/ martes 15 de enero de 2019

El gran experimento de Trump

Es sorprendente cómo muchos de los pagos que el gobierno federal ya no puede hacer o está a punto de dejar de hacer son para cosas en las que los libertarios insisten en que no deberíamos estar gastando los dólares de los contribuyentes de todos modos.

Por ejemplo, los cheques federales a los agricultores no van a expedirse, pero organizaciones libertarias como el Instituto Cato han denunciado desde hace mucho que los subsidios a la agricultura son sólo otra forma de capitalismo clientelista.

Los empresarios están furiosos porque la Administración de Pequeños Negocios de Estados Unidos no va a otorgar préstamos, pero los libertarios quieren que esta agencia desaparezca en su totalidad.

Si el cierre se extiende hasta marzo —lo cual, repito, parece ser totalmente posible— el dinero para los cupones de alimentos se acabará. Sin embargo, los republicanos han rechazado fuertemente el programa de cupones de alimentos desde hace mucho tiempo.

El cierre ha limitado drásticamente el trabajo en la Oficina de Alimentos y Medicamentos (por su sigla FDA, en inglés), que entre otras cosas trata de evitar la contaminación de los alimentos; la agencia ya detuvo sus inspecciones rutinarias a mariscos, verduras, frutas y otros alimentos.

No obstante, por extraño que parezca, ni el gobierno de Trump ni sus aliados en el congreso están celebrando el fin actual o futuro de los servicios gubernamentales que según su ideología no deberían existir. En cambio, están inmersos en maniobras administrativas y jurídicas frenéticas en un intento por mitigar esos recortes de programas. ¿Por qué?

Dicho eso, la verdad es que la ideología libertaria no es una fuerza real dentro del Partido Republicano; es más bien una pantalla de la verdadera agenda del partido.

En el caso de la clase dirigente del partido, esa agenda tiene que ver con la redistribución del ingreso entre los que más tienen y, en específico, servir a los intereses de los donadores importantes. Los políticos republicanos pueden hacer alusión a la retórica de los libres mercados para justificar los recortes fiscales a los ricos y los beneficios a los pobres, pero en realidad no les importan los libres mercados por sí mismos. Después de todo, el partido no tuvo mucho problema para alinearse con la aceptación de los aranceles de Trump.

Como vemos, muchos de los recortes fiscales que el cierre gubernamental está obligando a hacer repercuten fuerte y evidentemente en los electores de la base. Los propietarios de pequeños negocios son mucho más conservadores que toda la nación, pero realmente van a echar de menos esos préstamos gubernamentales. Los electores rurales se volvieron republicanos como resultado de su rechazo a los demócratas en las elecciones intermedias, pero quieren esos cheques.

El único elemento del cierre gubernamental con el que los republicanos parecen estar muy tranquilos es con no pagarles a los trabajadores federales. Tal vez el partido crea, como Trump, que esos trabajadores son demócratas en su mayoría, pero cuando los efectos de no pagar comiencen a hacerse notar, esa indiferencia podría desaparecer.

Es sorprendente cómo muchos de los pagos que el gobierno federal ya no puede hacer o está a punto de dejar de hacer son para cosas en las que los libertarios insisten en que no deberíamos estar gastando los dólares de los contribuyentes de todos modos.

Por ejemplo, los cheques federales a los agricultores no van a expedirse, pero organizaciones libertarias como el Instituto Cato han denunciado desde hace mucho que los subsidios a la agricultura son sólo otra forma de capitalismo clientelista.

Los empresarios están furiosos porque la Administración de Pequeños Negocios de Estados Unidos no va a otorgar préstamos, pero los libertarios quieren que esta agencia desaparezca en su totalidad.

Si el cierre se extiende hasta marzo —lo cual, repito, parece ser totalmente posible— el dinero para los cupones de alimentos se acabará. Sin embargo, los republicanos han rechazado fuertemente el programa de cupones de alimentos desde hace mucho tiempo.

El cierre ha limitado drásticamente el trabajo en la Oficina de Alimentos y Medicamentos (por su sigla FDA, en inglés), que entre otras cosas trata de evitar la contaminación de los alimentos; la agencia ya detuvo sus inspecciones rutinarias a mariscos, verduras, frutas y otros alimentos.

No obstante, por extraño que parezca, ni el gobierno de Trump ni sus aliados en el congreso están celebrando el fin actual o futuro de los servicios gubernamentales que según su ideología no deberían existir. En cambio, están inmersos en maniobras administrativas y jurídicas frenéticas en un intento por mitigar esos recortes de programas. ¿Por qué?

Dicho eso, la verdad es que la ideología libertaria no es una fuerza real dentro del Partido Republicano; es más bien una pantalla de la verdadera agenda del partido.

En el caso de la clase dirigente del partido, esa agenda tiene que ver con la redistribución del ingreso entre los que más tienen y, en específico, servir a los intereses de los donadores importantes. Los políticos republicanos pueden hacer alusión a la retórica de los libres mercados para justificar los recortes fiscales a los ricos y los beneficios a los pobres, pero en realidad no les importan los libres mercados por sí mismos. Después de todo, el partido no tuvo mucho problema para alinearse con la aceptación de los aranceles de Trump.

Como vemos, muchos de los recortes fiscales que el cierre gubernamental está obligando a hacer repercuten fuerte y evidentemente en los electores de la base. Los propietarios de pequeños negocios son mucho más conservadores que toda la nación, pero realmente van a echar de menos esos préstamos gubernamentales. Los electores rurales se volvieron republicanos como resultado de su rechazo a los demócratas en las elecciones intermedias, pero quieren esos cheques.

El único elemento del cierre gubernamental con el que los republicanos parecen estar muy tranquilos es con no pagarles a los trabajadores federales. Tal vez el partido crea, como Trump, que esos trabajadores son demócratas en su mayoría, pero cuando los efectos de no pagar comiencen a hacerse notar, esa indiferencia podría desaparecer.