/ martes 17 de diciembre de 2019

El partido que arruinó el planeta

El aspecto más aterrador del drama político estadounidense no es que el presidente haya abusado de su poder para obtener beneficios personales. Si no vieron eso venir desde el día en que Donald Trump resultó electo, no estaban poniendo atención.

No, la verdadera revelación ha sido la absoluta depravación del Partido Republicano. Básicamente, todos los funcionarios electos o nombrados en ese partido han decidido defender a Trump, creyéndose teorías conspirativas disparatadas y que han sido desmentidas. Es decir, uno de los dos principales partidos de Estados Unidos no tiene remedio; teniendo en cuenta eso, es difícil ver cómo la democracia puede aguantar mucho tiempo, incluso con la derrota de Trump.

Sin embargo, los reportes más atemorizantes que he visto recientemente tienen que ver con la ciencia, no con la política. Un nuevo informe federal indica que el cambio climático en el Ártico se está acelerando, lo cual coincide con los que solían considerarse los peores escenarios. Y hay indicadores de que el calentamiento del Ártico podría estarse convirtiendo en una espiral que se refuerza a sí misma, a medida que la tundra que se derrite libera enormes cantidades de gases de efecto invernadero.

El aumento catastrófico del nivel del mar, las ondas de calor que vuelven inhabitables las principales ciudades y otros fenómenos ahora son más probables que nunca y sucederán más pronto de lo esperado.

Sin embargo, las aterradoras noticias políticas y climáticas están estrechamente vinculadas. Después de todo, ¿por qué el mundo no ha logrado tomar medidas en lo que respecta al clima y por qué todavía no actúa aun cuando el peligro se hace más evidente? Por supuesto que hay muchos culpables; actuar nunca iba a ser fácil.

Pero hay un factor que está por encima de todos los demás: la oposición fanática de los republicanos estadounidenses, quienes conforman el principal partido del mundo en negar la situación del clima. Dada su oposición, Estados Unidos no sólo ha fracasado en proveer el tipo de liderazgo que habría sido fundamental para la acción global, se ha convertido en una fuerza que va en contra de la acción.

Además, la negación climática republicana está enraizada en el mismo tipo de depravación que estamos viendo en relación con Trump.

Como he escrito en el pasado, la negación climática fue en muchos sentidos el origen del trumpismo. Mucho antes de los gritos de “noticias falsas”, los republicanos se negaban a aceptar la ciencia que contradecía sus prejuicios. Mucho antes de que los republicanos comenzaran a atribuir todo acontecimiento negativo a las maquinaciones del “Estado profundo”, ya insistían en que el calentamiento global era un enorme engaño perpetrado por una vasta camarilla mundial de científicos corruptos.

Y mucho antes de que Trump comenzara a usar el poder de la Presidencia como arma para beneficiarse políticamente, los republicanos estaban usando su poder político para acosar a los científicos climáticos y, en la medida de lo posible, criminalizar la práctica de la ciencia misma.

El aspecto más aterrador del drama político estadounidense no es que el presidente haya abusado de su poder para obtener beneficios personales. Si no vieron eso venir desde el día en que Donald Trump resultó electo, no estaban poniendo atención.

No, la verdadera revelación ha sido la absoluta depravación del Partido Republicano. Básicamente, todos los funcionarios electos o nombrados en ese partido han decidido defender a Trump, creyéndose teorías conspirativas disparatadas y que han sido desmentidas. Es decir, uno de los dos principales partidos de Estados Unidos no tiene remedio; teniendo en cuenta eso, es difícil ver cómo la democracia puede aguantar mucho tiempo, incluso con la derrota de Trump.

Sin embargo, los reportes más atemorizantes que he visto recientemente tienen que ver con la ciencia, no con la política. Un nuevo informe federal indica que el cambio climático en el Ártico se está acelerando, lo cual coincide con los que solían considerarse los peores escenarios. Y hay indicadores de que el calentamiento del Ártico podría estarse convirtiendo en una espiral que se refuerza a sí misma, a medida que la tundra que se derrite libera enormes cantidades de gases de efecto invernadero.

El aumento catastrófico del nivel del mar, las ondas de calor que vuelven inhabitables las principales ciudades y otros fenómenos ahora son más probables que nunca y sucederán más pronto de lo esperado.

Sin embargo, las aterradoras noticias políticas y climáticas están estrechamente vinculadas. Después de todo, ¿por qué el mundo no ha logrado tomar medidas en lo que respecta al clima y por qué todavía no actúa aun cuando el peligro se hace más evidente? Por supuesto que hay muchos culpables; actuar nunca iba a ser fácil.

Pero hay un factor que está por encima de todos los demás: la oposición fanática de los republicanos estadounidenses, quienes conforman el principal partido del mundo en negar la situación del clima. Dada su oposición, Estados Unidos no sólo ha fracasado en proveer el tipo de liderazgo que habría sido fundamental para la acción global, se ha convertido en una fuerza que va en contra de la acción.

Además, la negación climática republicana está enraizada en el mismo tipo de depravación que estamos viendo en relación con Trump.

Como he escrito en el pasado, la negación climática fue en muchos sentidos el origen del trumpismo. Mucho antes de los gritos de “noticias falsas”, los republicanos se negaban a aceptar la ciencia que contradecía sus prejuicios. Mucho antes de que los republicanos comenzaran a atribuir todo acontecimiento negativo a las maquinaciones del “Estado profundo”, ya insistían en que el calentamiento global era un enorme engaño perpetrado por una vasta camarilla mundial de científicos corruptos.

Y mucho antes de que Trump comenzara a usar el poder de la Presidencia como arma para beneficiarse políticamente, los republicanos estaban usando su poder político para acosar a los científicos climáticos y, en la medida de lo posible, criminalizar la práctica de la ciencia misma.