/ viernes 21 de agosto de 2020

La GN como policía migratoria de Trump

Por: Lorenza Hope

El tema migratorio siempre ha estado presente en la relación que une a México y su vecino del norte, pero tomó un giro inesperado a partir de la relación entre Trump y López Obrador. No sólo se instauró la idea de un muro como elemento central de la vecindad, sino que se utilizó la migración como si fuera una vil mercancía que puede intercambiarse a partir de los temores del gobierno mexicano, amenazas mediante.


Fue así como a Trump le resultó sorprendentemente fácil extorsionar a un gobierno que había dado la bienvenida a migrantes centroamericanos, para que mutara sin mayor problema ni vergüenza, en el tan anhelado muro. Nadie había imaginado que sería un gobierno mexicano que se las da de progresista y nacionalista, el que no sólo pagara el “muro”, sino que también lo “operara”, pues no es mucho más lo que hoy representan las Fuerzas Armadas, disfrazadas de Guardia Nacional.


Según una solicitud de acceso a la información de Causa en Común,[1] al 31 de marzo había un despliegue de alrededor de 13,000 elementos en la frontera norte, y 15,000 en la frontera sur, convirtiendo a esto que el gobierno llama “Guardia Nacional”, en una policía fronteriza militarizada. Sus tareas incluyen “contención”, al detener migrantes y custodiar estaciones migratorias.


Por lo tanto, la promesa de construir una policía nueva, eficaz y de carácter civil, duró menos que lo que se tardó en subir al Diario Oficial la reforma constitucional que le dio origen. Ni policía, ni civil, ni eficaz. Y así, mientras grupos delictivos hacen lo que quieren, a quien quieren, y como quieren, el gobierno federal abusa, como nunca antes había abusado, de las Fuerzas Armadas, para que el señor Trump pueda presumir que dobló a México.


Por demás está decir, que los flujos migratorios no pueden detenerse con muros, y mucho menos con despliegues militares. Se trata, únicamente, de una abyección flagrante para aplacar al extorsionador del norte. Sin embargo, ello no significa que no se estén acumulando consecuencias nefastas en términos de control migratorio y respeto a los derechos humanos, pues ni se logra lo primero ni se cumple con lo segundo.


Para agravar las cosas, estos despropósitos, indignos de un gobierno que quisiera darse a respetar, se inscriben en el contexto de la pandemia. En efecto, a las tropelías que se cometen a partir de esta subordinación, se suman las graves consecuencias de hacinar a los migrantes en “campamentos” o centros de detención, incrementando exponencialmente las probabilidades de contagios masivos. En esto acabó la bienvenida que supuestamente les brindaba el actual gobierno.


Pero la historia no acaba ahí, pues los endurecimientos migratorios dificultan aún más las repatriaciones. De esta manera es como México acumula en su frontera norte grandes números de migrantes y solicitantes de asilo (aproximadamente 60 mil) y, en la frontera sur, grupos también numerosos de migrantes que se han quedado varados entre fronteras, incompetencias y acuerdos vergonzosos.


Otro elemento a considerar en esta desgracia humanitaria, es que las organizaciones de la sociedad civil, que heroica pero precariamente intentan ayudar de alguna manera a los migrantes, se han quedado prácticamente sin recursos. Esto no es el resultado directo de la pandemia, sino de la determinación del gobierno mexicano de eliminar prácticamente todos los financiamientos a organizaciones sociales.


Esta suma de calamidades sumerge a los migrantes en un abismo oscuro definido por el abandono de todos los gobiernos involucrados, y la indiferencia de buena parte de las sociedades de los países en cuestión. Ahora, los migrantes, de por sí siempre vulnerables, por ponerlo suave, deben lidiar con el riesgo de la pandemia, condiciones económicas cada vez más precarias, y la indolencia y crueldad de gobiernos a quienes sólo importan sus cálculos electoreros.


Triste papel el de nuestro país que, después de haber enfrentado con dignidad grandes retos y riesgos internacionales, acabe operando como estación migratoria al servicio del presidente estadounidense más anti mexicano del que se tenga registro. Una tristeza y una vergüenza.



@causaencomun


[1] Solicitud de información pública con número de folio 2800100021520.

Por: Lorenza Hope

El tema migratorio siempre ha estado presente en la relación que une a México y su vecino del norte, pero tomó un giro inesperado a partir de la relación entre Trump y López Obrador. No sólo se instauró la idea de un muro como elemento central de la vecindad, sino que se utilizó la migración como si fuera una vil mercancía que puede intercambiarse a partir de los temores del gobierno mexicano, amenazas mediante.


Fue así como a Trump le resultó sorprendentemente fácil extorsionar a un gobierno que había dado la bienvenida a migrantes centroamericanos, para que mutara sin mayor problema ni vergüenza, en el tan anhelado muro. Nadie había imaginado que sería un gobierno mexicano que se las da de progresista y nacionalista, el que no sólo pagara el “muro”, sino que también lo “operara”, pues no es mucho más lo que hoy representan las Fuerzas Armadas, disfrazadas de Guardia Nacional.


Según una solicitud de acceso a la información de Causa en Común,[1] al 31 de marzo había un despliegue de alrededor de 13,000 elementos en la frontera norte, y 15,000 en la frontera sur, convirtiendo a esto que el gobierno llama “Guardia Nacional”, en una policía fronteriza militarizada. Sus tareas incluyen “contención”, al detener migrantes y custodiar estaciones migratorias.


Por lo tanto, la promesa de construir una policía nueva, eficaz y de carácter civil, duró menos que lo que se tardó en subir al Diario Oficial la reforma constitucional que le dio origen. Ni policía, ni civil, ni eficaz. Y así, mientras grupos delictivos hacen lo que quieren, a quien quieren, y como quieren, el gobierno federal abusa, como nunca antes había abusado, de las Fuerzas Armadas, para que el señor Trump pueda presumir que dobló a México.


Por demás está decir, que los flujos migratorios no pueden detenerse con muros, y mucho menos con despliegues militares. Se trata, únicamente, de una abyección flagrante para aplacar al extorsionador del norte. Sin embargo, ello no significa que no se estén acumulando consecuencias nefastas en términos de control migratorio y respeto a los derechos humanos, pues ni se logra lo primero ni se cumple con lo segundo.


Para agravar las cosas, estos despropósitos, indignos de un gobierno que quisiera darse a respetar, se inscriben en el contexto de la pandemia. En efecto, a las tropelías que se cometen a partir de esta subordinación, se suman las graves consecuencias de hacinar a los migrantes en “campamentos” o centros de detención, incrementando exponencialmente las probabilidades de contagios masivos. En esto acabó la bienvenida que supuestamente les brindaba el actual gobierno.


Pero la historia no acaba ahí, pues los endurecimientos migratorios dificultan aún más las repatriaciones. De esta manera es como México acumula en su frontera norte grandes números de migrantes y solicitantes de asilo (aproximadamente 60 mil) y, en la frontera sur, grupos también numerosos de migrantes que se han quedado varados entre fronteras, incompetencias y acuerdos vergonzosos.


Otro elemento a considerar en esta desgracia humanitaria, es que las organizaciones de la sociedad civil, que heroica pero precariamente intentan ayudar de alguna manera a los migrantes, se han quedado prácticamente sin recursos. Esto no es el resultado directo de la pandemia, sino de la determinación del gobierno mexicano de eliminar prácticamente todos los financiamientos a organizaciones sociales.


Esta suma de calamidades sumerge a los migrantes en un abismo oscuro definido por el abandono de todos los gobiernos involucrados, y la indiferencia de buena parte de las sociedades de los países en cuestión. Ahora, los migrantes, de por sí siempre vulnerables, por ponerlo suave, deben lidiar con el riesgo de la pandemia, condiciones económicas cada vez más precarias, y la indolencia y crueldad de gobiernos a quienes sólo importan sus cálculos electoreros.


Triste papel el de nuestro país que, después de haber enfrentado con dignidad grandes retos y riesgos internacionales, acabe operando como estación migratoria al servicio del presidente estadounidense más anti mexicano del que se tenga registro. Una tristeza y una vergüenza.



@causaencomun


[1] Solicitud de información pública con número de folio 2800100021520.