/ jueves 7 de noviembre de 2019

El ataque de los sensibles de Wall Street

La respuesta negativa verdaderamente intensa contra Elizabeth Warren y los demócratas progresistas en general proviene de Wall Street.

Aunque, en parte, esa oposición refleja intereses personales, el odio a Warren en Wall Street tiene un grado de virulencia, que algunas veces raya en la histeria y va más allá del cálculo político normal. ¿Qué hay detrás de esa virulencia?

Warren también cree firmemente en la regulación financiera más estricta. La Oficina para la Protección Financiera del Consumidor, que era altamente eficaz hasta que el gobierno de Trump se propuso acabar con ella, fue su creación.

Entonces, si eres un multimillonario de Wall Street, el interés personal racional bien podría inducirte a no estar de acuerdo con Warren.

Sin embargo, la racionalidad no explica por qué un administrador de fondos como Leon Cooperman —quien apenas hace dos años resolvió fuera de los tribunales una demanda por tráfico de información privilegiada con el pago de cinco millones de dólares, aunque no admitió haber actuado ilegalmente— haría circular una vergonzosa y autocompasiva carta abierta en la que denuncia a Warren por no valorar todas las cosas maravillosas que los multimillonarios como él hacen por la sociedad.

Me parece que la verdadera revelación aquí es que buena parte de los insultos que Wall Street ahora está dirigiendo a Warren anteriormente eran, de entre todas las personas posibles, para el presidente Barack Obama.

Objetivamente, Obama trató a Wall Street con guantes de seda. Después de una devastadora crisis financiera, su gobierno rescató a las instituciones afectadas bajo términos favorables.

Él y los demócratas en el Congreso impusieron algunas regulaciones nuevas, pero fueron muy moderadas en comparación con las que entraron en vigor después de la crisis bancaria de la década de 1930.

En todo caso, la cuestión es que los multimillonarios de Wall Street, incluso más que los megarricos en general, parecen ser muy susceptibles y emocionalmente incapaces de tolerar las críticas.

Además, cada vez existen más pruebas de que cuando el sector financiero se hace demasiado grande, en realidad actúa como un lastre para la economía y hace mucho que Estados Unidos ya no está para eso.

Ahora, siendo la naturaleza humana como es, la gente que se pregunta en secreto si en realidad merecen la riqueza que tienen se enfurece, especialmente cuando otros expresan públicamente esa duda. Así que no es ninguna sorpresa que quienes no pudieron con las críticas moderadas y amables de Obama estén perdiendo el control por completo con Warren.

Lo que esto significa es que deberíamos tener cuidado con las declaraciones de Wall Street de que las políticas progresistas tendrían efectos funestos.

Dichas afirmaciones no reflejan una profunda sapiencia económica.

En gran medida provienen de gente con mucha riqueza, pero con un ego frágil, cuyas diatribas deberían descartarse oportunamente.

La respuesta negativa verdaderamente intensa contra Elizabeth Warren y los demócratas progresistas en general proviene de Wall Street.

Aunque, en parte, esa oposición refleja intereses personales, el odio a Warren en Wall Street tiene un grado de virulencia, que algunas veces raya en la histeria y va más allá del cálculo político normal. ¿Qué hay detrás de esa virulencia?

Warren también cree firmemente en la regulación financiera más estricta. La Oficina para la Protección Financiera del Consumidor, que era altamente eficaz hasta que el gobierno de Trump se propuso acabar con ella, fue su creación.

Entonces, si eres un multimillonario de Wall Street, el interés personal racional bien podría inducirte a no estar de acuerdo con Warren.

Sin embargo, la racionalidad no explica por qué un administrador de fondos como Leon Cooperman —quien apenas hace dos años resolvió fuera de los tribunales una demanda por tráfico de información privilegiada con el pago de cinco millones de dólares, aunque no admitió haber actuado ilegalmente— haría circular una vergonzosa y autocompasiva carta abierta en la que denuncia a Warren por no valorar todas las cosas maravillosas que los multimillonarios como él hacen por la sociedad.

Me parece que la verdadera revelación aquí es que buena parte de los insultos que Wall Street ahora está dirigiendo a Warren anteriormente eran, de entre todas las personas posibles, para el presidente Barack Obama.

Objetivamente, Obama trató a Wall Street con guantes de seda. Después de una devastadora crisis financiera, su gobierno rescató a las instituciones afectadas bajo términos favorables.

Él y los demócratas en el Congreso impusieron algunas regulaciones nuevas, pero fueron muy moderadas en comparación con las que entraron en vigor después de la crisis bancaria de la década de 1930.

En todo caso, la cuestión es que los multimillonarios de Wall Street, incluso más que los megarricos en general, parecen ser muy susceptibles y emocionalmente incapaces de tolerar las críticas.

Además, cada vez existen más pruebas de que cuando el sector financiero se hace demasiado grande, en realidad actúa como un lastre para la economía y hace mucho que Estados Unidos ya no está para eso.

Ahora, siendo la naturaleza humana como es, la gente que se pregunta en secreto si en realidad merecen la riqueza que tienen se enfurece, especialmente cuando otros expresan públicamente esa duda. Así que no es ninguna sorpresa que quienes no pudieron con las críticas moderadas y amables de Obama estén perdiendo el control por completo con Warren.

Lo que esto significa es que deberíamos tener cuidado con las declaraciones de Wall Street de que las políticas progresistas tendrían efectos funestos.

Dichas afirmaciones no reflejan una profunda sapiencia económica.

En gran medida provienen de gente con mucha riqueza, pero con un ego frágil, cuyas diatribas deberían descartarse oportunamente.