/ miércoles 17 de abril de 2024

La disyuntiva de la maternidad (y la paternidad)

Twitter: @cons_gentil

En la temporada 4 de la serie Sex and the City la protagonista Carrie Bradshaw y su entonces novio Aidan tienen una conversación breve pero importante sobre el embarazo. En ella Carrie le pregunta: ¿Alguna vez has dejado embarazada a una chica?. A lo que él responde: No, no que yo sepa. Después de una pausa ella le dice: Maldita sea, a veces debe ser agradable ser un chico.

Ella probablemente se refería al hecho de que, siendo mujer, es imposible tener el privilegio de “no saber”.

Éste es sólo un ejemplo de la experiencia tan diferente de la paternidad y la maternidad en la sociedad en la que vivimos. Y a pesar de que en la teoría la paternidad es compartida y ambos padres tienen el mismo derecho legal sobre sus hijos, la realidad es que la experiencia de la maternidad versus la paternidad suelen ser, en muchos casos, diametralmente distintas. Y no porque el papel del padre tenga menos importancia en el desarrollo de un ser humano (al contrario) sino por la manera tan desigual que hemos aprendido a construir el concepto y repercusiones personales, sociales y profesionales de lo que implica ser padre frente al ser madre.

En medio de la importante caída de tasas de natalidad en el mundo, los datos demuestran que hoy en día son en muchos casos los hombres quiénes muestran mayor voluntad de ser padres. El 21% de las mujeres sin hijos de entre 18 y 34 años encuestadas recientemente por el Pew Research Center dijeron que nunca querían ser madres, en comparación con el 15% de los hombres. Por el contrario, el 57% de los hombres dijeron que quieren tener hijos algún día, frente al 45% de las mujeres.

Y a pesar de que las personas pueden tener toda clase de motivos para decidir no tener hijos (desde genéticos hasta ecológicos) la realidad es que para los hombres es más fácil continuar deseando esta experiencia incluso en tiempos difíciles porque se dan cuenta de que eso tendrá un impacto menos costoso en sus vidas: menos interrupciones en su carrera, menos costo emocional, menos compromiso para brindar cuidados y probablemente ningún impacto en su cuerpo.

Y esto no significa que no existan padres profundamente dedicados a sus hijos (y al mismo tiempo madres irresponsables también) sino que las exigencias sociales normalizadas para los padres son sumamente diferentes. Incluso hoy en día, considerando la mayor apertura que existe, es sumamente difícil que a los hombres se les haga acostumbrarse a la idea de la paternidad, pensarla, prepararse, pensar en sus planes reproductivos desde sus 20s (y empezar a imaginarlo desde la infancia), comenzar a hacer ciertos ajustes a su vida si es necesario. Tienen todo el tiempo del mundo para vivir su vida e incluso si terminan decidiendo ser padres, esto probablemente no implicará un fin drástico a la vida como la conocen. No de la misma manera que para la maternidad.

Incluso aunque la biología básica de nuestros cuerpos sea diferente, ¿que no debería ser este el caso para los hombres también? ¿Que no, a pesar de lo físico, la paternidad es una experiencia envolvente que altera para siempre su vida? Y si su preparación física no es tan específica, ¿no deberían de hacerlo psicológicamente entonces?. Y el punto de esto no es hacer que la paternidad tenga el mismo costo social negativo para los hombres, sino darnos cuenta que la razón por la que la maternidad lo tiene es porque hemos construído dos experiencias que no implican lo mismo a pesar de tener la misma importancia simbólica, y por lo tanto una de ellas debería ser reajustada (tanto social como personalmente).

Twitter: @cons_gentil

En la temporada 4 de la serie Sex and the City la protagonista Carrie Bradshaw y su entonces novio Aidan tienen una conversación breve pero importante sobre el embarazo. En ella Carrie le pregunta: ¿Alguna vez has dejado embarazada a una chica?. A lo que él responde: No, no que yo sepa. Después de una pausa ella le dice: Maldita sea, a veces debe ser agradable ser un chico.

Ella probablemente se refería al hecho de que, siendo mujer, es imposible tener el privilegio de “no saber”.

Éste es sólo un ejemplo de la experiencia tan diferente de la paternidad y la maternidad en la sociedad en la que vivimos. Y a pesar de que en la teoría la paternidad es compartida y ambos padres tienen el mismo derecho legal sobre sus hijos, la realidad es que la experiencia de la maternidad versus la paternidad suelen ser, en muchos casos, diametralmente distintas. Y no porque el papel del padre tenga menos importancia en el desarrollo de un ser humano (al contrario) sino por la manera tan desigual que hemos aprendido a construir el concepto y repercusiones personales, sociales y profesionales de lo que implica ser padre frente al ser madre.

En medio de la importante caída de tasas de natalidad en el mundo, los datos demuestran que hoy en día son en muchos casos los hombres quiénes muestran mayor voluntad de ser padres. El 21% de las mujeres sin hijos de entre 18 y 34 años encuestadas recientemente por el Pew Research Center dijeron que nunca querían ser madres, en comparación con el 15% de los hombres. Por el contrario, el 57% de los hombres dijeron que quieren tener hijos algún día, frente al 45% de las mujeres.

Y a pesar de que las personas pueden tener toda clase de motivos para decidir no tener hijos (desde genéticos hasta ecológicos) la realidad es que para los hombres es más fácil continuar deseando esta experiencia incluso en tiempos difíciles porque se dan cuenta de que eso tendrá un impacto menos costoso en sus vidas: menos interrupciones en su carrera, menos costo emocional, menos compromiso para brindar cuidados y probablemente ningún impacto en su cuerpo.

Y esto no significa que no existan padres profundamente dedicados a sus hijos (y al mismo tiempo madres irresponsables también) sino que las exigencias sociales normalizadas para los padres son sumamente diferentes. Incluso hoy en día, considerando la mayor apertura que existe, es sumamente difícil que a los hombres se les haga acostumbrarse a la idea de la paternidad, pensarla, prepararse, pensar en sus planes reproductivos desde sus 20s (y empezar a imaginarlo desde la infancia), comenzar a hacer ciertos ajustes a su vida si es necesario. Tienen todo el tiempo del mundo para vivir su vida e incluso si terminan decidiendo ser padres, esto probablemente no implicará un fin drástico a la vida como la conocen. No de la misma manera que para la maternidad.

Incluso aunque la biología básica de nuestros cuerpos sea diferente, ¿que no debería ser este el caso para los hombres también? ¿Que no, a pesar de lo físico, la paternidad es una experiencia envolvente que altera para siempre su vida? Y si su preparación física no es tan específica, ¿no deberían de hacerlo psicológicamente entonces?. Y el punto de esto no es hacer que la paternidad tenga el mismo costo social negativo para los hombres, sino darnos cuenta que la razón por la que la maternidad lo tiene es porque hemos construído dos experiencias que no implican lo mismo a pesar de tener la misma importancia simbólica, y por lo tanto una de ellas debería ser reajustada (tanto social como personalmente).