/ jueves 31 de mayo de 2018

Lo “manchuriano” de Trump

¿Recuerdan “The Manchurian Candidate”? La novela de 1959 que se convirtió en un clásico del cine en 1962 (no hagan caso a la versión más reciente), cuya trama consistía en instalar a un agente comunista como presidente de Estados Unidos. Una ironía importante era que el político en cuestión se basaba en el senador Joe McCarthy; es decir, alguien que se hacía pasar por un patriota consumado aun cuando planeaba traicionar a su país.

Por una parte, el presidente del “Hagamos a Estados Unidos grandioso de nuevo” busca la aplicación de medidas proteccionistas, supuestamente en nombre de la seguridad nacional, que alejarán a muchos de nuestros aliados democráticos. Por otra, parece extrañamente decidido a impedir las acciones contra verdaderas amenazas a la seguridad nacional por parte de dictadores extranjeros, en este caso, China. ¿Qué pasa?

Trump es diferente. Ya impuso aranceles al acero y el aluminio en nombre de la seguridad nacional y ahora amenaza con hacer lo mismo con los automóviles.

La idea de que los automóviles importados suponen una amenaza a la seguridad nacional es absurda. No estamos a punto de volver a pelear la Segunda Guerra Mundial, así que no es necesario transformar las plantas automovilísticas a fin de producir tanques Sherman.

Dejando de lado los efectos secundarios económicos, los aranceles propuestos a los automóviles socavarían todavía más la creencia en la confiabilidad de EU de nuestros aliados, que está erosionándose rápidamente.

Esto no quiere decir que la seguridad nacional nunca debería tenerse en consideración en el comercio internacional. Por el contrario, hay un caso inequívoco en este momento: la empresa china ZTE, que fabrica teléfonos baratos y otros productos electrónicos.

Los productos de ZTE incluyen muchos componentes de alta tecnología hechos en Estados Unidos, algunos de los cuales se prohíbe exportar a regímenes sujetos a sanciones. Sin embargo, la compañía ha violado de manera sistemática estas reglas de exportación, lo cual hizo que el Departamento de Comercio estadounidense prohibiera las ventas de esos componentes a la empresa. Así mismo, el Pentágono prohibió la venta de teléfonos ZTE en bases militares estadounidenses, con la advertencia de que los teléfonos podrían usarse para llevar a cabo espionaje.

A pesar de ello, Trump está retirando todos estos frenos en un esfuerzo para revertir las acciones en contra de ZTE, desafiando a los legisladores de ambos partidos.

¿Qué hay detrás de esta extraña determinación de ayudar a un evidente mal actor? ¿Se trata de ganancias personales? China aprobó un enorme préstamo a un proyecto relacionado con Trump en Indonesia justo antes de que este se apresurara a defender a ZTE; al mismo tiempo, China le otorgó valiosas marcas registradas a Ivanka Trump. No digan que resulta ridículo sugerir que a Donald Trump se le puede sobornar; todo lo que sabemos acerca de él indica que sí es posible.

Sin importar cuál sea la explicación verdadera, estamos frente a una política comercial manchuriana: un presidente que recurre a argumentos de seguridad nacional, que evidentemente son falsos, para dañar a aliados democráticos, mientras que ignora las verdaderas preocupaciones de seguridad para ayudar a una dictadura hostil.