/ lunes 14 de enero de 2019

Entre Piernas y Telones | Una reseña sobre la puesta en escena El diccionario

Por: Hugo Hernández

Aburrido, casi con toda seguridad, será el adjetivo que venga a nuestra mente si alguien sugiere hablar durante 90 minutos sobre un diccionario. Y muy probablemente sea cierto, a menos…

Sí, a menos que se trate de El diccionario, una estupenda, sensacional, divertida, emotiva, profunda, ágil, sorprendente, ilustrativa, didáctica y conmovedora puesta en escena que, con ese título, hace temporada en la sede de la Compañía Nacional de Teatro, en el corazón de Coyoacán.

No quiero justificar la lluvia de calificativos que he vertido en el párrafo anterior, más bien trataré de explicar el porqué de ellos, y, sobre todo de contagiar mi entusiasmo para que los posibles lectores de esta columna no se pierdan por nada del mundo esta obra.

Escrita por el dramaturgo español Manuel Calzada, El diccionario cuenta de manera alternada diferentes momentos, entre 1925 y 1981, en la vida de María Moliner, reconocida en todo el mundo de habla hispana por ser autora del Diccionario de uso del español, y quien en palabras de Gabriel García Márquez “hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”.

A la vida complicada y maravillosa que tuvo María Moliner, hay que sumarle la muy interesante y atinada estructura que el dramaturgo ha construido para contarla. Presente y pasado se funden, y nunca se confunden, en un hilo narrativo que atrapa desde el primer momento.

Buena parte del mérito de este transcurrir tan fluido es de Enrique Singer, director de escena, quien una vez más vuelve a mostrar los altos vuelos a los que nos tiene acostumbrados.

No es casualidad que dos de las mejores puestas de escena que se presentan ahora en la Ciudad de México, ésta y Los baños, sean su responsabilidad.

Otros dos logros, ENORMES, de este montaje son la escenografía y la iluminación. La primera es un verdadero poema que proyecta maravillosamente el avance de la acción dramática. Responsables de ella son Auda Caraza y Atenea Chávez Viramontes; y el diseño de iluminación, perfecto, es de Víctor Zapatero.

Bravo también a la música original de Antonio Fernández y al vestuario de Estela Fagoaga.

Pero sobre todo, ovación de pie para la talentosísima Luisa Huertas, una de las grandes actrices de este país, quien está, como siempre, excelsa. Los 90 minutos que dura la función está en el escenario, y con un solo vestuario va y viene por las seis décadas que cuenta la trama, y salta de un espacio a otro, y de una intención y sentimiento a los opuestos ante los ojos maravillados de los espectadores, que lo reconocen y la premian con una, como ya lo apunté, sonora ovación de pie. Estupendos también Roberto Soto y Óscar Narváez.

El diccionario se presenta en la sala Héctor Mendoza, la entrada es gratuita, pero hay que reservar lugar escribiendo a públicos.cnteatro@inba.gob.mx

Por: Hugo Hernández

Aburrido, casi con toda seguridad, será el adjetivo que venga a nuestra mente si alguien sugiere hablar durante 90 minutos sobre un diccionario. Y muy probablemente sea cierto, a menos…

Sí, a menos que se trate de El diccionario, una estupenda, sensacional, divertida, emotiva, profunda, ágil, sorprendente, ilustrativa, didáctica y conmovedora puesta en escena que, con ese título, hace temporada en la sede de la Compañía Nacional de Teatro, en el corazón de Coyoacán.

No quiero justificar la lluvia de calificativos que he vertido en el párrafo anterior, más bien trataré de explicar el porqué de ellos, y, sobre todo de contagiar mi entusiasmo para que los posibles lectores de esta columna no se pierdan por nada del mundo esta obra.

Escrita por el dramaturgo español Manuel Calzada, El diccionario cuenta de manera alternada diferentes momentos, entre 1925 y 1981, en la vida de María Moliner, reconocida en todo el mundo de habla hispana por ser autora del Diccionario de uso del español, y quien en palabras de Gabriel García Márquez “hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”.

A la vida complicada y maravillosa que tuvo María Moliner, hay que sumarle la muy interesante y atinada estructura que el dramaturgo ha construido para contarla. Presente y pasado se funden, y nunca se confunden, en un hilo narrativo que atrapa desde el primer momento.

Buena parte del mérito de este transcurrir tan fluido es de Enrique Singer, director de escena, quien una vez más vuelve a mostrar los altos vuelos a los que nos tiene acostumbrados.

No es casualidad que dos de las mejores puestas de escena que se presentan ahora en la Ciudad de México, ésta y Los baños, sean su responsabilidad.

Otros dos logros, ENORMES, de este montaje son la escenografía y la iluminación. La primera es un verdadero poema que proyecta maravillosamente el avance de la acción dramática. Responsables de ella son Auda Caraza y Atenea Chávez Viramontes; y el diseño de iluminación, perfecto, es de Víctor Zapatero.

Bravo también a la música original de Antonio Fernández y al vestuario de Estela Fagoaga.

Pero sobre todo, ovación de pie para la talentosísima Luisa Huertas, una de las grandes actrices de este país, quien está, como siempre, excelsa. Los 90 minutos que dura la función está en el escenario, y con un solo vestuario va y viene por las seis décadas que cuenta la trama, y salta de un espacio a otro, y de una intención y sentimiento a los opuestos ante los ojos maravillados de los espectadores, que lo reconocen y la premian con una, como ya lo apunté, sonora ovación de pie. Estupendos también Roberto Soto y Óscar Narváez.

El diccionario se presenta en la sala Héctor Mendoza, la entrada es gratuita, pero hay que reservar lugar escribiendo a públicos.cnteatro@inba.gob.mx