/ jueves 28 de junio de 2018

La conspiración

El gobierno de Donald Trump parece dirigirse a una guerra en tres frentes. Hasta donde sabemos, está enfrentándose simultáneamente a China, la Unión Europea y los socios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Los impactos económicos colaterales serán desagradables.

No obstante, quizá eso no sea todo lo que suceda: también es probable que haya efectos políticos colaterales desagradables, no sólo en el extranjero sino también en Estados Unidos. De hecho, predigo que a medida que las desventajas de la política comercial de línea dura se hagan visibles, seremos testigos de una búsqueda despreciable de un chivo expiatorio por parte del presidente Donald Trump y sus secuaces y, en efecto, esa búsqueda ya comenzó.

Para entender lo que viene, es necesario comprender dos cuestiones fundamentales.

Primera, el gobierno no tiene idea de qué está haciendo. Sus nociones sobre el comercio no parecen haber evolucionado en absoluto de las expresadas en un documento técnico que hizo circular Wilbur Ross, ahora secretario de comercio, y Peter Navarro, ahora el zar del comercio, en 2016.

Ese documento técnico era un ejemplo de total ignorancia e hizo que los expertos en comercio auténticos se golpearan la cabeza contra sus escritorios. Así que estas personas carecen de toda preparación para las repercusiones negativas que se avecinan.

Segundo, este gobierno está infestado —uso esa palabra tras considerarlo bien— de teóricos conspiratorios. De hecho, parece que literalmente toma la creencia en teorías conspiratorias absurdas como uno de sus requisitos laborales. Tal vez recuerden el caso de una funcionaria del Departamento de Salud y Servicios Humanos a la que suspendieron provisionalmente después de que se dio a conocer que había trabajado para una página de internet de teorías conspiratorias. Bueno, resulta que ella lo mencionó en su currículo cuando solicitó el empleo gubernamental. No la contrataron a pesar de su conexión con la política paranoica, sino que ese fue el motivo de su contratación.

Entonces, ¿qué ocurrirá cuando la ignorancia se encuentre con la teorización conspiratoria?

En relación con ese retroceso comercial: Trump hizo esa declaración conocida por todos de que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. Dejando de lado la cuestión de la magnanimidad: ya está siendo evidente que la parte “fácil de ganar” es ilusoria.

Los demás países no cederán de inmediato a las exigencias de Estados Unidos, en parte porque esas exigencias son incoherentes: Trump le está exigiendo a Europa que ponga fin a los “horribles” aranceles que en realidad no impone, mientras que los chinos ni siquiera pueden descifrar qué quiere el gobierno de Trump; los funcionarios llaman a Estados Unidos “caprichoso”.

Aunado a eso, está la enorme cantidad de mala voluntad que Donald Trump ha generado en todo el mundo, y la idea de que Estados Unidos va a obtener concesiones importantes en el futuro próximo es profundamente inverosímil.

De hecho, me parece difícil ver cómo vamos a evitar una serie de represalias de ajuste de cuentas que acabarán haciendo que nos dirijamos hacia una guerra comercial a gran escala.

El gobierno de Donald Trump parece dirigirse a una guerra en tres frentes. Hasta donde sabemos, está enfrentándose simultáneamente a China, la Unión Europea y los socios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Los impactos económicos colaterales serán desagradables.

No obstante, quizá eso no sea todo lo que suceda: también es probable que haya efectos políticos colaterales desagradables, no sólo en el extranjero sino también en Estados Unidos. De hecho, predigo que a medida que las desventajas de la política comercial de línea dura se hagan visibles, seremos testigos de una búsqueda despreciable de un chivo expiatorio por parte del presidente Donald Trump y sus secuaces y, en efecto, esa búsqueda ya comenzó.

Para entender lo que viene, es necesario comprender dos cuestiones fundamentales.

Primera, el gobierno no tiene idea de qué está haciendo. Sus nociones sobre el comercio no parecen haber evolucionado en absoluto de las expresadas en un documento técnico que hizo circular Wilbur Ross, ahora secretario de comercio, y Peter Navarro, ahora el zar del comercio, en 2016.

Ese documento técnico era un ejemplo de total ignorancia e hizo que los expertos en comercio auténticos se golpearan la cabeza contra sus escritorios. Así que estas personas carecen de toda preparación para las repercusiones negativas que se avecinan.

Segundo, este gobierno está infestado —uso esa palabra tras considerarlo bien— de teóricos conspiratorios. De hecho, parece que literalmente toma la creencia en teorías conspiratorias absurdas como uno de sus requisitos laborales. Tal vez recuerden el caso de una funcionaria del Departamento de Salud y Servicios Humanos a la que suspendieron provisionalmente después de que se dio a conocer que había trabajado para una página de internet de teorías conspiratorias. Bueno, resulta que ella lo mencionó en su currículo cuando solicitó el empleo gubernamental. No la contrataron a pesar de su conexión con la política paranoica, sino que ese fue el motivo de su contratación.

Entonces, ¿qué ocurrirá cuando la ignorancia se encuentre con la teorización conspiratoria?

En relación con ese retroceso comercial: Trump hizo esa declaración conocida por todos de que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. Dejando de lado la cuestión de la magnanimidad: ya está siendo evidente que la parte “fácil de ganar” es ilusoria.

Los demás países no cederán de inmediato a las exigencias de Estados Unidos, en parte porque esas exigencias son incoherentes: Trump le está exigiendo a Europa que ponga fin a los “horribles” aranceles que en realidad no impone, mientras que los chinos ni siquiera pueden descifrar qué quiere el gobierno de Trump; los funcionarios llaman a Estados Unidos “caprichoso”.

Aunado a eso, está la enorme cantidad de mala voluntad que Donald Trump ha generado en todo el mundo, y la idea de que Estados Unidos va a obtener concesiones importantes en el futuro próximo es profundamente inverosímil.

De hecho, me parece difícil ver cómo vamos a evitar una serie de represalias de ajuste de cuentas que acabarán haciendo que nos dirijamos hacia una guerra comercial a gran escala.