/ miércoles 8 de noviembre de 2017

Centro de barrio | Puentes Antipeatonales

Un famoso cuadro de René Magritte, Esto no es una pipa, “Ceci n’est pas une pipe”, detalla una pipa. Uno ve el objeto y jura que es una pipa, pero la provocación del surrealismo de Magritte es justo negarlo.

Con este surrealismo, los promotores de cambios en la movilidad peatonal empezamos a utilizar el término “puentes antipeatonales”, y no “puentes peatonales”. Hemos logrado que la expresión alcance ya notas periodísticas y menciones en redes sociales, incluso en otros países.

Cualquiera que vea un puente sobre una avenida, con sus escaleras y características comunes, juraría “esto es peatonal”, pero el surrealismo dice otra cosa: eso no es, de ninguna manera, peatonal, todo lo contrario. Como no se quiere tener a los peatones en la vía, se les expulsa de ella llevándolos al segundo piso. El argumento esgrimido es tanto la seguridad de los propios peatones, como la velocidad de los automóviles. A veces la distancia a cruzar es mínima, incluso dos carriles; otras veces la escalera ocupa por completo la banqueta. Esto no es peatonal.

En México, y en otras latitudes, las estadísticas en materia de seguridad vial son, literalmente, fatales. Más de un millón de muertes en el mundo. Miles de muertes en el país. La Ciudad de México está logrando descender su mortalidad en las calles por la vía de la reducción de carriles, la mejora del espacio público y una estrategia de pasos seguros en los puntos más peligrosos. Y todavía falta mucho.

Desde la Autoridad del Espacio Público hemos impulsado mejoras que ayudan a reducir la seguridad vial: dieta de carriles, modificaciones viales, pasos seguros al nivel de calle. En tres casos hemos desmontado puentes antipeatonales: Plaza de los Compositores, Plaza Pino Suárez, y desde este domingo 5 de noviembre por la noche, Glorieta Etiopía.

En el caso concreto de la Glorieta Etiopía, el desmontaje del puente no va solo, también se colocará un semáforo, se pintará el paso peatonal, se construirá una isleta dividiendo el carril de contraflujo de los carriles en flujo, y se contará con una estrategia de reducción de velocidad. Todo esto tiene un costo menor que el de construcción del puente. Es decir, con estrategia, hacer pasos seguros a nivel es más barato que desviar a los peatones a un segundo nivel.

Hasta el momento, pocas ciudades han emprendido acciones en la vía de desmontar puentes antipeatonales y hacer pasos seguros. La Ciudad de México lo ha hecho ya, como comentaba; también Puebla, San Pedro Garza García, y hay presión ciudadana para lograr esto en otras urbes como Morelia. Para el movimiento peatonal, la acción es mucho más que simbólica, el empoderamiento del peatón genera seguridad por sí mismo, los automovilistas empiezan a darle el paso donde ya, de hecho, le correspondía, como puntos de giro vehicular o intersecciones no semaforizadas. Desmontar puentes es un acto para la protección del peatón justo por empoderarlo, por hacer que sea el rey de la calle, el rey de la movilidad.

Los puentes antipeatonales también requieren mantenimiento, pagan un seguro y ocupan un lugar físico que en algunos casos puede utilizarse para fines ambientales si se retira el puente. Hasta el momento, el desmontaje de éstos ha estado ligado a proyectos mayores de mejora del espacio público, no aún como una estrategia para eliminarlos por completo, algo que deberíamos hacer los próximos años, en todas aquellas vías en las que se pueda hacer un paso seguro a nivel.

Un famoso cuadro de René Magritte, Esto no es una pipa, “Ceci n’est pas une pipe”, detalla una pipa. Uno ve el objeto y jura que es una pipa, pero la provocación del surrealismo de Magritte es justo negarlo.

Con este surrealismo, los promotores de cambios en la movilidad peatonal empezamos a utilizar el término “puentes antipeatonales”, y no “puentes peatonales”. Hemos logrado que la expresión alcance ya notas periodísticas y menciones en redes sociales, incluso en otros países.

Cualquiera que vea un puente sobre una avenida, con sus escaleras y características comunes, juraría “esto es peatonal”, pero el surrealismo dice otra cosa: eso no es, de ninguna manera, peatonal, todo lo contrario. Como no se quiere tener a los peatones en la vía, se les expulsa de ella llevándolos al segundo piso. El argumento esgrimido es tanto la seguridad de los propios peatones, como la velocidad de los automóviles. A veces la distancia a cruzar es mínima, incluso dos carriles; otras veces la escalera ocupa por completo la banqueta. Esto no es peatonal.

En México, y en otras latitudes, las estadísticas en materia de seguridad vial son, literalmente, fatales. Más de un millón de muertes en el mundo. Miles de muertes en el país. La Ciudad de México está logrando descender su mortalidad en las calles por la vía de la reducción de carriles, la mejora del espacio público y una estrategia de pasos seguros en los puntos más peligrosos. Y todavía falta mucho.

Desde la Autoridad del Espacio Público hemos impulsado mejoras que ayudan a reducir la seguridad vial: dieta de carriles, modificaciones viales, pasos seguros al nivel de calle. En tres casos hemos desmontado puentes antipeatonales: Plaza de los Compositores, Plaza Pino Suárez, y desde este domingo 5 de noviembre por la noche, Glorieta Etiopía.

En el caso concreto de la Glorieta Etiopía, el desmontaje del puente no va solo, también se colocará un semáforo, se pintará el paso peatonal, se construirá una isleta dividiendo el carril de contraflujo de los carriles en flujo, y se contará con una estrategia de reducción de velocidad. Todo esto tiene un costo menor que el de construcción del puente. Es decir, con estrategia, hacer pasos seguros a nivel es más barato que desviar a los peatones a un segundo nivel.

Hasta el momento, pocas ciudades han emprendido acciones en la vía de desmontar puentes antipeatonales y hacer pasos seguros. La Ciudad de México lo ha hecho ya, como comentaba; también Puebla, San Pedro Garza García, y hay presión ciudadana para lograr esto en otras urbes como Morelia. Para el movimiento peatonal, la acción es mucho más que simbólica, el empoderamiento del peatón genera seguridad por sí mismo, los automovilistas empiezan a darle el paso donde ya, de hecho, le correspondía, como puntos de giro vehicular o intersecciones no semaforizadas. Desmontar puentes es un acto para la protección del peatón justo por empoderarlo, por hacer que sea el rey de la calle, el rey de la movilidad.

Los puentes antipeatonales también requieren mantenimiento, pagan un seguro y ocupan un lugar físico que en algunos casos puede utilizarse para fines ambientales si se retira el puente. Hasta el momento, el desmontaje de éstos ha estado ligado a proyectos mayores de mejora del espacio público, no aún como una estrategia para eliminarlos por completo, algo que deberíamos hacer los próximos años, en todas aquellas vías en las que se pueda hacer un paso seguro a nivel.

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