad inédita para que el periodismo vuelva a conectarse con sus públicos, que recupere su confianza y que, pasada la emergencia, desarrolle un nuevo modelo de relación con ellos. Sin embargo, esta oportunidad peligra por la persistencia de ciertos rasgos del periodismo que obstaculizan la posibilidad de entregar coberturas ágiles y eficaces, que al mismo tiempo sean rigurosas, responsables y de utilidad pública.


Históricamente, nuestro periodismo ha tendido a gravitar en torno a los funcionarios públicos de alto perfil y sus declaraciones. Este vicio también se refleja en gran parte de las coberturas sobre la pandemia, que se limitan a reproducir frases textuales del presidente o de las autoridades sanitarias sin presentar contrastes.


Adicionalmente, la debilidad del periodismo científico provoca que difícilmente los reporteros disciernan entre expertos, en tanto la categoría amplia de “expertos” suele considerarse monolítica, y a sus elementos como piezas reemplazables. Los periodistas tendrían que asimilar que el conocimiento científico se construye a partir de ideas en disputa, que no necesariamente hay discurso uniforme ni consenso, y que la autoridad epistémica de la ciencia no está dada de antemano.


Ello, junto con un mejor conocimiento del proceso de políticas de salud pública, permitirá realizar reportajes más precisos que permitan entender, por ejemplo, por qué se escoge un modelo de detección y no otro, cuáles son sus fundamentos técnicos, o por qué las medidas de contención varían de país a país. Y también contribuiría a frenar coberturas estridentes basadas en suspicacias que sólo devienen en ansiedad entre las audiencias.


Por otro lado, el desdoblamiento de la pandemia en el entorno más cercano demanda una mejor exploración de la evolución del fenómeno desde la mirada estatal. La descentralización del sector salud y los procesos políticos locales dejan una infinidad de temas por explorar: ¿las distintas medidas tomadas por los gobiernos locales han incidido en los indicadores nacionales?, ¿cómo afectan las diferencias socioeconómicas la manera que se vive un mismo fenómeno en diferentes latitudes? Si bien hay algunos ejemplos notables (Noroeste, LadoB, LJA, veri_ficado Monterrey, entre otros), no dejan de ser excepciones al centralismo que continúa imperando en el periodismo del país.


Por último, un llamado a la sensatez. En los países los que se registra mayor satisfacción con la cobertura mediática de la pandemia, los medios han optado por coberturas menos escandalosas y más responsables. El ecosistema sensible y emocional que crea la expansión de un virus hasta hace pocos meses desconocido es caldo de cultivo ideal para la difusión de noticias mal intencionadas. Como señala Mattia Ferraresi, periodista de Il Foglio: en tiempos ordinarios, los periodistas son alabados por su coraje, pero en tiempos extraordinarios su virtud más preciada es la prudencia y, añado yo, su profesionalismo.


Post-scriptum:

En tiempos de desinformación, no quisiera dejar pasar la oportunidad de difundir esfuerzos de verificación que se están generando para combatir el caudal de noticias falsas. Verificovid, LatamChequea, COVID19 en español y Confiar son sólo algunos ejemplos de ello.




Profesora del Programa de Periodismo del CIDE.

Por: Grisel Salazar Rebolledo

Las pandemias son momentos de alta complejidad informativa. En primer lugar, los datos son efímeros y mutables. La obsolescencia alcanza a las cifras de manera casi instantánea. En segundo lugar, hay un alto componente técnico y científico involucrado. En muy poco tiempo, las personas tuvieron que familiarizarse con un lenguaje especializado que, hasta hace muy poco tiempo, sólo pertenecía a la jerga médica. En tercer lugar, las pandemias son momentos de alta sensibilidad porque la gente ve interrumpida su cotidianeidad; la incertidumbre lo invade todo.


Lo cierto es que la cuarentena y la demanda creciente de información se han traducido en más personas leyendo diarios, o sintonizando la radio o la televisión. La pandemia es una oportunidad inédita para que el periodismo vuelva a conectarse con sus públicos, que recupere su confianza y que, pasada la emergencia, desarrolle un nuevo modelo de relación con ellos. Sin embargo, esta oportunidad peligra por la persistencia de ciertos rasgos del periodismo que obstaculizan la posibilidad de entregar coberturas ágiles y eficaces, que al mismo tiempo sean rigurosas, responsables y de utilidad pública.


Históricamente, nuestro periodismo ha tendido a gravitar en torno a los funcionarios públicos de alto perfil y sus declaraciones. Este vicio también se refleja en gran parte de las coberturas sobre la pandemia, que se limitan a reproducir frases textuales del presidente o de las autoridades sanitarias sin presentar contrastes.


Adicionalmente, la debilidad del periodismo científico provoca que difícilmente los reporteros disciernan entre expertos, en tanto la categoría amplia de “expertos” suele considerarse monolítica, y a sus elementos como piezas reemplazables. Los periodistas tendrían que asimilar que el conocimiento científico se construye a partir de ideas en disputa, que no necesariamente hay discurso uniforme ni consenso, y que la autoridad epistémica de la ciencia no está dada de antemano.


Ello, junto con un mejor conocimiento del proceso de políticas de salud pública, permitirá realizar reportajes más precisos que permitan entender, por ejemplo, por qué se escoge un modelo de detección y no otro, cuáles son sus fundamentos técnicos, o por qué las medidas de contención varían de país a país. Y también contribuiría a frenar coberturas estridentes basadas en suspicacias que sólo devienen en ansiedad entre las audiencias.


Por otro lado, el desdoblamiento de la pandemia en el entorno más cercano demanda una mejor exploración de la evolución del fenómeno desde la mirada estatal. La descentralización del sector salud y los procesos políticos locales dejan una infinidad de temas por explorar: ¿las distintas medidas tomadas por los gobiernos locales han incidido en los indicadores nacionales?, ¿cómo afectan las diferencias socioeconómicas la manera que se vive un mismo fenómeno en diferentes latitudes? Si bien hay algunos ejemplos notables (Noroeste, LadoB, LJA, veri_ficado Monterrey, entre otros), no dejan de ser excepciones al centralismo que continúa imperando en el periodismo del país.


Por último, un llamado a la sensatez. En los países los que se registra mayor satisfacción con la cobertura mediática de la pandemia, los medios han optado por coberturas menos escandalosas y más responsables. El ecosistema sensible y emocional que crea la expansión de un virus hasta hace pocos meses desconocido es caldo de cultivo ideal para la difusión de noticias mal intencionadas. Como señala Mattia Ferraresi, periodista de Il Foglio: en tiempos ordinarios, los periodistas son alabados por su coraje, pero en tiempos extraordinarios su virtud más preciada es la prudencia y, añado yo, su profesionalismo.


Post-scriptum:

En tiempos de desinformación, no quisiera dejar pasar la oportunidad de difundir esfuerzos de verificación que se están generando para combatir el caudal de noticias falsas. Verificovid, LatamChequea, COVID19 en español y Confiar son sólo algunos ejemplos de ello.




Profesora del Programa de Periodismo del CIDE.