/ viernes 29 de julio de 2022

Las rimas de la historia: España 1808, Ucrania 2022  

La historia aplicada ha sido ampliamente usada, lo mismo para explicar los eventos actuales, como para guiar el proceso de toma de decisiones hacia el futuro. Ejemplo de lo anterior, es el fascinante trabajo realizado en 2013 por la historiadora Margaret MacMillan: “The Rhyme of History, Lessons of the Great War”.

Lo anterior viene a cuento porque en semanas recientes, se publicó el concepto estratégico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sin soslayar otros asuntos que dan forma al entorno estratégico europeo –terrorismo, ciberespacio o China, por ejemplo– el documento se centra naturalmente en la invasión rusa a Ucrania, y en la amenaza que ésta supone para la región euro-atlántica en su conjunto.

Al respecto, leer el documento de la OTAN inevitablemente remite a la Guerra Peninsular (1808–1814), como se llamó a la invasión de la Francia napoleónica a España. Con actores y roles diferentes pero imperativos similares, la Ucrania de 2022 rima con la España de 1808. Napoleón llevaba años alterando el equilibrio de poder y, por lo tanto, el ambiente de seguridad en Europa –apenas en 1806, por ejemplo, Francia había derrotado a Prusia en Jena; aquella batalla que marcaría a Carl von Clausewitz.

No obstante, el principio del fin llegó en 1808 cuando Napoleón buscó consolidar su poder sobre España reemplazando al rey por un miembro de su propia familia –Pepe Botella, como conocimos en la primaria a José Bonaparte. El resultado fue una resistencia popular a gran escala contra la ocupación de Francia. Las fuerzas armadas francesas se habían enfrentado a la guerra de guerrillas antes, pero el alcance de la resistencia española lograba interponerse en el objetivo político de Napoleón: seguir su expansión en toda Europa.

Es importante mencionar, además, la presencia de una fuerza expedicionaria británica en Portugal –así como hoy Ucrania para la OTAN, una España fuerte e independiente era vital para la región euro-atlántica desde la óptica geopolítica británica. La participación de Gran Bretaña hizo que fuera peligroso para las fuerzas francesas dispersarse demasiado a lo largo de la Península Ibérica, en busca de agrupaciones guerrilleras. El resultado fue una contrainsurgencia larga, costosa y, en última instancia, ineficaz.

Francia podría haber triunfado en España si hubiera estado dispuesta a comprometer los recursos humanos y materiales necesarios para el esfuerzo de guerra, y así derrotar a la guerrilla española y expulsar a Gran Bretaña. No obstante, España no le proporcionó las victorias rápidas y espectaculares que Napoleón requería, por lo que puso sus ojos en un nuevo adversario en la forma de la Rusia imperial.

Sin duda, Napoleón era un militar excepcional, y el lado militar de las cosas es un elemento importante en cualquier estrategia. No obstante, también es cierto que el general era menos competente en la dimensión política (policy): sus objetivos políticos maximalistas no podían conciliarse con los medios y modos a su alcance. Más aún, no supo cómo convertir sus éxitos militares en ganancias políticas estables –algo que sí hizo Bismarck en su momento–; es decir, ganancias con alguna posibilidad de seguir valiendo, aun con un revés militar serio. Por ello, cuando finalmente sufrió una derrota militar, con demasiada facilidad se convirtió en una derrota política catastrófica.

Para finalizar, la postura de la OTAN hoy fue similar a la de Gran Bretaña en aquel entonces: apoyar en equipamiento y capacitación al país invadido, evitando al máximo una confrontación directa –aunque la hubo para el caso británico. Fortalecer a España lo suficiente como para no ser derrotada, y debilitar a Francia lo necesario para que no pudiera resultar vencedora. Una ecuación funcional para que el conflicto no escalara –algo que también se evita ahora. A diferencia del pasado, las implicaciones de un escalamiento hoy no serían sólo para Europa, sino también para países en apariencia lejanos, como México: Napoleón no tenía armas nucleares. Algo que será necesario abordar en la siguiente entrega.


Consultor


La historia aplicada ha sido ampliamente usada, lo mismo para explicar los eventos actuales, como para guiar el proceso de toma de decisiones hacia el futuro. Ejemplo de lo anterior, es el fascinante trabajo realizado en 2013 por la historiadora Margaret MacMillan: “The Rhyme of History, Lessons of the Great War”.

Lo anterior viene a cuento porque en semanas recientes, se publicó el concepto estratégico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sin soslayar otros asuntos que dan forma al entorno estratégico europeo –terrorismo, ciberespacio o China, por ejemplo– el documento se centra naturalmente en la invasión rusa a Ucrania, y en la amenaza que ésta supone para la región euro-atlántica en su conjunto.

Al respecto, leer el documento de la OTAN inevitablemente remite a la Guerra Peninsular (1808–1814), como se llamó a la invasión de la Francia napoleónica a España. Con actores y roles diferentes pero imperativos similares, la Ucrania de 2022 rima con la España de 1808. Napoleón llevaba años alterando el equilibrio de poder y, por lo tanto, el ambiente de seguridad en Europa –apenas en 1806, por ejemplo, Francia había derrotado a Prusia en Jena; aquella batalla que marcaría a Carl von Clausewitz.

No obstante, el principio del fin llegó en 1808 cuando Napoleón buscó consolidar su poder sobre España reemplazando al rey por un miembro de su propia familia –Pepe Botella, como conocimos en la primaria a José Bonaparte. El resultado fue una resistencia popular a gran escala contra la ocupación de Francia. Las fuerzas armadas francesas se habían enfrentado a la guerra de guerrillas antes, pero el alcance de la resistencia española lograba interponerse en el objetivo político de Napoleón: seguir su expansión en toda Europa.

Es importante mencionar, además, la presencia de una fuerza expedicionaria británica en Portugal –así como hoy Ucrania para la OTAN, una España fuerte e independiente era vital para la región euro-atlántica desde la óptica geopolítica británica. La participación de Gran Bretaña hizo que fuera peligroso para las fuerzas francesas dispersarse demasiado a lo largo de la Península Ibérica, en busca de agrupaciones guerrilleras. El resultado fue una contrainsurgencia larga, costosa y, en última instancia, ineficaz.

Francia podría haber triunfado en España si hubiera estado dispuesta a comprometer los recursos humanos y materiales necesarios para el esfuerzo de guerra, y así derrotar a la guerrilla española y expulsar a Gran Bretaña. No obstante, España no le proporcionó las victorias rápidas y espectaculares que Napoleón requería, por lo que puso sus ojos en un nuevo adversario en la forma de la Rusia imperial.

Sin duda, Napoleón era un militar excepcional, y el lado militar de las cosas es un elemento importante en cualquier estrategia. No obstante, también es cierto que el general era menos competente en la dimensión política (policy): sus objetivos políticos maximalistas no podían conciliarse con los medios y modos a su alcance. Más aún, no supo cómo convertir sus éxitos militares en ganancias políticas estables –algo que sí hizo Bismarck en su momento–; es decir, ganancias con alguna posibilidad de seguir valiendo, aun con un revés militar serio. Por ello, cuando finalmente sufrió una derrota militar, con demasiada facilidad se convirtió en una derrota política catastrófica.

Para finalizar, la postura de la OTAN hoy fue similar a la de Gran Bretaña en aquel entonces: apoyar en equipamiento y capacitación al país invadido, evitando al máximo una confrontación directa –aunque la hubo para el caso británico. Fortalecer a España lo suficiente como para no ser derrotada, y debilitar a Francia lo necesario para que no pudiera resultar vencedora. Una ecuación funcional para que el conflicto no escalara –algo que también se evita ahora. A diferencia del pasado, las implicaciones de un escalamiento hoy no serían sólo para Europa, sino también para países en apariencia lejanos, como México: Napoleón no tenía armas nucleares. Algo que será necesario abordar en la siguiente entrega.


Consultor