/ jueves 5 de julio de 2018

De berrinche a guerra comercial

Por un lado, el ataque de Trump a nuestros socios comerciales extranjeros se asemeja a su ataque a los inmigrantes: en ambos casos, se enmarca como una respuesta a la maldad que sólo existe en su imaginación. No, no hay una ola de delitos violentos cometidos por los inmigrantes, ni la pandilla MS-13 está tomando el control de los pueblos estadounidenses; no, la Unión Europea no impone aranceles “horribles” a los productos estadounidenses (el arancel promedio es de sólo 3%).

No obstante, todo parece indicar que Trump y sus asesores todavía no lo entienden; siguen ignorando despreocupadamente en lo que se están metiendo.

En marzo, mientras EU imponía aranceles a las importaciones de acero y aluminio, a Peter Navarro, el zar del comercio de la Casa Blanca, se le preguntó por las posibles represalias. “No creo que ningún país actúe en represalia”, declaró, basando su afirmación en la supuesta ventaja que tiene Estados Unidos porque importa más de lo que exporta.

El domingo, Canadá —un país con el que, por cierto, intercambiamos casi la misma cantidad de exportaciones e importaciones— anunció que aplicará aranceles en represalia a un total de 12 mil 600 millones de dólares en productos estadounidenses.

La Unión Europea y China también anunciaron aranceles en represalia. México, con su nuevo presidente electo de izquierda, es poco probable que sea complaciente.

Es importante entender que este no es el “toma y daca” habitual de las controversias comerciales. EU ahora se comporta de maneras que podrían llevar al colapso de todo el sistema de comercio y a una reducción drástica y perturbadora del comercio internacional.

¿Cómo afectará todo esto a la economía estadounidense? Los exportadores saldrán dañados, claro está, y las exportaciones sustentan diez millones de empleos.

Lo que es sorprendente en este momento es que hasta las industrias que Trump afirma querer ayudar se pronuncian en contra de sus políticas, exhortándolo a dar marcha atrás.

General Motors advierte que los aranceles propuestos a los automóviles conducirán a una “menor inversión, menos empleos y salarios más bajos” para sus empleados. La Asociación de Fabricantes de Motores y Equipos de Estados Unidos ha urgido al gobierno a renunciar a sus aranceles, declarando que las “acciones unilaterales contraproducentes erosionarán los empleos y el crecimiento de EU”, además de no contribuir en proteger la seguridad nacional.

¿Qué entienden estas industrias que Trump y sus compinches no pueden comprender? Que la economía internacional no es un juego en el que aquel que tenga superávits comerciales gana y que alterar las cadenas de suministro mundiales puede dañar casi a cualquiera.

Si sirve de algo, no me parece que la mayoría de los negocios ni la mayoría de los inversionistas en los mercados financieros estén tomando la amenaza de la guerra comercial muy en serio. Están actuando como si fuera una fase pasajera, como si los adultos fueran a intervenir y detener esta espiral descendente antes de que llegue demasiado lejos. No obstante , no hay ningún adulto en este gobierno.




Por un lado, el ataque de Trump a nuestros socios comerciales extranjeros se asemeja a su ataque a los inmigrantes: en ambos casos, se enmarca como una respuesta a la maldad que sólo existe en su imaginación. No, no hay una ola de delitos violentos cometidos por los inmigrantes, ni la pandilla MS-13 está tomando el control de los pueblos estadounidenses; no, la Unión Europea no impone aranceles “horribles” a los productos estadounidenses (el arancel promedio es de sólo 3%).

No obstante, todo parece indicar que Trump y sus asesores todavía no lo entienden; siguen ignorando despreocupadamente en lo que se están metiendo.

En marzo, mientras EU imponía aranceles a las importaciones de acero y aluminio, a Peter Navarro, el zar del comercio de la Casa Blanca, se le preguntó por las posibles represalias. “No creo que ningún país actúe en represalia”, declaró, basando su afirmación en la supuesta ventaja que tiene Estados Unidos porque importa más de lo que exporta.

El domingo, Canadá —un país con el que, por cierto, intercambiamos casi la misma cantidad de exportaciones e importaciones— anunció que aplicará aranceles en represalia a un total de 12 mil 600 millones de dólares en productos estadounidenses.

La Unión Europea y China también anunciaron aranceles en represalia. México, con su nuevo presidente electo de izquierda, es poco probable que sea complaciente.

Es importante entender que este no es el “toma y daca” habitual de las controversias comerciales. EU ahora se comporta de maneras que podrían llevar al colapso de todo el sistema de comercio y a una reducción drástica y perturbadora del comercio internacional.

¿Cómo afectará todo esto a la economía estadounidense? Los exportadores saldrán dañados, claro está, y las exportaciones sustentan diez millones de empleos.

Lo que es sorprendente en este momento es que hasta las industrias que Trump afirma querer ayudar se pronuncian en contra de sus políticas, exhortándolo a dar marcha atrás.

General Motors advierte que los aranceles propuestos a los automóviles conducirán a una “menor inversión, menos empleos y salarios más bajos” para sus empleados. La Asociación de Fabricantes de Motores y Equipos de Estados Unidos ha urgido al gobierno a renunciar a sus aranceles, declarando que las “acciones unilaterales contraproducentes erosionarán los empleos y el crecimiento de EU”, además de no contribuir en proteger la seguridad nacional.

¿Qué entienden estas industrias que Trump y sus compinches no pueden comprender? Que la economía internacional no es un juego en el que aquel que tenga superávits comerciales gana y que alterar las cadenas de suministro mundiales puede dañar casi a cualquiera.

Si sirve de algo, no me parece que la mayoría de los negocios ni la mayoría de los inversionistas en los mercados financieros estén tomando la amenaza de la guerra comercial muy en serio. Están actuando como si fuera una fase pasajera, como si los adultos fueran a intervenir y detener esta espiral descendente antes de que llegue demasiado lejos. No obstante , no hay ningún adulto en este gobierno.