/ lunes 4 de julio de 2022

Economía 4.0 | China: ¿el gran ganador del T-MEC?

El T-MEC surgió por el agotamiento del modelo comercial suscrito en el TLCAN. Un modelo que fue infiltrado por China.

Entre 1994 y el 2000 el TLCAN vivió su mejor momento: fue el mecanismo que facilitó la operación de apoyo que Estados Unidos y México establecieron para enfrentar la crisis de 1995.

La primera advertencia sobre los límites del TLCAN llegó con la entrada de China a la
OMC en el año 2000 y la recesión que vivió América del Norte en el 2001. El país asiático se volvió el polo favorecido por las inversiones de los países desarrollados, quienes pensaron que podían aprovechar los bajos costos de mano de obra y las facilidades que China les otorgaba.

No ponderaron de manera adecuada el cómo la nación asiática utilizaba la plataforma de comercio internacional para acelerar su crecimiento y desarrollo económico. China de infiltró en el ADN del modelo capitalista de comercio exterior.

China no estaba dispuesta a convertirse a un centro maquilador de bajo valor agregado porque observó los resultados contabilizados en las naciones de América Latina, de Asia y Europa oriental. Gracias a ello sus exportaciones hacia la zona del TLCAN crecieron hasta ocupar las primeras posicione.

La segunda señal llegó entre el 2008 y el 2010, cuando la crisis financiera causó el reordenamiento de las cadenas de valor en América del Norte: Canadá cedió parte de su sector automotriz y se equivocó al subestimar el valor de la política industrial.

México se benefició de la estrategia de las empresas del sector automotriz que decidieron trasladar parte sus operaciones, sin embargo, sus exportaciones mantuvieron el bajo contenido nacional que les caracterizó desde su entrada al GATT y abrió la puerta a la inconformidad de sindicatos y políticos en Estados Unidos.

En 2014 la efectividad del TLCAN fue criticada en medios públicos: si bien desde el año 2000 existían evaluaciones del Congressional Budget Office (CBO) respecto a la baja aportación del TLCAN al PIB y el ingreso de las personas en Estados Unidos, fue hasta que empresarios y políticos inconformes con el TLCAN decidieron utilizarlo como un tema de campaña: se esgrimió la necesidad de modificarlo o de crear un nuevo tratado.

Lamentablemente la visión de libre comercio contenida en el TLCAN cedió su paso a una de comercio administrado por los intereses de Estados Unidos, así nació el TMEC. Para México era una cuestión de seguridad nacional porque su crecimiento económico depende de la relación con Estados Unidos.

No obstante, se perdió la oportunidad de crear un nuevo acuerdo de integración industrial, inversión, infraestructura, desarrollo tecnológico y educación que le hiciera frente al verdadero desequilibro en América del Norte: la dependencia de las importaciones de insumos intermedios y bienes de capital de China.

En 2022 el diseño de comercio administrado del TMEC ya muestra sus límites: en 2019 el déficit de América del Norte con China fue de (-) 479.5 mil millones de dólares. En 2021 llegó a (-) 532.4 mil millones y la tendencia continúa en los primeros cuatro meses del 2022: el déficit con China aumentó en 37 mil millones de dólares respecto a lo observado en el mismo periodo del 2021.

La política industrial de China era el Dragon que causó el fin del TLCAN. Los países de América del Norte no lo vieron así. Por ello el T-MEC no ha solucionado la dependencia que se tiene de los productos asiáticos.

El problema es que las presiones entre los firmantes del T-MEC atienden las consecuencias y no las causas: se quiere regular el comercio cuando la solución es una verdadera integración productiva.

Sin dicha alternativa, México seguirá siendo presionado por el gobierno federal (y algún estatal) empresas, sindicatos y políticos de Estados Unidos. De la misma forma la industria estadounidense seguirá comprando lo Hecho en China o por empresas asiáticas establecidas en América del Norte.

El T-MEC surgió por el agotamiento del modelo comercial suscrito en el TLCAN. Un modelo que fue infiltrado por China.

Entre 1994 y el 2000 el TLCAN vivió su mejor momento: fue el mecanismo que facilitó la operación de apoyo que Estados Unidos y México establecieron para enfrentar la crisis de 1995.

La primera advertencia sobre los límites del TLCAN llegó con la entrada de China a la
OMC en el año 2000 y la recesión que vivió América del Norte en el 2001. El país asiático se volvió el polo favorecido por las inversiones de los países desarrollados, quienes pensaron que podían aprovechar los bajos costos de mano de obra y las facilidades que China les otorgaba.

No ponderaron de manera adecuada el cómo la nación asiática utilizaba la plataforma de comercio internacional para acelerar su crecimiento y desarrollo económico. China de infiltró en el ADN del modelo capitalista de comercio exterior.

China no estaba dispuesta a convertirse a un centro maquilador de bajo valor agregado porque observó los resultados contabilizados en las naciones de América Latina, de Asia y Europa oriental. Gracias a ello sus exportaciones hacia la zona del TLCAN crecieron hasta ocupar las primeras posicione.

La segunda señal llegó entre el 2008 y el 2010, cuando la crisis financiera causó el reordenamiento de las cadenas de valor en América del Norte: Canadá cedió parte de su sector automotriz y se equivocó al subestimar el valor de la política industrial.

México se benefició de la estrategia de las empresas del sector automotriz que decidieron trasladar parte sus operaciones, sin embargo, sus exportaciones mantuvieron el bajo contenido nacional que les caracterizó desde su entrada al GATT y abrió la puerta a la inconformidad de sindicatos y políticos en Estados Unidos.

En 2014 la efectividad del TLCAN fue criticada en medios públicos: si bien desde el año 2000 existían evaluaciones del Congressional Budget Office (CBO) respecto a la baja aportación del TLCAN al PIB y el ingreso de las personas en Estados Unidos, fue hasta que empresarios y políticos inconformes con el TLCAN decidieron utilizarlo como un tema de campaña: se esgrimió la necesidad de modificarlo o de crear un nuevo tratado.

Lamentablemente la visión de libre comercio contenida en el TLCAN cedió su paso a una de comercio administrado por los intereses de Estados Unidos, así nació el TMEC. Para México era una cuestión de seguridad nacional porque su crecimiento económico depende de la relación con Estados Unidos.

No obstante, se perdió la oportunidad de crear un nuevo acuerdo de integración industrial, inversión, infraestructura, desarrollo tecnológico y educación que le hiciera frente al verdadero desequilibro en América del Norte: la dependencia de las importaciones de insumos intermedios y bienes de capital de China.

En 2022 el diseño de comercio administrado del TMEC ya muestra sus límites: en 2019 el déficit de América del Norte con China fue de (-) 479.5 mil millones de dólares. En 2021 llegó a (-) 532.4 mil millones y la tendencia continúa en los primeros cuatro meses del 2022: el déficit con China aumentó en 37 mil millones de dólares respecto a lo observado en el mismo periodo del 2021.

La política industrial de China era el Dragon que causó el fin del TLCAN. Los países de América del Norte no lo vieron así. Por ello el T-MEC no ha solucionado la dependencia que se tiene de los productos asiáticos.

El problema es que las presiones entre los firmantes del T-MEC atienden las consecuencias y no las causas: se quiere regular el comercio cuando la solución es una verdadera integración productiva.

Sin dicha alternativa, México seguirá siendo presionado por el gobierno federal (y algún estatal) empresas, sindicatos y políticos de Estados Unidos. De la misma forma la industria estadounidense seguirá comprando lo Hecho en China o por empresas asiáticas establecidas en América del Norte.