/ lunes 22 de marzo de 2021

Economía 4.0 | Economía mexicana: su afectación estructural

La inercia negativa del 2020 se extendió al primer trimestre del 2021. Como era de esperarse, la magnitud de la caída no respetó el calendario: de acuerdo con la información preliminar del INEGI en el primer bimestre del año la economía retrocedió (-) 4.0%.

La mayor afectación se dio en el sector de los servicios, es decir, en el que se encuentra vinculado con lo que ocurre en el mercado interno: en enero su retroceso fue (-) 4.4% y en febrero de (-) 4.3%.

La evolución del sistema productivo se encuentra interrelacionada con lo que ocurrió con el consumo privado y la inversión en 2020. Las cifras del INEGI son claras: el primero disminuyó (-) 10.4% y la segunda (-) 18.2%.

¿Cuál es su relevancia? Las variables citadas sumaron el 82.5% del PIB, por lo que su tendencia muestra el grado de afectación que sufrió la columna vertebral de la economía, así como el desafío que enfrenta para recuperar lo perdido.

Sin inversión no hay crecimiento y las estadísticas del INEGI muestran una caída histórica en el ahorro bruto, la fuente primaria de inversión.

En 2020 el ahorro bruto disminuyó en (-) 711 mil millones de pesos. El 95% de la caída fue por la disminución del ahorro denominado como “Resto del Mundo”, es decir, de la fuente de financiamiento externo de la economía mexicana.

La contracción del ahorro bruto permite entender no sólo la merma en inversión productiva que se registró durante el 2020, también representa un indicador de lo que ocurrirá con la misma durante el 2021 sin expectativas positivas y un entorno que sea promotor de la producción en México: se requiere para iniciar un proceso de recuperación que trascienda más allá del rebote contable que se observará a partir de abril.

En conjunto, el resultado del consumo, la inversión y el ahorro bruto permiten entender que afectación que sufrió la economía nacional durante el 2020 no fue algo coyuntural: ni los flujos históricos de remesas ni el aumento de 2.3% del gasto público lograron compensar la caída de la inversión y el consumo privados.

El mensaje del 2020 se reafirmó durante el primer bimestre del año y no sólo llegó a través de la tasa negativa del crecimiento: el mercado laboral también mostró la debilidad de la recuperación.

El nuevo empleo contabilizado por el IMSS en enero y febrero pasados fue 51% temporal y el acumulado, 163 mil plazas laborales, es una de las menores cifras en la última década.

Si bien se tiene esperanza de que los programas de reactivación y fomento implementados en Estados Unidos tengan un efecto positivo sobre México, también es necesario establecer que la experiencia muestra que ello podría tener un alcance acotado.

El cluster exportador de manufacturas en el país tiene bajo contenido nacional, por lo que la maquila exportadora registrará grandes flujos de bienes, pero una modesta contribución al crecimiento, salvo que se promueva lo Hecho en México.

Para lograr esto último se requiere una Revolución Industrial en el país: la implementación de una nueva estrategia de política económica que favorezca la fabricación de insumos intermedios y bienes de capital en México.

Básicamente se debe implementar una nueva política industrial que sea capaz de atraer inversiones, las indispensables para generar empleo formal: el que se perdió en 2020, el que se necesita para el millón de jóvenes que todos los años se incorpora al sistema productivo y el indispensable para combatir la informalidad.