/ martes 5 de septiembre de 2023

La experiencia más codiciada de 2023

Twitter: @cons_gentil

Desde el año pasado hemos atestiguado una demanda histórica por los conciertos. Después de haber suspendido los eventos masivos por la pandemia de COVID-19, estos eventos se reanudaron con más fuerza que nunca desde 2022. Sin embargo, no fue simplemente como haber detenido el tiempo y retomar todo desde donde lo dejamos en 2020. El mundo sufrió profundos cambios a raíz del encierro y la pandemia, y las consecuencias son tangibles.

Quizá suene lógico pensar que después de más de un año sin asistir a eventos colectivos y reducir el contacto con la gente, lo que más deseábamos era poder volver a compartir experiencias con otras personas -tanto conocidas como desconocidas- pero el fenómeno va más allá de eso. A raíz de la mediatización en redes sociales (principalmente en TikTok) que ha registrado todo desde la lucha por conseguir códigos de Fan verificado, tener la suficiente suerte de haber alcanzado un boleto antes de que se agotaran (a veces en minutos), elegir, comprar o hacer con tus propias manos la vestimenta que llevarás al concierto (n.b.: hoy en día, irónicamente, la comodidad y/o practicidad parece ir en segundo lugar frente a lucir un atuendo perfectamente acorde al artista al que veremos). A esto se le une el registro de muchas personas que viajan hasta el destino del concierto, tardan horas arreglándose y compran souvenirs. Todo esto ya parece ser una experiencia única y el concierto ni siquiera ha comenzado. Los clips del artista en cuestión también se comparten por doquier. Sin embargo, podemos ver que se acabaron los días en los que este era el único material relevante acerca de los conciertos.

Después de la considerable alza en la inflación de los últimos años, las alteraciones en la cadena de suministros y las irregularidades en la oferta y demanda de diferentes artículos, la economía en la que se dan estos eventos es muy distinta a la que conocíamos antes de la pandemia. El costo de vida es considerablemente más alto, desde la gasolina hasta las rentas y, evidentemente, los boletos de conciertos. A esto se le suma que hoy en día la experiencia de ir a un concierto incluye una penuria considerable para siquiera intentar conseguir boletos, un gasto considerablemente mayor en caso de conseguirlos y, si queremos vivir la experiencia completa, varios gastos adicionales después de haber pagado los tan anhelados boletos (incluso cuando a nuestra cartera no le convenga).

El ir a conciertos con alta demanda en 2023 se ha vuelto un sinónimo de estatus social. Ya sabemos que esto es algo codiciado entre los seres humanos, pero me atrevo a decir que eso no es lo que más anhelamos. Lo que más anhelamos es el sentido de pertenencia que estos eventos nos dan. Eso fue lo que más perdimos en 2020 y 2021 y eso es lo que queremos explotar al máximo. Al sentir que pertenecemos sentimos una conexión hacia una comunidad. Pero pertenecer no es solo ser parte de un grupo. La pertenencia también está íntimamente ligada a la identidad social y al tener un conjunto de creencias compartidas. Para sentir verdaderamente un sentido de pertenencia, debemos sentir unidad y un sentido de identidad común con y entre los miembros del grupo.

Y es esto lo que viene escaseando desde antes de la pandemia y todavía más el día de hoy: el sentir que no estamos en constante desacuerdo con el prójimo por posturas que parecen irreconciliables. Y los conciertos son una excelente manera de darnos un respiro de esta realidad. Y es por eso que es tan injusto que los monopolios los hagan cada vez más inalcanzables.


Twitter: @cons_gentil

Desde el año pasado hemos atestiguado una demanda histórica por los conciertos. Después de haber suspendido los eventos masivos por la pandemia de COVID-19, estos eventos se reanudaron con más fuerza que nunca desde 2022. Sin embargo, no fue simplemente como haber detenido el tiempo y retomar todo desde donde lo dejamos en 2020. El mundo sufrió profundos cambios a raíz del encierro y la pandemia, y las consecuencias son tangibles.

Quizá suene lógico pensar que después de más de un año sin asistir a eventos colectivos y reducir el contacto con la gente, lo que más deseábamos era poder volver a compartir experiencias con otras personas -tanto conocidas como desconocidas- pero el fenómeno va más allá de eso. A raíz de la mediatización en redes sociales (principalmente en TikTok) que ha registrado todo desde la lucha por conseguir códigos de Fan verificado, tener la suficiente suerte de haber alcanzado un boleto antes de que se agotaran (a veces en minutos), elegir, comprar o hacer con tus propias manos la vestimenta que llevarás al concierto (n.b.: hoy en día, irónicamente, la comodidad y/o practicidad parece ir en segundo lugar frente a lucir un atuendo perfectamente acorde al artista al que veremos). A esto se le une el registro de muchas personas que viajan hasta el destino del concierto, tardan horas arreglándose y compran souvenirs. Todo esto ya parece ser una experiencia única y el concierto ni siquiera ha comenzado. Los clips del artista en cuestión también se comparten por doquier. Sin embargo, podemos ver que se acabaron los días en los que este era el único material relevante acerca de los conciertos.

Después de la considerable alza en la inflación de los últimos años, las alteraciones en la cadena de suministros y las irregularidades en la oferta y demanda de diferentes artículos, la economía en la que se dan estos eventos es muy distinta a la que conocíamos antes de la pandemia. El costo de vida es considerablemente más alto, desde la gasolina hasta las rentas y, evidentemente, los boletos de conciertos. A esto se le suma que hoy en día la experiencia de ir a un concierto incluye una penuria considerable para siquiera intentar conseguir boletos, un gasto considerablemente mayor en caso de conseguirlos y, si queremos vivir la experiencia completa, varios gastos adicionales después de haber pagado los tan anhelados boletos (incluso cuando a nuestra cartera no le convenga).

El ir a conciertos con alta demanda en 2023 se ha vuelto un sinónimo de estatus social. Ya sabemos que esto es algo codiciado entre los seres humanos, pero me atrevo a decir que eso no es lo que más anhelamos. Lo que más anhelamos es el sentido de pertenencia que estos eventos nos dan. Eso fue lo que más perdimos en 2020 y 2021 y eso es lo que queremos explotar al máximo. Al sentir que pertenecemos sentimos una conexión hacia una comunidad. Pero pertenecer no es solo ser parte de un grupo. La pertenencia también está íntimamente ligada a la identidad social y al tener un conjunto de creencias compartidas. Para sentir verdaderamente un sentido de pertenencia, debemos sentir unidad y un sentido de identidad común con y entre los miembros del grupo.

Y es esto lo que viene escaseando desde antes de la pandemia y todavía más el día de hoy: el sentir que no estamos en constante desacuerdo con el prójimo por posturas que parecen irreconciliables. Y los conciertos son una excelente manera de darnos un respiro de esta realidad. Y es por eso que es tan injusto que los monopolios los hagan cada vez más inalcanzables.