/ martes 24 de julio de 2018

La recuperación del PRI

Después de la abrumadora derrota que sufrió el PRI, la semana pasada renunció a su presidencia René Juárez Cisneros. Aunque tal acto podría entenderse como la asunción de una responsabilidad, en su favor debe señalarse que contó con muy poco tiempo para enderezar la nave y que la derrota no puede atribuírsele. Ahora le corresponde a Claudia Ruiz Massieu, quien asume la presidencia en circunstancias difíciles, impulsar un proceso de recreación del partido.

Hay quien sostiene que el PRI no se recuperará de este golpe; pero debe considerarse que en la política nadie gana ni pierde para siempre; las organizaciones pueden reinventarse y los políticos reciclarse.

Los priistas enfrentamos la recuperación en un doble sentido: primero el de reponernos de la derrota, pero sobre todo el de recuperar al partido para darle coherencia con su historia y su ideología porque el espacio político-ideológico que fue dejando libre el PRI durante décadas, es el que ocupó MORENA. La gente sintió que el PRI se apartaba de su misión histórica a favor de las clases de menor nivel económico que no mejoraron a lo largo del periodo en que se aplicó una política de corte neoliberal.

Por eso el PRI necesita volver a sus orígenes y replantearse el área del espectro ideológico que ocupará. Una cuestión de previo y especial pronunciamiento es la relativa a su nombre. Aunque duela reconocerlo, el lugar común que se ha repetido hasta el cansancio de que se trata de una mala marca, debe ser atendido mediante un debate serio en torno a la posibilidad de cambiar su denominación. Algunos militantes piensan que dicha variación podría desplazar a su emblema del lugar que ahora ocupa en la boleta electoral, pero debe argumentarse que la modificación estatutaria consistente en el cambio de nombre no debe tener efecto sobre el registro con el que ya cuenta el partido.

La recuperación del PRI pasa por retomar sus principios fundamentales. Resaltar que la democracia, incluida en su lema, evolucionó y se perfeccionó electoralmente gracias a su acción y que ese mérito no se le debe regatear. Todo priista necesita rechazar esa especie de vergüenza del pasado que les ha sido transmitida por sus opositores y defender la amplísima obra constructiva del partido durante el siglo XX. Debe premiarse la militancia y no admitir que pueda ser una afrenta.

Tendrá que reconocerse que la otra parte de su lema alusiva a la justicia social es una tarea a la que deben avocarse de nuevo. Para ello se requiere claridad en los principios ideológicos a defender, los cuales en algunos casos se identifican con los de MORENA que en buena medida los heredó de la tradición priista. El PRI podría incluso radicalizar sus planteamientos y convertirse en una fuerza que exija el cumplimiento de la revisión de la reforma energética para impedir que nuestros recursos naturales acaben en poder de intereses foráneos. Otro ámbito donde el PRI puede ser un aliado y al mismo tiempo un exigente contralor de las acciones del nuevo gobierno, es en el de la política internacional para recuperar nuestra tradición contraria al intervencionismo en asuntos de otras naciones.

En lo relativo a la reforma educativa debe demandar que se vuelva a lo valores históricos que ayudó a construir y que el civismo en los programas de estudios primarios recupere el orgullo nacionalista y revolucionario que influyó decisivamente en la modernización del país. Tema de especial atención es el relativo a la familia y a la diversidad sexual en el cual el PRI ha mantenido más bien una posición conservadora que no pretende discriminar a nadie por sus preferencias sexuales, pero que también atiende a la preocupación de muchos grupos sociales que se inclinan por la preservación de los valores de la familia tradicional. La definición del PRI puede obligar a que el gobierno en turno precise también una posición.

El PRI deberá equilibrar la tradición y el pensamiento de sus miembros de mayor edad y experiencia, con las nuevas generaciones que aportan liderazgos emergentes los cuales tienen la misión de proyectar la justificación histórica de su ideología al sector juvenil, reafirmando sus valores y sus logros, a fin de que los jóvenes entiendan el papel determinante que ha desempeñado el PRI en la formación del Estado en el que ha transcurrido su vida.

La tarea a emprender exige determinación y capacidad organizativa pero, sobre todo, claridad de ideas y un compromiso ideológico intransigente. El priismo debe pensar que su recuperación dependerá de la autenticidad de los principios y la persistencia en hacerlos valer. No se trata de ganar elecciones a como dé lugar, sino de ganar conciencias que coadyuven verdaderamente al desarrollo del país. En ese tránsito no tiene porque convertirse en una oposición a ultranza contra el nuevo régimen, sino incluso saber con inteligencia colaborar en aquellos aspectos en los que exista coincidencia. Así recuperará la confianza perdida.

eduardoandrade1948@gmail.com


Después de la abrumadora derrota que sufrió el PRI, la semana pasada renunció a su presidencia René Juárez Cisneros. Aunque tal acto podría entenderse como la asunción de una responsabilidad, en su favor debe señalarse que contó con muy poco tiempo para enderezar la nave y que la derrota no puede atribuírsele. Ahora le corresponde a Claudia Ruiz Massieu, quien asume la presidencia en circunstancias difíciles, impulsar un proceso de recreación del partido.

Hay quien sostiene que el PRI no se recuperará de este golpe; pero debe considerarse que en la política nadie gana ni pierde para siempre; las organizaciones pueden reinventarse y los políticos reciclarse.

Los priistas enfrentamos la recuperación en un doble sentido: primero el de reponernos de la derrota, pero sobre todo el de recuperar al partido para darle coherencia con su historia y su ideología porque el espacio político-ideológico que fue dejando libre el PRI durante décadas, es el que ocupó MORENA. La gente sintió que el PRI se apartaba de su misión histórica a favor de las clases de menor nivel económico que no mejoraron a lo largo del periodo en que se aplicó una política de corte neoliberal.

Por eso el PRI necesita volver a sus orígenes y replantearse el área del espectro ideológico que ocupará. Una cuestión de previo y especial pronunciamiento es la relativa a su nombre. Aunque duela reconocerlo, el lugar común que se ha repetido hasta el cansancio de que se trata de una mala marca, debe ser atendido mediante un debate serio en torno a la posibilidad de cambiar su denominación. Algunos militantes piensan que dicha variación podría desplazar a su emblema del lugar que ahora ocupa en la boleta electoral, pero debe argumentarse que la modificación estatutaria consistente en el cambio de nombre no debe tener efecto sobre el registro con el que ya cuenta el partido.

La recuperación del PRI pasa por retomar sus principios fundamentales. Resaltar que la democracia, incluida en su lema, evolucionó y se perfeccionó electoralmente gracias a su acción y que ese mérito no se le debe regatear. Todo priista necesita rechazar esa especie de vergüenza del pasado que les ha sido transmitida por sus opositores y defender la amplísima obra constructiva del partido durante el siglo XX. Debe premiarse la militancia y no admitir que pueda ser una afrenta.

Tendrá que reconocerse que la otra parte de su lema alusiva a la justicia social es una tarea a la que deben avocarse de nuevo. Para ello se requiere claridad en los principios ideológicos a defender, los cuales en algunos casos se identifican con los de MORENA que en buena medida los heredó de la tradición priista. El PRI podría incluso radicalizar sus planteamientos y convertirse en una fuerza que exija el cumplimiento de la revisión de la reforma energética para impedir que nuestros recursos naturales acaben en poder de intereses foráneos. Otro ámbito donde el PRI puede ser un aliado y al mismo tiempo un exigente contralor de las acciones del nuevo gobierno, es en el de la política internacional para recuperar nuestra tradición contraria al intervencionismo en asuntos de otras naciones.

En lo relativo a la reforma educativa debe demandar que se vuelva a lo valores históricos que ayudó a construir y que el civismo en los programas de estudios primarios recupere el orgullo nacionalista y revolucionario que influyó decisivamente en la modernización del país. Tema de especial atención es el relativo a la familia y a la diversidad sexual en el cual el PRI ha mantenido más bien una posición conservadora que no pretende discriminar a nadie por sus preferencias sexuales, pero que también atiende a la preocupación de muchos grupos sociales que se inclinan por la preservación de los valores de la familia tradicional. La definición del PRI puede obligar a que el gobierno en turno precise también una posición.

El PRI deberá equilibrar la tradición y el pensamiento de sus miembros de mayor edad y experiencia, con las nuevas generaciones que aportan liderazgos emergentes los cuales tienen la misión de proyectar la justificación histórica de su ideología al sector juvenil, reafirmando sus valores y sus logros, a fin de que los jóvenes entiendan el papel determinante que ha desempeñado el PRI en la formación del Estado en el que ha transcurrido su vida.

La tarea a emprender exige determinación y capacidad organizativa pero, sobre todo, claridad de ideas y un compromiso ideológico intransigente. El priismo debe pensar que su recuperación dependerá de la autenticidad de los principios y la persistencia en hacerlos valer. No se trata de ganar elecciones a como dé lugar, sino de ganar conciencias que coadyuven verdaderamente al desarrollo del país. En ese tránsito no tiene porque convertirse en una oposición a ultranza contra el nuevo régimen, sino incluso saber con inteligencia colaborar en aquellos aspectos en los que exista coincidencia. Así recuperará la confianza perdida.

eduardoandrade1948@gmail.com