/ viernes 1 de septiembre de 2023

Hojas de papel | Raymond Chandler: una vida de novela negra

Siempre tuvo la sensación de que hacía bien su trabajo literario. No estaba mal. Es excelente. Pero también tuvo la sensación de que pudo hacer más, a pesar de que con la novela negra alcanzó cimas a la altura del arte. Antes apenas lo había conseguido Dashiell Hammett, su maestro…

Alguna vez intentó con relatos dramáticos, incluso con una novela (“English summer”) en la que derivara su vocación por la literatura de largo alcance, la denominada gran literatura.

Pero también supo que lo que escribía le gustaba al público que, voraz, le pedía cada vez más de su obra en la que su personaje, Philip Marlowe daba señales de dureza inaudita, pero también de compasión enorme, una cierta dosis romántica y sobre todo, poseía –como el autor- una extraordinaria agilidad mental: requisitos para ser el gran detective.

Un detective que sabía moverse en el mundo sórdido de la muerte, de la intriga, del peligro, el engaño, el ocultamiento y la mentira, pero también en el mundo de la justicia y la ley.

En cuanto a su formación académica, Raymond Chandler tenía mucho de qué presumir. Era culto a raudales. Tenía las bases académicas y culturales para escribir con un nivel decoroso en tanto conseguía los niveles de excelencia. Y los consiguió.

La obra de Chandler, menospreciada en su contenido al considerarlo un género menor, ya es clásica y es de obligada lectura no sólo para los fanáticos de la literatura negra como también para quienes entienden que la literatura tiene distintas vías de expresión y arte.

Su propia vida es prácticamente un libro abierto. Hay biografías a granel. Documentales. Películas basadas en su obra y su personaje icónico, Philip Marlowe, que con frecuencia opaca a su creador.

Chandler nació en 1888, en Chicago. Siendo muy niño, su padre dejó a la familia por lo que su madre se hizo cargo de su crianza y educación. Lo llevó pronto a Inglaterra en donde hizo sus primeros estudios apoyado por un tío irlandés que lo protegió durante años. Con esto, pudo hacer estudios en Francia y Alemania.

Con base en estos estudios, pudo ingresar al Civil Service inglés; Trabajó algún tiempo en el Ministerio de Marina y fue por entonces cuando comenzó a publicar algunos poemas y reportajes en la prensa inglesa. Inconforme con su propia situación profesional y personal, en 1912 regresó a Estados Unidos, aunque en condiciones nada opulentas pero si con el decoroso apoyo de su tío.

En 1917 se dio de alta como voluntario en los Gordon Highlanders of Canada, y participó en el frente europeo con grave peligro para su vida. Inquieto, en 1919, pasó a trabajar en un banco inglés en San Francisco con la esperanza de volver a Inglaterra.

Su amigo Warren Lloyd le consiguió empleo de muy buen nivel en la firma petrolera de su hermano. Chandler había estudiado contabilidad por correspondencia y esto le facilitó las cosas. Y de hecho en la empresa se le consideraba muy inteligente por su capacidad para resolver con facilidad los asuntos más complejos. ‘Tenía un auto de la firma y un Chrysler propio, ganaba mil dólares al mes, y eso, en los años veinte, era ser rico.’

Pero él echó a perder todo. Comenzó a beber sin medida, se dice que incluso llegó a tomar conciencia detenido en alguna comandancia o, incluso, despertaba en hoteles ‘de mala muerte’.

Tenía suerte para entrar en contacto con el personal femenino de la petrolera. Así que por entonces rentó un departamento para una de las secretarias en el que se reunían sus compañeros y compañeras para celebrar fiestas-bacanales. Esto menguaba su trabajo y de pronto comenzó a llegar tarde o de plano a no asistir: fue despedido de manera fulminante.

Pero, bueno, ya se sabe que la vida tiene pros y contras. En 1913 Chandler conoció a Cissy Pascal, una pianista 18 años mayor que él. Para él fue como una bendición. Para ella no tanto. Y sin embargo fue ella quien lo acompañó toda la vida –hasta su muerte- y quien le dio impulso y confianza para dedicarse a la escritura.

Sabía que podía hacerlo. Tenía como modelo a seguir un gran descubrimiento: “El halcón maltés” de Dashiell Hammett. Lo leyó en la revista policiaca “Black Mask” en 1929. Años después diría: “Hammett devolvió el crimen a la especie de gente que asesina por motivos reales, no sólo para suministrarle un cadáver al autor. […] Le devolvió al relato policial lo que Chesterton llamó alguna vez la poesía de la vida moderna, la poesía de la gran ciudad”.

Y comenzó su andadura. Ya tarde, quizá, pero con paso firme. En diciembre de 1933 –a los 45 años de edad- publicó su primer relato policial, “Blackmailers Don’t Shoot” (Los chantajistas no disparan) en “Black Mask”, donde publicó hasta 1937. Le pagaban un centavo por palabra, en este caso 180 dólares.

‘El protagonista del relato se llama Mallory cuya actitud y personalidad serían retomadas con el nombre de su gran personaje posterior: Philip Marlowe. (Otros detectives de sus cuentos se llaman Dalmas, Delaguerra, Carmady…)

A falta de experiencia policial, Chandler leyó con detenimiento textos sobre técnicas y estrategias policiacas, como “1000 Police Questions Answered for the California Peace Officer”, así como literatura sobre toxicología y medicina forense.

En 1939 –a los 51 años- publicó su primera novela. “The Big Sleep” (El sueño eterno). Enorme éxito. Cissy lo impulsaba a seguir mientras mecanografiaba lo que él escribía. En 1940 “Farewell, My Lovely” (Adiós, muñeca); en 1942 “The High Window” (La ventana siniestra) y en 1943 “The Lady in the Lake” (La dama del lago). En 1953 “El largo adiós”…

En adelante mucha más obra siempre en la línea de lo policiaco… novela negra se dice hoy. De este género escribiría: “El asesinato, que es una frustración del individuo y por consiguiente una frustración de la raza, puede poseer -y en rigor posee- una buena proporción de inferencias sociológicas… La novela de crímenes tiene también una forma deprimente de dedicarse a sus cosas, solucionar sus problemas y contestar sus preguntas.”

Para conducir sus historias creó a uno de los más célebres personajes de la novela policiaca, entonces y ahora mismo. Philipe Marlowe. Es un detective privado duro. Y honesto. Su sensatez contrasta con el entorno brutal, sórdido y complicado de Los Ángeles, California, donde trabajaba.

‘Marlowe es un hombre con principios. A pesar de su apariencia dura y su frecuente cinismo, sigue un código de honor propio de caballeros que observa y resguarda contra un mundo corrupto y vicioso. Invariablemente Marlowe afronta un crimen sólo como el centro de una compleja trama que hilvana a personajes y acciones en diferentes niveles sociales que culminan en asesinatos.”

Es. Marlowe, el ejemplo claro de la construcción literaria de un personaje, cuya personalidad arrasa, corroe, impera, mantiene el interés tanto en la historia como en sus acciones y personalidad. Es un ser creíble y cercano, creado por un ser vivo. Inolvidable y necesario.

Raymond Chandler obtuvo la fama en vida. Dinero. Éxito. Pero la felicidad se le escapaba como agua por las manos. Así la muerte de su amada Cissy en 1954, su compañera de toda la vida. Su apoyo y solución. “Treinta años, diez meses y cuatro días fue la luz de mi vida, toda mi ambición. Todo lo que yo hice fue el fuego para calentar sus manos”.

Luego él vagó como zombi en vida. Se dedicó a escribir pero también se dedicó tomar. Fue alcohólico. Murió en California por pulmonía el 26 de marzo de 1959. A su funeral asistió muy poca gente y no acertaban a decidir el lugar de su entierro. Fue en California. Fue “El largo adiós”, su novela más celebrada y más querida, de muchas más asimismo indispensables… y queridas.

Poco antes de su muerte le escribió a un amigo: “He vivido mi vida al borde de la nada”. Al funeral acudieron 17 personas: un par de conocidos de La Jolla, su asesor fiscal y una delegación de la asociación neoyorquina de escritores. No se respetó su deseo de ser cremado y juntar sus cenizas con las de Cissy. No se respetó. Fue enterrado en el pequeño cementerio de Mount Hope, de San Diego.

“Me compraste, Terry. Por una sonrisa y un par de tragos tranquilos en un bar tranquilo. Fue bueno mientras duró. Adiós, amigo. No te diré hasta la vista. Lo hice cuando significaba algo. Me despedí cuando era triste y solitario y final”

Siempre tuvo la sensación de que hacía bien su trabajo literario. No estaba mal. Es excelente. Pero también tuvo la sensación de que pudo hacer más, a pesar de que con la novela negra alcanzó cimas a la altura del arte. Antes apenas lo había conseguido Dashiell Hammett, su maestro…

Alguna vez intentó con relatos dramáticos, incluso con una novela (“English summer”) en la que derivara su vocación por la literatura de largo alcance, la denominada gran literatura.

Pero también supo que lo que escribía le gustaba al público que, voraz, le pedía cada vez más de su obra en la que su personaje, Philip Marlowe daba señales de dureza inaudita, pero también de compasión enorme, una cierta dosis romántica y sobre todo, poseía –como el autor- una extraordinaria agilidad mental: requisitos para ser el gran detective.

Un detective que sabía moverse en el mundo sórdido de la muerte, de la intriga, del peligro, el engaño, el ocultamiento y la mentira, pero también en el mundo de la justicia y la ley.

En cuanto a su formación académica, Raymond Chandler tenía mucho de qué presumir. Era culto a raudales. Tenía las bases académicas y culturales para escribir con un nivel decoroso en tanto conseguía los niveles de excelencia. Y los consiguió.

La obra de Chandler, menospreciada en su contenido al considerarlo un género menor, ya es clásica y es de obligada lectura no sólo para los fanáticos de la literatura negra como también para quienes entienden que la literatura tiene distintas vías de expresión y arte.

Su propia vida es prácticamente un libro abierto. Hay biografías a granel. Documentales. Películas basadas en su obra y su personaje icónico, Philip Marlowe, que con frecuencia opaca a su creador.

Chandler nació en 1888, en Chicago. Siendo muy niño, su padre dejó a la familia por lo que su madre se hizo cargo de su crianza y educación. Lo llevó pronto a Inglaterra en donde hizo sus primeros estudios apoyado por un tío irlandés que lo protegió durante años. Con esto, pudo hacer estudios en Francia y Alemania.

Con base en estos estudios, pudo ingresar al Civil Service inglés; Trabajó algún tiempo en el Ministerio de Marina y fue por entonces cuando comenzó a publicar algunos poemas y reportajes en la prensa inglesa. Inconforme con su propia situación profesional y personal, en 1912 regresó a Estados Unidos, aunque en condiciones nada opulentas pero si con el decoroso apoyo de su tío.

En 1917 se dio de alta como voluntario en los Gordon Highlanders of Canada, y participó en el frente europeo con grave peligro para su vida. Inquieto, en 1919, pasó a trabajar en un banco inglés en San Francisco con la esperanza de volver a Inglaterra.

Su amigo Warren Lloyd le consiguió empleo de muy buen nivel en la firma petrolera de su hermano. Chandler había estudiado contabilidad por correspondencia y esto le facilitó las cosas. Y de hecho en la empresa se le consideraba muy inteligente por su capacidad para resolver con facilidad los asuntos más complejos. ‘Tenía un auto de la firma y un Chrysler propio, ganaba mil dólares al mes, y eso, en los años veinte, era ser rico.’

Pero él echó a perder todo. Comenzó a beber sin medida, se dice que incluso llegó a tomar conciencia detenido en alguna comandancia o, incluso, despertaba en hoteles ‘de mala muerte’.

Tenía suerte para entrar en contacto con el personal femenino de la petrolera. Así que por entonces rentó un departamento para una de las secretarias en el que se reunían sus compañeros y compañeras para celebrar fiestas-bacanales. Esto menguaba su trabajo y de pronto comenzó a llegar tarde o de plano a no asistir: fue despedido de manera fulminante.

Pero, bueno, ya se sabe que la vida tiene pros y contras. En 1913 Chandler conoció a Cissy Pascal, una pianista 18 años mayor que él. Para él fue como una bendición. Para ella no tanto. Y sin embargo fue ella quien lo acompañó toda la vida –hasta su muerte- y quien le dio impulso y confianza para dedicarse a la escritura.

Sabía que podía hacerlo. Tenía como modelo a seguir un gran descubrimiento: “El halcón maltés” de Dashiell Hammett. Lo leyó en la revista policiaca “Black Mask” en 1929. Años después diría: “Hammett devolvió el crimen a la especie de gente que asesina por motivos reales, no sólo para suministrarle un cadáver al autor. […] Le devolvió al relato policial lo que Chesterton llamó alguna vez la poesía de la vida moderna, la poesía de la gran ciudad”.

Y comenzó su andadura. Ya tarde, quizá, pero con paso firme. En diciembre de 1933 –a los 45 años de edad- publicó su primer relato policial, “Blackmailers Don’t Shoot” (Los chantajistas no disparan) en “Black Mask”, donde publicó hasta 1937. Le pagaban un centavo por palabra, en este caso 180 dólares.

‘El protagonista del relato se llama Mallory cuya actitud y personalidad serían retomadas con el nombre de su gran personaje posterior: Philip Marlowe. (Otros detectives de sus cuentos se llaman Dalmas, Delaguerra, Carmady…)

A falta de experiencia policial, Chandler leyó con detenimiento textos sobre técnicas y estrategias policiacas, como “1000 Police Questions Answered for the California Peace Officer”, así como literatura sobre toxicología y medicina forense.

En 1939 –a los 51 años- publicó su primera novela. “The Big Sleep” (El sueño eterno). Enorme éxito. Cissy lo impulsaba a seguir mientras mecanografiaba lo que él escribía. En 1940 “Farewell, My Lovely” (Adiós, muñeca); en 1942 “The High Window” (La ventana siniestra) y en 1943 “The Lady in the Lake” (La dama del lago). En 1953 “El largo adiós”…

En adelante mucha más obra siempre en la línea de lo policiaco… novela negra se dice hoy. De este género escribiría: “El asesinato, que es una frustración del individuo y por consiguiente una frustración de la raza, puede poseer -y en rigor posee- una buena proporción de inferencias sociológicas… La novela de crímenes tiene también una forma deprimente de dedicarse a sus cosas, solucionar sus problemas y contestar sus preguntas.”

Para conducir sus historias creó a uno de los más célebres personajes de la novela policiaca, entonces y ahora mismo. Philipe Marlowe. Es un detective privado duro. Y honesto. Su sensatez contrasta con el entorno brutal, sórdido y complicado de Los Ángeles, California, donde trabajaba.

‘Marlowe es un hombre con principios. A pesar de su apariencia dura y su frecuente cinismo, sigue un código de honor propio de caballeros que observa y resguarda contra un mundo corrupto y vicioso. Invariablemente Marlowe afronta un crimen sólo como el centro de una compleja trama que hilvana a personajes y acciones en diferentes niveles sociales que culminan en asesinatos.”

Es. Marlowe, el ejemplo claro de la construcción literaria de un personaje, cuya personalidad arrasa, corroe, impera, mantiene el interés tanto en la historia como en sus acciones y personalidad. Es un ser creíble y cercano, creado por un ser vivo. Inolvidable y necesario.

Raymond Chandler obtuvo la fama en vida. Dinero. Éxito. Pero la felicidad se le escapaba como agua por las manos. Así la muerte de su amada Cissy en 1954, su compañera de toda la vida. Su apoyo y solución. “Treinta años, diez meses y cuatro días fue la luz de mi vida, toda mi ambición. Todo lo que yo hice fue el fuego para calentar sus manos”.

Luego él vagó como zombi en vida. Se dedicó a escribir pero también se dedicó tomar. Fue alcohólico. Murió en California por pulmonía el 26 de marzo de 1959. A su funeral asistió muy poca gente y no acertaban a decidir el lugar de su entierro. Fue en California. Fue “El largo adiós”, su novela más celebrada y más querida, de muchas más asimismo indispensables… y queridas.

Poco antes de su muerte le escribió a un amigo: “He vivido mi vida al borde de la nada”. Al funeral acudieron 17 personas: un par de conocidos de La Jolla, su asesor fiscal y una delegación de la asociación neoyorquina de escritores. No se respetó su deseo de ser cremado y juntar sus cenizas con las de Cissy. No se respetó. Fue enterrado en el pequeño cementerio de Mount Hope, de San Diego.

“Me compraste, Terry. Por una sonrisa y un par de tragos tranquilos en un bar tranquilo. Fue bueno mientras duró. Adiós, amigo. No te diré hasta la vista. Lo hice cuando significaba algo. Me despedí cuando era triste y solitario y final”

ÚLTIMASCOLUMNAS
viernes 26 de abril de 2024

Hojas de Papel | Los niños que siempre somos

El Día del Niño reíamos y nos abrazábamos como se abrazan los niños que son amigos para toda la vida

Joel Hernández Santiago

viernes 19 de abril de 2024

Hojas de Papel | ¡Bolo Padrino! ¡Bolo Madrina!

El padrino o la madrina son el mejor amigo de la familia. Ya del papá, y por extensión de la mamá, o a la inversa. En todo caso son alguien muy cercano y querido o querida

Joel Hernández Santiago

viernes 12 de abril de 2024

Hojas de papel | ¡Que se nos queman los bosques!

Son el pulmón del mundo, se dice, y también son el espacio en el que muchos encuentran una forma de vida, otros encuentran un refugio o acaso un escondite inexpugnable

Joel Hernández Santiago

viernes 05 de abril de 2024

Hojas de Papel | Guty y Tata: "De púrpura encendida"

Ignacio Fernández Esperón “Tata Nacho” escuchó las composiciones de Guty Cárdenas en su propia voz y descubrió que tenía un enorme talento y le ofreció su apoyo

Joel Hernández Santiago

viernes 29 de marzo de 2024

Hojas de Papel | El director lleva la batuta

La música es una revelación cotidiana. Vivimos con la música. Vivimos en la música. La música nos acompaña desde que nacemos y hasta el último suspiro

Joel Hernández Santiago

viernes 22 de marzo de 2024

Hojas de Papel | Bueno… bueno… ¿Quién llama?

La verdad, eso del teléfono celular -o móvil, si quiere— se ha convertido en una solución, en un acercamiento entre los seres humanos, un romper distancias, un sentirse aquí y ahora todos juntos…

Joel Hernández Santiago

viernes 15 de marzo de 2024

Hojas de Papel | Primavera sin mostaza

Pero ya está. Está aquí la primavera que estalla olorosa, brillante, sin mácula y con la ilusión del comienzo de un nuevo ciclo

Joel Hernández Santiago

viernes 08 de marzo de 2024

Hojas de Papel | Mujer que periodista es

Hoy muchas mujeres-periodistas de México están amenazadas. Viven su profesión con miedo. Viven el día a día informativo con temor a represalias, amenazas, venganzas

Joel Hernández Santiago

viernes 23 de febrero de 2024

Hojas de papel | Domingo de plaza en Tlacolula

Es domingo, día de plaza en Tlacolula, en los Valles Centrales de Oaxaca... Y hoy se viste de fiesta. ¡Si señor!

Joel Hernández Santiago

Cargar Más