/ lunes 23 de abril de 2018

Las políticas del pasado

La semana pasada José Ángel Gurría , secretario ejecutivo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), mencionó que México no debe volver a las políticas del pasado.

En su argumentación invocó lo evidente: es otro momento histórico y el país debe enfocarse en la tecnología para acelerar el crecimiento económico.

La cuestión de fondo es que Gurríaafirmó que lo debe hacer sobre el mismo modelo del pasado reciente, el de la apertura comercial de bajo valor agregado.

El funcionario de la OCDE omitió decir que el enorme rezago de México en materia de innovación tecnológica es responsabilidad del modelo maquilador que se aplicó desde 1986 cuando, bajo la lógica de que la nación debería dedicarse a producir y exportar bienes en donde tiene ventajas comparativas, se renunció a crear las ventajas competitivas que reclama un mundo globalizado basado en el progreso tecnológico y el alto valor agregado.

En los años 90 del siglo pasado se desmanteló a la industria y su relación con la generación de patentes. México recibe hoy 17 mil solicitudes de registro, contra 1.3 millones de China o 630 mil de Estados Unidos.

De las 17 mil solicitudes, menos de 10% son de residentes mexicanos, la mitad, de estadounidenses, y el resto de los europeos y asiáticos.

Invocar que México debe ver al futuro y a la tecnología debió ser un objetivo desde hace 30 años, cuando los funcionarios de la época negociaron la apertura de una economía que venía de una profunda crisis.

En aquel pasado aperturista se fraguó una de las restricciones que inhiben el desarrollo del México actual: la falta de vocación por el progreso tecnológico, el incremento de la productividad, de calidad en la educación técnica y de ingenierías, financiamiento y encadenamiento productivo.

Apelar al discurso del futuro sin revisar el pasado inmediato es un ejercicio retórico de baja objetividad.

Sin duda que existe razón en llamar a construir un modelo económico nacional acorde con el presente y futuro de la economía nacional y global. Hoy, China, Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, India, Alemania y los países del pacífico asiático están redefiniendo el rumbo del mundo para los próximos 30 años.

De manera particular lo hará la conclusión que tenga la guerra comercial entre China y Estados Unidos, un conflicto que enfrenta el proyecto chino de largo plazo, basado en la industrialización, con la posición reactiva norteamericana que busca frenar el avance oriental en base a aranceles y proteccionismo.

Algo es cierto, la mayor parte de las potencias globales están velando por sus intereses: China apela al libre comercio porque, gracias a su Capitalismo de Estado, hoy ocupa una posición dominante.

El sacrificio de la industria nos condenó a un crecimiento de 2.5%, y eso es responsabilidad de la política económica del pasado reciente.

La causa del pobre desempeño de la economía no se encuentra en los errores cometidos en los años 70: el 2.5% de crecimiento, la baja productividad, la precarización del mercado laboral, los 53 millones de pobres y la corrupción se encuentran vinculados al modelo económico actual, no en la crisis de hace 40 años.

La semana pasada José Ángel Gurría , secretario ejecutivo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), mencionó que México no debe volver a las políticas del pasado.

En su argumentación invocó lo evidente: es otro momento histórico y el país debe enfocarse en la tecnología para acelerar el crecimiento económico.

La cuestión de fondo es que Gurríaafirmó que lo debe hacer sobre el mismo modelo del pasado reciente, el de la apertura comercial de bajo valor agregado.

El funcionario de la OCDE omitió decir que el enorme rezago de México en materia de innovación tecnológica es responsabilidad del modelo maquilador que se aplicó desde 1986 cuando, bajo la lógica de que la nación debería dedicarse a producir y exportar bienes en donde tiene ventajas comparativas, se renunció a crear las ventajas competitivas que reclama un mundo globalizado basado en el progreso tecnológico y el alto valor agregado.

En los años 90 del siglo pasado se desmanteló a la industria y su relación con la generación de patentes. México recibe hoy 17 mil solicitudes de registro, contra 1.3 millones de China o 630 mil de Estados Unidos.

De las 17 mil solicitudes, menos de 10% son de residentes mexicanos, la mitad, de estadounidenses, y el resto de los europeos y asiáticos.

Invocar que México debe ver al futuro y a la tecnología debió ser un objetivo desde hace 30 años, cuando los funcionarios de la época negociaron la apertura de una economía que venía de una profunda crisis.

En aquel pasado aperturista se fraguó una de las restricciones que inhiben el desarrollo del México actual: la falta de vocación por el progreso tecnológico, el incremento de la productividad, de calidad en la educación técnica y de ingenierías, financiamiento y encadenamiento productivo.

Apelar al discurso del futuro sin revisar el pasado inmediato es un ejercicio retórico de baja objetividad.

Sin duda que existe razón en llamar a construir un modelo económico nacional acorde con el presente y futuro de la economía nacional y global. Hoy, China, Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, India, Alemania y los países del pacífico asiático están redefiniendo el rumbo del mundo para los próximos 30 años.

De manera particular lo hará la conclusión que tenga la guerra comercial entre China y Estados Unidos, un conflicto que enfrenta el proyecto chino de largo plazo, basado en la industrialización, con la posición reactiva norteamericana que busca frenar el avance oriental en base a aranceles y proteccionismo.

Algo es cierto, la mayor parte de las potencias globales están velando por sus intereses: China apela al libre comercio porque, gracias a su Capitalismo de Estado, hoy ocupa una posición dominante.

El sacrificio de la industria nos condenó a un crecimiento de 2.5%, y eso es responsabilidad de la política económica del pasado reciente.

La causa del pobre desempeño de la economía no se encuentra en los errores cometidos en los años 70: el 2.5% de crecimiento, la baja productividad, la precarización del mercado laboral, los 53 millones de pobres y la corrupción se encuentran vinculados al modelo económico actual, no en la crisis de hace 40 años.