/ miércoles 28 de noviembre de 2018

Centro de barrio | Educación cívica

Tengo diferencias con las líneas que ha definido la nueva administración del gobierno de la Ciudad de México respecto a la Política de Seguridad Vial Orientada al Cambio de Conductas. Sin embargo, no me enfocaré al disenso sino al consenso: la educación cívica.

El programa de fotomultas fue tema de campaña y motivo de controversia política, donde Claudia Sheinbaum ha sido enfática en destacar la molestia social, y Andrés Lajous, futuro secretario de Movilidad, en cuestionar la solidez de los números con los que se ha defendido a las fotomultas como estrategia de reducción de accidentes y muertes.

Al cabo de los casi mil días que llevo al frente de la Autoridad del Espacio Público he podido constatar que si no logramos que toda la población camine en la misma dirección, no alcanzaremos la transformación deseada. Cada proyecto, sobre todo cuando buscamos innovación, reducir áreas vehiculares para incrementar el espacio público, cuando modificamos la forma en la que se usa el espacio para volverlo más público y menos privado, nos topamos con mucha resistencia.

La ciudad vive inercias inadecuadas en la convivencia, escepticismos respecto a cualquier acción que venga del gobierno. Pero al mismo tiempo vive conductas, en la conducción vehicular, que no apuntan hacia lo que queremos respecto a la seguridad vial: por ejemplo, que los peatones tengan la preferencia efectiva de paso cuando no haya semáforos, lo que hoy se traduce no sólo en riesgo a la integridad física de las personas, sino en lesiones y muertes efectivas.

Sólo la educación nos va a salvar. Podemos sancionar de manera económica, yo sí creo que debamos hacerlo; usar grúas o candados, eventualmente. Pero sin duda el mayor cambio se hará mediante la formación de conductores, en una ciudad en la que casi todos aprendimos de un amigo o familiar y no en una academia.

Pero si queremos que de manera creciente se utilice la bicicleta, necesitamos enseñar bicicleta urbana a los adolescentes. Si queremos que la mayoría de la población pugne por reducir el espacio del automóvil y dárselo a las personas, necesitamos que a nivel barrial se detone la discusión sobre estos espacios y que desde la currícula escolar se aprenda a repensar el entorno en el que vivimos.

La educación cívica no puede basarse en meras intenciones como reciclar o contaminar menos, sino generar experiencias vivenciales, discusiones locales y ayudar a repensar el barrio o la colonia. A través de la educación debemos promover los cambios que demanda la ciudad: preferir el consenso al conflicto, generar capacidades que favorezcan al pequeño comercio por encima de los centros comerciales, mejorar el cuidado del patrimonio, potenciar actividades económicas donde hoy no se generan.

Insisto, puedo tener diferencias con la política de seguridad vial de Sheinbaum y Lajous, pero lo más importante, lo más benéfico de su estrategia es la parte formativa, con mayor potencial de largo plazo que el látigo que representa una sanción económica. Ojalá el nuevo gobierno de la ciudad use la educación cívica en más agendas, porque esa transformación será la más profunda que vivamos de 2018 a 2024.

Tengo diferencias con las líneas que ha definido la nueva administración del gobierno de la Ciudad de México respecto a la Política de Seguridad Vial Orientada al Cambio de Conductas. Sin embargo, no me enfocaré al disenso sino al consenso: la educación cívica.

El programa de fotomultas fue tema de campaña y motivo de controversia política, donde Claudia Sheinbaum ha sido enfática en destacar la molestia social, y Andrés Lajous, futuro secretario de Movilidad, en cuestionar la solidez de los números con los que se ha defendido a las fotomultas como estrategia de reducción de accidentes y muertes.

Al cabo de los casi mil días que llevo al frente de la Autoridad del Espacio Público he podido constatar que si no logramos que toda la población camine en la misma dirección, no alcanzaremos la transformación deseada. Cada proyecto, sobre todo cuando buscamos innovación, reducir áreas vehiculares para incrementar el espacio público, cuando modificamos la forma en la que se usa el espacio para volverlo más público y menos privado, nos topamos con mucha resistencia.

La ciudad vive inercias inadecuadas en la convivencia, escepticismos respecto a cualquier acción que venga del gobierno. Pero al mismo tiempo vive conductas, en la conducción vehicular, que no apuntan hacia lo que queremos respecto a la seguridad vial: por ejemplo, que los peatones tengan la preferencia efectiva de paso cuando no haya semáforos, lo que hoy se traduce no sólo en riesgo a la integridad física de las personas, sino en lesiones y muertes efectivas.

Sólo la educación nos va a salvar. Podemos sancionar de manera económica, yo sí creo que debamos hacerlo; usar grúas o candados, eventualmente. Pero sin duda el mayor cambio se hará mediante la formación de conductores, en una ciudad en la que casi todos aprendimos de un amigo o familiar y no en una academia.

Pero si queremos que de manera creciente se utilice la bicicleta, necesitamos enseñar bicicleta urbana a los adolescentes. Si queremos que la mayoría de la población pugne por reducir el espacio del automóvil y dárselo a las personas, necesitamos que a nivel barrial se detone la discusión sobre estos espacios y que desde la currícula escolar se aprenda a repensar el entorno en el que vivimos.

La educación cívica no puede basarse en meras intenciones como reciclar o contaminar menos, sino generar experiencias vivenciales, discusiones locales y ayudar a repensar el barrio o la colonia. A través de la educación debemos promover los cambios que demanda la ciudad: preferir el consenso al conflicto, generar capacidades que favorezcan al pequeño comercio por encima de los centros comerciales, mejorar el cuidado del patrimonio, potenciar actividades económicas donde hoy no se generan.

Insisto, puedo tener diferencias con la política de seguridad vial de Sheinbaum y Lajous, pero lo más importante, lo más benéfico de su estrategia es la parte formativa, con mayor potencial de largo plazo que el látigo que representa una sanción económica. Ojalá el nuevo gobierno de la ciudad use la educación cívica en más agendas, porque esa transformación será la más profunda que vivamos de 2018 a 2024.

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