/ miércoles 7 de marzo de 2018

Centro de barrio

  • Corazón tan macho

“No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre.”

Con este texto, Javier Marías comienza su novela Corazón tan blanco. Lo traigo a colación por un artículo del mismo autor, “Ojo con la barra libre”, donde reflexiona sobre las acusaciones del movimiento “Me too”, que, cito, “han establecido dos pseudoverdades: a) que las mujeres son siempre víctimas; b) que las mujeres nunca mienten”.

En el libro Corazón tan blanco, Marías hace una gran reflexión sobre las cosas que llegamos a saber pero que en el fondo no queremos saber, hasta dar con el motivo por el cual Teresa se suicida cuando ya no era niña. Como no es el libro de moda, contaré el final: en el viaje de bodas, el marido pregunta a la protagonista de la novela si mataría por amor, para posteriormente confesar que mató a su anterior esposa por ella.

El homicidio cometido por Juan Ranz, el protagonista, es un acto doblemente violento contra las mujeres, pues si bien está confesando un amor extremo por Teresa, en realidad supone, así no fuera el tema de la novela, una amenaza a Teresa, que no soportó la carga de haber sido la inspiración del homicidio.

En el artículo que recién publicó Marías en El País señala que la justicia está estructurada a base de garantías, lo que supone garantías para el acusado. Actos que son cometidos en la soledad de un acosador y una acosada carecen de testigos, por lo cual hay dos verdades y dos protagonistas, o le crees a la (presunta) víctima o le crees al (presunto) victimario.

El desenlace de la historia veracruzana de los Porky’s es similar: el garantismo los ha acompañado y la víctima ha sido victimizada una y otra vez.

¿Qué habría pasado si Teresa, al ponerse frente al espejo, se sintiera avergonzada de haber tenido sexo con un productor de cine asqueroso para obtener un papel? Marías reflexiona: “La costumbre me parece repugnante (...), pero en ella no había violencia. Se producía una forma de transacción, a la que las muchachas podían negarse.” Tengo el punto de vista opuesto, supeditar las aspiraciones profesionales o laborales de una mujer a un acostón es un acto profundamente violento, como lo es la estructuración social que ha solapado este tipo de abusos.

Puedo aceptar la invitación a reflexionar entre dos posturas: el garantismo y la (no) impunidad. Sé que existe la posibilidad de que falsamente una mujer me denuncie, pero la probabilidad de que ello suceda es mucho menor a la probabilidad de que cualquier mujer enfrente el acoso. He ahí el fondo de la discusión ¿garantismo con impunidad o una sociedad que a base de reglas impone el respeto entre las personas?

Leer y gozar a Javier Marías es fascinante, pero la simplificación a la que recurre en el artículo se acerca mucho a las afirmaciones que sacaron a Marcelino Perelló de Radio UNAM. Estamos en una sociedad que debe revisar sus relaciones y sus violencias, desmantelar privilegios, y así Teresa no tendría que ponerse frente al espejo y buscarse el corazón con la punta de una pistola, ni siquiera denunciar “yo también”, sino vivir una vida libre de violencias.

  • Corazón tan macho

“No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre.”

Con este texto, Javier Marías comienza su novela Corazón tan blanco. Lo traigo a colación por un artículo del mismo autor, “Ojo con la barra libre”, donde reflexiona sobre las acusaciones del movimiento “Me too”, que, cito, “han establecido dos pseudoverdades: a) que las mujeres son siempre víctimas; b) que las mujeres nunca mienten”.

En el libro Corazón tan blanco, Marías hace una gran reflexión sobre las cosas que llegamos a saber pero que en el fondo no queremos saber, hasta dar con el motivo por el cual Teresa se suicida cuando ya no era niña. Como no es el libro de moda, contaré el final: en el viaje de bodas, el marido pregunta a la protagonista de la novela si mataría por amor, para posteriormente confesar que mató a su anterior esposa por ella.

El homicidio cometido por Juan Ranz, el protagonista, es un acto doblemente violento contra las mujeres, pues si bien está confesando un amor extremo por Teresa, en realidad supone, así no fuera el tema de la novela, una amenaza a Teresa, que no soportó la carga de haber sido la inspiración del homicidio.

En el artículo que recién publicó Marías en El País señala que la justicia está estructurada a base de garantías, lo que supone garantías para el acusado. Actos que son cometidos en la soledad de un acosador y una acosada carecen de testigos, por lo cual hay dos verdades y dos protagonistas, o le crees a la (presunta) víctima o le crees al (presunto) victimario.

El desenlace de la historia veracruzana de los Porky’s es similar: el garantismo los ha acompañado y la víctima ha sido victimizada una y otra vez.

¿Qué habría pasado si Teresa, al ponerse frente al espejo, se sintiera avergonzada de haber tenido sexo con un productor de cine asqueroso para obtener un papel? Marías reflexiona: “La costumbre me parece repugnante (...), pero en ella no había violencia. Se producía una forma de transacción, a la que las muchachas podían negarse.” Tengo el punto de vista opuesto, supeditar las aspiraciones profesionales o laborales de una mujer a un acostón es un acto profundamente violento, como lo es la estructuración social que ha solapado este tipo de abusos.

Puedo aceptar la invitación a reflexionar entre dos posturas: el garantismo y la (no) impunidad. Sé que existe la posibilidad de que falsamente una mujer me denuncie, pero la probabilidad de que ello suceda es mucho menor a la probabilidad de que cualquier mujer enfrente el acoso. He ahí el fondo de la discusión ¿garantismo con impunidad o una sociedad que a base de reglas impone el respeto entre las personas?

Leer y gozar a Javier Marías es fascinante, pero la simplificación a la que recurre en el artículo se acerca mucho a las afirmaciones que sacaron a Marcelino Perelló de Radio UNAM. Estamos en una sociedad que debe revisar sus relaciones y sus violencias, desmantelar privilegios, y así Teresa no tendría que ponerse frente al espejo y buscarse el corazón con la punta de una pistola, ni siquiera denunciar “yo también”, sino vivir una vida libre de violencias.

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