/ miércoles 8 de abril de 2020

Huir del miedo

Por: Lol Kin Castañeda

Luego de que la Organización Mundial de la Salud declarará al Covid-19 una pandemia, la parálisis tocó a México. Es un virus, está en el aire, hace temer a la gente de un posible contagio. Luego de haber vaciado los anaqueles de limpieza, nos miramos con sospecha. Los muertos comienzan a contarse, no tienen nombre ni rostro. Lo mismo mueren en casa que en la calle. Algunos cuerpos nadie los busca ni reclama, a caso por el miedo de asirse del estigma.


El presidente Andres Manuel López Obrador nos ha pedido quedarnos en casa, con nuestra familia. Debemos acatar medidas de salud personales y colectivas en el reducto idílico de seguridad, encuentro y confort: el hogar. No obstante, en algunas familias y al interior de la casa del confinamiento, es donde cobra fuerza la violencia, nutrida siempre por prejuicios de la putrefacta cultura vigente: la discriminación, lesbofobia, misoginia.


¿En dónde se resguarda una lesbiana que es despreciada por su familia o una mujer que renuncia al encargo social de “ser ama de casa”? No son pocos los casos en los que lesbianas son violadas por su papá para que “se haga mujer”. Hay mamás que justificarán las golpizas del hijo hacia su joven hermana por avergonzarlo con sus amigos. Muchas familias guardarán el secreto de la iniciación sexual de la joven que fue forzada por el abuelo.


La coyuntura del coronavirus deja al descubierto la realidad de la violencia en la familia, esa que somete a un doble encierro. El hogar es el primer lugar en donde lesbianas, homosexuales y personas trans, deberían gozar de libertad y respeto, sin embargo ahí se da el encuentro con sus agresores.


En ese indescriptible vínculo de autoridad, el clan impone códigos para controlar a sus integrantes. Quienes no cumplen con las expectativas se les excluye. El miedo a quedar en el destierro hace a algunas lesbianas disipar su voz bajo el cubrebocas. Ninguna tradición de enseñanza dogmática está por encima del libre desarrollo de la personalidad. No hay familia que pueda estar por encima de los derechos de sus integrantes.


El clóset es el reflejo de una sociedad que niega derechos y fomenta la desigualdad. Es un lugar de vergüenza sí, para quienes legislan y gobiernan ignorando los principios constitucionales de derechos humanos. Y aún así, me da más miedo quedarme adentro.


Respiramos violencia y discriminacion, están en el aire y en nuestra cultura. Nos marcan la piel. Algunas personas sobreviven a ella y en todos los casos define la historia. Con la importancia y celeridad de las medidas dadas para “cuidarnos con sana distancias”, de la misma forma debe vacunarse a la sociedad con políticas públicas que reconozcan y garanticen los derechos humanos. Hacía allá debe estar todo el esfuerzo de la Secretaría de Gobernación.


Si una cuarentena puede servir para tomar control de la salud de la población, puede ser también la antesala para sanar a la sociedad que exige paz y justicia. Expandir derechos a quienes no los tienen fortalece a toda la sociedad. Sí, la igualdad es una inaplazable agenda de vida que habrá de desterrar el miedo.



@lolkincast

Por: Lol Kin Castañeda

Luego de que la Organización Mundial de la Salud declarará al Covid-19 una pandemia, la parálisis tocó a México. Es un virus, está en el aire, hace temer a la gente de un posible contagio. Luego de haber vaciado los anaqueles de limpieza, nos miramos con sospecha. Los muertos comienzan a contarse, no tienen nombre ni rostro. Lo mismo mueren en casa que en la calle. Algunos cuerpos nadie los busca ni reclama, a caso por el miedo de asirse del estigma.


El presidente Andres Manuel López Obrador nos ha pedido quedarnos en casa, con nuestra familia. Debemos acatar medidas de salud personales y colectivas en el reducto idílico de seguridad, encuentro y confort: el hogar. No obstante, en algunas familias y al interior de la casa del confinamiento, es donde cobra fuerza la violencia, nutrida siempre por prejuicios de la putrefacta cultura vigente: la discriminación, lesbofobia, misoginia.


¿En dónde se resguarda una lesbiana que es despreciada por su familia o una mujer que renuncia al encargo social de “ser ama de casa”? No son pocos los casos en los que lesbianas son violadas por su papá para que “se haga mujer”. Hay mamás que justificarán las golpizas del hijo hacia su joven hermana por avergonzarlo con sus amigos. Muchas familias guardarán el secreto de la iniciación sexual de la joven que fue forzada por el abuelo.


La coyuntura del coronavirus deja al descubierto la realidad de la violencia en la familia, esa que somete a un doble encierro. El hogar es el primer lugar en donde lesbianas, homosexuales y personas trans, deberían gozar de libertad y respeto, sin embargo ahí se da el encuentro con sus agresores.


En ese indescriptible vínculo de autoridad, el clan impone códigos para controlar a sus integrantes. Quienes no cumplen con las expectativas se les excluye. El miedo a quedar en el destierro hace a algunas lesbianas disipar su voz bajo el cubrebocas. Ninguna tradición de enseñanza dogmática está por encima del libre desarrollo de la personalidad. No hay familia que pueda estar por encima de los derechos de sus integrantes.


El clóset es el reflejo de una sociedad que niega derechos y fomenta la desigualdad. Es un lugar de vergüenza sí, para quienes legislan y gobiernan ignorando los principios constitucionales de derechos humanos. Y aún así, me da más miedo quedarme adentro.


Respiramos violencia y discriminacion, están en el aire y en nuestra cultura. Nos marcan la piel. Algunas personas sobreviven a ella y en todos los casos define la historia. Con la importancia y celeridad de las medidas dadas para “cuidarnos con sana distancias”, de la misma forma debe vacunarse a la sociedad con políticas públicas que reconozcan y garanticen los derechos humanos. Hacía allá debe estar todo el esfuerzo de la Secretaría de Gobernación.


Si una cuarentena puede servir para tomar control de la salud de la población, puede ser también la antesala para sanar a la sociedad que exige paz y justicia. Expandir derechos a quienes no los tienen fortalece a toda la sociedad. Sí, la igualdad es una inaplazable agenda de vida que habrá de desterrar el miedo.



@lolkincast